lo que está ocurriendo con edificios históricos en Gijón
Gijón, en lo tocante a su patrimonio construido, destaca por llevar décadas siendo un referente en mutaciones arquitectónicas. Contamos con un número creciente de edificios históricos mutilados y deformados por un extenso repertorio de infumables recrecidos, modificaciones arbitrarias de fachadas, coloraciones improcedentes, eliminación de estructuras singulares… un proceso tenaz con resultados perniciosos.
[–>[–>[–>Las escasas y contadas intervenciones en las que se ha primado la aplicación de los criterios internacionales consensuados al respecto son la mejor muestra de que, cuando hay conocimiento y voluntad, pueden conseguirse resultados óptimos. Ahí está la huella de Fernando Martín Ibáñez en la recuperación del edificio Varsovia –calle Cabrales 18–, o de Construcciones Vir en la rehabilitación del edificio Monasterio –calle Marqués de San Esteban 12–. Dos inmuebles que a comienzos de siglo estaban en proceso de ruina y que recuperaron el carácter de hitos urbanos con el que se crearon. Sumando estos dos, es probable que no se lleguen a contar una veintena de intervenciones similares en la ciudad.
[–> [–>[–>Porque la realidad es que llevamos durante las tres últimas décadas asistiendo a un proceso en el que muchas de las arquitecturas de valor que lograron sobrevivir a diversos avatares históricos han resultado irreversiblemente dañadas. La causa son actuaciones que llegan a alterar tanto el concepto arquitectónico original que el resultado final resulta tan incongruente como devaluante. Cabe asumir que todo esto se ha consolidado como tradición local y que en ella seguimos avanzando de manera imparable.
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En los últimos meses se han hecho públicos dos proyectos que, teóricamente, vienen a recuperar sendos inmuebles singulares y que, de nuevo, no serán más que un suma y sigue de ese penoso proceso de perpetrar una versión empeorada de Gijón.
[–>[–>[–>Una de ellas es la reconstrucción de la que en su etapa final de vida se conoció como la Casa de ejercicios espirituales Santa Eulalia, en El Bibio.
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Esta construcción se levantó en dos fases, una a finales del siglo XIX y la segunda en la década de 1900, como un chalé rodeado por una amplia parcela emplazada entre la calle Ezcurdia y la carretera de Villaviciosa. Se señala a Luis Bellido como su autor pero, a día de hoy, no pasa de atribución. Lo que sí consta de manera fiable es que su primer propietario fue Bonifacio de Viedma quien posteriormente la vendió a Florencio Rodríguez. En todo caso la vivienda fue concebida formalmente siguiendo el gusto del momento, dentro de un eclecticismo conjugado con un toque pintoresco, y su aspecto quedó definido por una torre lateral y un potente cuerpo acristalado de tres pisos en la fachada principal. Como era propio en la época, se emplearon constructivamente materiales de fabricación industrial como la piedra artificial combinados con el cuidado trabajo de ebanistería que protagonizó los exteriores en galerías y aleros, sin faltar algún detalle colorista complementario como azulejos polícromos.
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[–>Abandono durante años
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Esta construcción pasó a manos del Arzobispado de Oviedo durante la segunda mitad del pasado siglo, cinco décadas durante las que el chalé sufrió modificaciones diversas y añadidos poco afortunados que lo desfiguraron. Vendida la finca hace 25 años, la parte posterior de la parcela fue pronto edificada en altura, mientras se anunció que la construcción histórica iba a rehabilitarse y reconvertirse en hotel de lujo, proyecto que quedó varado con la crisis inmobiliaria posterior. El abandono del inmueble durante esos años hizo que su deterioro avanzase con rapidez y, a pesar de estar determinada su conservación en el Catálogo Urbanístico, el primer gobierno de Foro autorizó su demolición en 2014 bajo el acuerdo de que, posteriormente, se reconstruiría una réplica.
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Más de una década después ha llegado ese momento y la infografía que puede verse en la valla publicitaria existente en la parcela resulta impactante. La reconstrucción no va a recuperar la imagen inicial de aquel chalé primisecular del que se conservan varias fotografías que lo harían posible con fiabilidad, por el contrario se centra en rehacerlo con la amalgama de alteraciones volumétricas con las que el edificio había llegado a este siglo, envuelto ahora todo ello en color merengue. No se recupera así un referente del barrio de El Bibio, aquella pequeña ciudad jardín que tuvo como origen la quinta de Ballesteros, hoy conocida como Monasterio, que aún se localiza a poca distancia y que está sumida en la ruina.
[–>[–>[–>El Hogar del Productor
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El segundo proyecto que viene aquí a cuento es la recuperación del Hogar del Productor de Ceares/Ciares, promovida por el Ayuntamiento. Esta pequeña construcción fue diseñada por el arquitecto Miguel Díaz y Negrete mediada la década de 1950. Aunque no se inauguró hasta comienzos de 1958, el diseño de la fachada principal quedó definido en 1955 y para su cuerpo central, la parte más llamativa, su tracista tuvo en cuenta la retícula de la fachada de la entonces recién terminada Casa Sindical de Madrid, que a su vez tomaba referencias en la arquitectura italiana.
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Esa cuadrícula, adaptada en Gijón a una escala mínima, fue parte del cuidado diseño de un edificio que tuvo como singularidad llevar la modernidad al extrarradio y a un poblado obrero. Modernidad estética, pero también funcional ya que la dimensión y diseño de los vanos de esa fachada principal se hizo atendiendo a su orientación oeste y a la necesidad de atenuar la insolación de las dependencias internas durante las tardes. Esa parte central de la fachada se eliminó décadas atrás por el deterioro derivado de su falta de mantenimiento adecuado.
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Resulta epatante el proyecto que acaba de presentar el gobierno municipal hace unas semanas para la recuperación de este inmueble. En él, en vez de buscar recomponer el aspecto externo original de la construcción, se opta por sustituir el pegote actual por otro nuevo al recubrir gran parte de esta fachada con un laminado plástico, lo que terminará por desfigurarla definitivamente.
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Sin duda, la decisión será impactante para muchos, incluyendo instituciones como la Fundación Docomomo Ibérico dedicada a la identificación de las obras vinculadas al Movimiento Moderno realizadas en la península. Una entidad que incluyó esta construcción en su estricto catálogo como reconocimiento a su valor, algo que nuestros responsables municipales, al parecer, o desconocen o les importa poco.
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Con este contexto no resulta extraño que no se haya incluido en las obras de remodelación previstas para el Teatro Jovellanos la recuperación de las franjas de vidrieras que caracterizaban su fachada y que se eliminaron tres décadas atrás.
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Tampoco resultará extraño que, salvo sorpresa inesperada, tampoco se recupere la fachada original de la antigua Caja de Ahorros Municipal en la confluencia entre las calles San Antonio e Instituto, una de las esquinas más singulares de la arquitectura racionalista local, dentro del proyecto de reconversión del edificio en hotel.
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Si José Ortega y Gasset escribió que «el progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer sino al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor», aquí estamos desdibujando y perdiendo una y otra vez un legado que debería defenderse como parte de nuestra identidad.
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