La UE y las armas nucleares, palabras mayores
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Es sobradamente conocido que, desde hace décadas, Estados Unidos viene proporcionando una cobertura de seguridad a sus aliados europeos, sin la que nuestra situación sería de extrema vulnerabilidad.
El elemento más sobresaliente de dicha cobertura es el paraguas nuclear bajo el que nos cubrimos, asumiendo de paso la dependencia de Washington en el marco de la OTAN.
Hoy, con Trump convertido en el principal disruptor del orden internacional vigente, esos mismos aliados perciben con claridad que EEUU ya no es un socio fiable, lo que determina, como acaba de declarar el próximo canciller alemán, Friedrich Merz, la necesidad de “independizarse” de su patrón. ¿Significa eso que los Veintisiete estamos decididos a alcanzar una verdadera autonomía estratégica, contando con todos los medios necesarios, incluyendo los nucleares, para garantizar nuestra propia seguridad por nosotros mismos?
Subordinación
Por supuesto, no hacía falta esperar a Trump para entender que el vínculo trasatlántico nos coloca en una indeseable posición de subordinación. Pero una mezcla de comodidad mal entendida y de cortas visiones nacionalistas nos ha llevado a relegar durante demasiado tiempo la necesidad de adoptar decisiones para dotarnos de una voz única en el escenario internacional, equipados con todos los instrumentos precisos (incluyendo obviamente los militares) para defender nuestros intereses. Decisiones, que, en lo que atañe a las armas nucleares, obligan a valorar al menos dos aspectos.
El primero tiene que ver con la voluntad política. En términos sociales, y en un contexto de crisis como el actual, no resulta fácil trasladar a la opinión pública la idea de una UE nuclear, lo que comporta dedicar sustanciales esfuerzos a ese fin. A eso se suma que unas fuerzas armadas europeas, con el complemento de una hipotética triada nuclear, solo son factibles si existe un proceso de toma de decisiones realmente comunitario que establezca los protocolos de actuación, los presupuestos y una cadena de mando sólida y sometida a una autoridad política reconocida por los Veintisiete. Nada de eso existe en la actualidad y la fragmentación interna que conflictos como el de Ucrania hacen bien visible dificultan aún más superar los obstáculos derivados de un nacionalismo anacrónico.
Sin medios militares propios
El segundo está en relación con los medios. Hoy la Unión no cuenta con medios militares propios (prácticamente todos son nacionales), y menos aún nucleares.
A partir de aquí se puede pensar en crear una capacidad nuclear comunitaria desde cero, lo que resulta descartable, o trabajar a partir de lo que ya existe.
Francia, con su “force de frappe”, es hoy la única potencia nuclear de los Veintisiete. Se estima que cuenta con un arsenal de 290 cabezas que pueden ser empleadas en los aviones Rafale y en los 4 submarinos de clase Le Triomphant; muchas si se compara con los 184 países miembros de la ONU que no poseen ingenios nucleares, pero muy lejos de las 5.800 de Rusia.
A eso, puestos a imaginar posibles escenarios futuros, podrían sumarse las 225 cabezas y los 4 submarinos Vanguard del Reino Unido (suponiendo que algún día regresen a la UE).
Dado que, como París y Londres han repetido hasta la saciedad, la disuasión nuclear no se comparte, resulta impensable imaginar que ambos arsenales podrían pasar a manos de una autoridad comunitaria. Eso deja como única opción posible, en el mejor de los casos, que Emmanuel Macron se decida a desplegar algunos de sus Rafale en suelo alemán. Lo demás es hablar por no estar callado.
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