La ultraderecha austriaca fracasa en su intento de liderar una coalición de gobierno con los conservadores
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El ultraderechista austríaco Herbert Kickl ha fracasdo en su intento de acceder al poder al frente de una coalición con la derecha moderada del ÖVP. Cinco semanas después de recibir del presidente, Alexander van der Bellen, el encargo de formar un nuevo gobierno, el secretario general del FPÖ, Christian Hafenecker, calificó este miércoles de «insalvables» los abismos entre su partido y los conservadores. Apuntó así a la convocatoria de nuevas elecciones, decisión que compete a van der Bellen.
Los medios austríacos llevaban días barajando una posible ruptura ante la obstinación de Kickl por adjudicar a su partido el Ministerio del Interior. Este departamento es clave para el control de las fronteras, de la política migratoria y de los servicios secretos, lo que a juicio del ÖVP es un peligro para la seguridad del país. El FPÖ defiende además una línea «hostil a la Unión Europea», lo que convierte en impracticable una coalición, según el líder de los conservadores, Christian Stocker.
En Austria se ha recordado estos días la etapa en que Kickl fue titular de Interior, entre 2017 y 2019, entonces como socio menor del ÖVP. Reestructuró el servicio de inteligencia, lo que levantó temores entre otros países aliados, que dejaron de compartir información con Viena. Kickl mantiene vínculos muy estrechos tanto con Moscú como con otras ultraderechas europeas prorrusas.
A la obstinación de Kickl por dominar Interior, se sumó que también pretendía impulsar políticas fiscales proteccionistas desde Finanzas. El FPÖ es un partido profundamente euroescéptico, lo que contravenía la línea de la derecha moderada.
Regresa la incertidumbre
Con la ruptura de negociaciones regresa Austria a la incertidumbre en que quedó tras los comicios nacionales celebrados en septiembre del pasado año. El partido de Kickl quedó en primera posición, con casi un 30% de los votos, pero el resto de los partidos le rechazaban como socio.
El presidente Van der Bellen encargó en primer lugar la formación del gobierno al entonces canciller en funciones, Karl Nehammer, para que abriera negociaciones con los socialdemócratas y los liberales. El intento de un tripartito sin los ultras fracasó, lo que devolvió la pelota a Kickl. Nehammer, quien durante la campaña había descartado toda cooperación con la ultraderecha, presentó la dimisión como jefe del gobierno y del partido. Abrió así la puerta al ÖVP, ahora dirigida por Stocker, a negociar con los ultras, lo que ha terminado en fracaso.
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