La UCI redibuja su estructura interna con un giro histórico hacia la paridad y la globalización
La nueva composición, aprobada por el Comité de Dirección de la UCI el 13 de noviembre en Aigle (Suiza), llega tras la elección del nuevo órgano de gobierno durante el Congreso celebrado el 25 de septiembre en Kigali (Ruanda), y representa la primera gran medida estratégica de esta legislatura. Lejos de ser un trámite burocrático, las Comisiones funcionan como auténticos centros neurálgicos donde se desarrollan propuestas normativas y estratégicas que en última instancia marcarán el rumbo del deporte: desde calendarios y reglamentos hasta el desarrollo de nuevas disciplinas o las bases de recurso. Economía ciclista. Algunas de ellas, de carácter judicial, actúan con independencia de la organización y resuelven problemas disciplinarios o reglamentarios que afectan directamente a los implicados en el ciclismo.
Lo más sorprendente de esta reestructuración no es tanto el cambio de nombre como la profundidad del cambio cultural que refleja. Hace apenas un ciclo olímpico, la UCI se marcó como objetivo mínimo que al menos el 25% de los miembros de su comisión fueran mujeres. No sólo ha superado este umbral, sino que ahora ha aumentado esta cifra hasta el 40% de representación femenina: 97 mujeres de un total de 241 miembros. En cuatro años, la federación ha pasado de la intención a la evidencia y la presencia de mujeres en órganos estratégicos ha dejado de ser una concesión simbólica para convertirse en uno de los verdaderos pilares de la gobernanza ciclista. El ciclismo ya no se explica sin tu mirada.
El crecimiento no es sólo cualitativo, sino territorial. Si en el período anterior las Comisiones estaban representadas por 56 países, hoy esta cifra asciende a 67, y la distribución por continentes está significativamente equilibrada. Europa sigue siendo el bloque predominante, pero cae al 38,8% de los miembros, muy lejos del 44,6% que tenía anteriormente. África, con un 20,9%, y Asia y América con idénticos porcentajes (17,9%), ya no son actores secundarios; Oceanía se sitúa en el 4,5% y demuestra que la globalización del deporte ya no es un eslogan, sino una auténtica junta directiva donde la influencia se extiende cada vez más lejos del viejo continente. La UCI, que funcionó durante décadas según una visión esencialmente europea, ahora empieza a parecerse al ciclismo que dirige: diversa, en expansión y con polos de crecimiento que ya no se centran únicamente en las rutas clásicas del Norte.
David Lappartient, presidente de la organización, interpretó este acontecimiento como un signo inequívoco de nuevos tiempos. «Al reforzar la presencia de las mujeres y garantizar una representación más equilibrada de los continentes, la UCI confirma su compromiso con un modelo de gobernanza más inclusivo. Las nuevas composiciones reflejan la creciente diversidad del ciclismo mundial y le permitirán desempeñar un papel más fuerte que nunca en el desarrollo global del deporte», afirmó, subrayando que esta reestructuración no nació de una estética o de una oportunidad, sino de la convicción y la necesidad de adaptar el deporte a una realidad que ya ha cambiado.
La renovación de las Comisiones, que marcarán el rumbo hasta 2029, constituye así una pieza central del futuro del ciclismo. No acaparará los titulares como un fichaje galáctico, un Mundial épico o el ascenso mítico de un gran puerto, pero sus efectos serán igual de profundos. De ahí vendrán las decisiones que transformarán el calendario, la normativa técnica, el impulso hacia nuevos territorios, la promoción de la mujer, la sostenibilidad del modelo y la identidad del ciclismo en un planeta que ya no se contenta con mirar a Europa para entender este deporte.
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