¿Lo que dices es que mi éxito lo deciden la Reserva Federal y los jodidos vendedores de bonos?

Después de ganar las elecciones en 1992 a George Bush padre, Bill Clinton recibió en una reunión de su equipo al presidente de la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, Alan Greenspan, quien le explicó que para conseguir una bajada de los tipos de interés a largo plazo se necesitaba reducir el déficit público. Los asesores del futuro presidente le urgieron a anunciar, antes de que venciera el mandato de Greenspan, que le mantendría por cuatro años más. Según el libro ‘La Agenda’, del periodista Bob Woodward, Clinton hizo una pregunta retórica a sus consejeros. «¿Me estáis diciendo que el éxito de mi programa económico y mi reelección depende de la Reserva Federal y de un grupo de jodidos vendedores de bonos?» (‘bunch of fucking bond traders’). Greenspan llevaba cinco años como presidente cuando Clinton cumplió su segundo mandato en 2001 y se mantuvo hasta el 31 de enero de 2006.
El mercado de bonos, en efecto, tiene un poder de veto. Si lo que ocurre en la Casa Blanca y en las políticas de Washington les quita el sueño, el precio de los bonos a 10 años cae y los tipos de interés a largo plazo (que se comportan a la inversa del precio) suben. La deuda pública, que se financia colocando esos bonos, se encarece y el desempleo recupera el pulso.
Tras anunciar en el Día de la Liberación las tarifas aduaneras más elevadas desde 1929, en medio de la Gran Depresión, los ‘bond’ vigilantes ejercieron su veto y registraron una subida de sus tipos de interés a largo plazo.
«He visto el mercado de bonos” declaró el presidente de EEUU, «el mercado de bonos es muy complicado». Y entonces, aprovechando que el justiciero de las tarifas aduaneras. Su asesor Peter Navarro, celebraba una reunión en la Casa Blanca con uno de los asesores económicos de Donald Trump, los secretarios del Tesoro, Scott Bessent, y el secretario de Comercio, Howard Lutnick, según una exclusiva de ‘The Wall Street Journal’, el portavoz fiable de la Bolsa de Nueva York, se metieron en la oficina oval con una advertencia: hay que suspender la aplicación de las tarifas, esto puede explotar, aquí y en todo el mundo.
Trump captó el mensaje y suspendió por 90 días las nuevas tarifas arancelarias, con la excepción de China, país al que se las subió al 145%. Xi Ximping, el presidente chino, respondió, aplicando una tarifa del 125%. La guerra comercial entre los dos países más poderosos de la economía mundial era un hecho.
Trump empezó a acosar al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, por no bajar los tipos de interés para aliviar la presión de las tarifas, aunque suspendidas, sobre la inflación. Y amenazó con despedirle antes de que venza su mandato en 2026. Pero Powell no le besó, como dijo el aspirante a emperador, el culo. Todo lo contrario.
En una conferencia celebrada en Chicago explicó que la Reserva Federal necesita esperar a ver el impacto de las tarifas antes de reducir los tipos de interés como pide Trump. Powell fue muy claro: «Nunca vamos a ser influenciados por una presión política. La gente puede decir lo que desee, está bien. Eso no es un problema. Pero haremos lo que haremos estrictamente sin consideraciones políticas o de otros factores exógenos».
A todo esto, el Banco Central Europeo (BCE) bajó sus tipos. Dejó el precio del dinero en el 2,25%, el nivel más bajo desde febrero de 2023. Este hecho enfureció a Trump quien volvió a atacar a Powell: «El BCE baja tipos por séptima vez pero el ‘demasiado tarde’ Powell debió bajar los tipos y, en cambio, difundió un informe que es un lío», escribió Trump.
Trump no gana para sustos en la realidad que él mismo ha creado. Los consejeros delegados de los tres grandes mayoristas -Walmart, Target y Home Depot- visitaron el pasado lunes la oficina oval de la Casa Blanca. Su mensaje: las tarifas aduaneras y su política comercial está alterando la cadena de suministros, los precios de los productos se elevan y se empiezan a vaciar las estanterías en los supermercados. Esto, le advirtieron, se empezará a sufrir dentro de unas dos semanas.
Con los mercados nerviosos por la guerra de Trump contra Powell y contra China, Trump volvió a ver las orejas al lobo. Su secretario del Tesoro, Scott Bessent, declaró ‘off the record’ en una reunión privada con J.P Morgan Chase que el enfrentamiento tarifario con China es «insostenible». Como ha apuntado el economista Paul Krugman, aportar esta información confidencial supone facilitar a los participantes en el cónclave el ‘insider trading’, esto es, hacer apuestas con la información reservada. Su directora de comunicación y Trump declararon después que eran optimistas sobre un posible acuerdo comercial con China.
La «desescalada» es la nueva palabra, según Bessent. Porque Trump también ha «desescalado» ante Powell. Según dijo a los periodistas el pasado martes en la oficina oval, «no tengo intención» de echar a Powell. Es posible, como afirma la economista norteamericana Claudia Sham, que para evitar una recesión -como resultado de una tendencia hacia el estancamiento ya presente antes de Trump, pero reforzada notablemente por su errática política- se podría entender una reducción preventiva de los tipos de interés. «Pero el presidente Trump no debe ser quien lo promueva», señaló.
Es curioso: la economía europea y china tienen en Powell al aliado al que más temen Trump y Bessent. Trump tiene que respetar el límite que le marquen «el grupo de jodidos vendedores de bonos», según las palabras de Clinton en 1992. Porque, en rigor, la economía norteamericana no es ni sólida ni fuerte como farda el aspirante a emperador.
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