León XIV o la mano del Papa Francisco

Como con aquel gol de Maradona en el Mundial de México contra Inglaterra en 1986 -la Mano de Dios-, ¿tuvo la mano del Papa Francisco en cuenta la organización de su sucesión por quien devendría León XIV? ¿Fue Francisco quién llamó al cardenal Prevost a guiar a la barca de San Pedro tras su muerte?
Si se analiza a la Iglesia y al Vaticano como a un partido político, el Colegio Cardenalicio – la junta directiva o comité central, según se prefiera – los números son estos: 133 cardenales han ejercitado su derecho a voto.
Francisco nombró de entre ellos a Prevost y a otros 107; Benedicto XVI a 21 y Juan Pablo II a 4. Francisco, podría decirse, “controlaba” el aparato.
Quizá sea exagerar, pero más que poner la lupa en los agustinos y los franciscanos y en su objetivo compartido de vivir modestamente y defender a los pobres, habría que dirigir el telescopio hacia América Latina. Y más concretamente hacia Argentina primero y Perú más tarde, el origen de Bergoglio y el origen, de facto, de Prevost, ya que pasó allí casi cuarenta años de su vida, país en el que adquirió la nacionalidad.
Greg Grandin, autor del libro que se acaba de publicar America, America en Nueva York, señala en un mensaje tras la elección de Prevost lo siguiente: “Y así la rueda gira: León XIII influyó en Perón, quien influyó en Francisco, quien, al parecer, eligió personalmente a León XIV”.
Es cierto que la doctrina social de la iglesia fue una de las primigenias fuentes integrantes de los gobiernos bonapartistas de Juan Domingo Perón en la Argentina entre 1946 y 1955.
Y la doctrina social de la iglesia nació formalmente con la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII en 1891. Pero no es menos cierto que ya el Papa Pío IX -entre 1846 y 1878- tuvo que bajar a ocuparse de los problemas terrenales de hombres y mujeres durante su pontificado.
Hay quien atribuye esa preocupación al Manifiesto Comunista, publicado por Karl Marx y Friedrich Engels en febrero de 1848.
Ya en 1847, Pío IX estableció para la Iglesia universal la fiesta de San José como patrono de los trabajadores el tercer domingo de Pascua. Y 1864 condenó el socialismo y el liberalismo económico (encíclica Quanta Cura). Es una fecha emblemática porque la carta de Pío IX coincide con la creación en 1864 de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) o Primera Internacional con la cual trabajaron activamente Karl Marx, Federico Engels y Miguel Bakunin.
Habían pasado bajo los puentes no solo la creciente organización de los sindicatos y organizaciones obreras sino también la marea revolucionaria de 1848 -la primavera de los pueblos en Francia y Alemania- y también, en 1871, la Comuna de París, el primer intento de formar un gobierno obrero en paralelo a la guerra franco-prusiana.
La Comuna de París fue un shock para la iglesia. Se legisló la separación de la iglesia y el Estado, las propiedades de la iglesia pasaron a poder del Estado, desaparecía la enseñanza religiosa en las escuelas cuyas instalaciones se usaron para realizar reuniones políticas, además se consagró la educación universal.
Fue en ese contexto en el cual, siete años después del aplastamiento de la Comuna de París, durante la semana sangrienta del 21 de mayo de 1871, y con una Italia unificada como nación, que, en 1878, al fallecimiento de Pío IX, resultó elegido el Papa León XIII.
Tardará trece años todavía para pronunciarse sobre el tema que había abierto Pío IX. Y será la encíclica Rerum Novarum (De lo nuevo).
La pasión revolucionaria
“Una vez que la pasión revolucionaria por los cambios tomó forma, ha perturbado por largo tiempo a los gobiernos y presionado para que pasara más allá de la esfera política y hacerse sentir en la esfera económica, lo cual no sorprende. Los elementos del conflicto actual son inconfundibles. De hecho, los nuevos desarrollos de la industria y los maravillosos descubrimientos de la ciencia, cambiaron las relaciones obrero-patronales. La riqueza de unos pocos y la pobreza de las masas ha provocado una mayor cohesión entre los trabajadores, todo esto unido a la declinación de la moral cristiana”.
León XII advierte de las dificultades y los riesgos, la sedición y el desorden.
“El problema es difícil de resolver y no libre de peligros. La frontera entre poderosos y proletarios no es fácil de definir. Debe de haber regulación entre sus relaciones mutuas. La controversia es realmente peligrosa porque en algunos lugares la verdad ha sido torcida y amañada por personas turbulentas, dedicadas a pervertir el sentido común y la y la verdad para incitar a las masas a la sedición y al desorden”.
Y subraya el deber de los trabajadores y patronos.
“Entre los deberes concernientes a los trabajadores está el desempeñar conscientemente el trabajo que han aceptado. De ninguna manera hacerle daño físico a la propiedad o a los empleadores y no asociarse con pervertidos que promueven esperanzas desproporcionadas que sólo llevan a la destrucción de la justa riqueza y al desastre
“Entre los más importantes deberes de los patronos es dar lo que es justo a cada trabajador. Los ricos y los empleadores deben recordar que no hay ley que les permita, para su propio beneficio, oprimir al necesitado o buscar ganancias abusando de otros”.
León XIII propone la conciliación entre las clases sociales.
«Trabajadores y dueños pueden desempeñar sus roles en la sociedad mediante instituciones con las cuales unos y otros se acerquen en sus intereses”, señala.
Es lo que Perón cogió de la doctrina social de la Iglesia, la que a su vez nutrió a Democracia Cristina
León XIV ¿fotocopia de Francisco?
La continuidad de Francisco no supone que, como ha dicho el cardenal Robert McElroy, nuevo arzobispo de Washington DC, vaya a ser una “fotocopia” de Francisco.
El nuevo Papa tendrá que resolver dos temas cruciales: la crisis de las finanzas vaticanas (déficit público de 80 millones de euros) y la virtual quiebra del fondo de pensiones (deuda de 2.000 millones de euros); y, asimismo, el tema de los abusos sexuales dentro de la iglesia.
En ambos, Francisco abrió las puertas, pero no avanzó. Sí, el Vaticano tiene grandes bienes: cálices de oro, obras de arte de Miguel Ángel y de Leonardo Da Vinci, la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro. Y muchas más. Pero en el balance, esos bienes figuran al valor nominal contable de 1 euro. No están a la venta. Quizá León XIV pueda vender el palacio de Londres que ya intentó Francisco. Pero da la impresión de que el nuevo Papa tendrá que imponer la austeridad.
León XVI ha combatido en las redes hasta el último minuto antes de salir elegido al presidente de EEUU, Donald J. Trump, y al vicepresidente J. D. Vance.
Pero más difícil es saber que hará para impedir que siga adelante el genocidio en Gaza. Debería hacer un gesto extraordinario.
Por ejemplo: viajar a Jerusalén.
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