Los ‘anti-Tesla’ alemanes o el activismo que vio venir a Elon Musk y su deriva ultra

«Con Donald Trump en la Casa Blanca creció el movimiento anti-Tesla. Pero nuestra gente estaba colgada de los árboles de Grünheide mucho antes de su regreso al poder, con Elon Musk convertido en su mano derecha», explica Caro Weber, portavoz de ‘Tesla den Hahn abdrehen’ –o ‘Ciérrale el grifo a Tesla’–. Su plataforma es la convocante de las concentraciones de protesta de esos días, esta vez ante el concesionario de la marca de Musk en Berlín. Pero el símbolo de su lucha sigue siendo el bosque de Grünheide, a unos 30 kilómetros de la capital alemana. Ahí se inauguró en 2022 la gigafactoría de baterías y autos de la marca de Musk, con asistencia del canciller Olaf Scholz. De las sonrisas y complicidades entre el multimillonario y el jefe del Gobierno alemán de entonces se pasó al actual cruce de reproches entre la Casa Blanca y Alemania o al apoyo de Musk a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), segunda fuerza nacional desde las pasadas elecciones generales germanas.
La activista Weber representa a la generación más joven entre los centenares de manifestantes concentrados ante el centro comercial. Ahí están también miembros de ‘Omas gegen Rechts’ –las combativas ‘Abuelas contra la Derecha’–, movimiento muy presente en toda marcha contra la AfD, así como un grupo de estadounidenses como Jackson Emanuel, quien exhibe un cartel con la frase ‘Send Musk to Mars’ –‘Envía a Musk a Marte’–. Lo de que «su gente» estaba colgada por los árboles de Grünheide es una alusión a los compañeros que, desde 2020, dos años antes de la inauguración de la gigafactoría, lucharon contra la autorización de una fábrica de 300 hectáreas de la que iban a salir 1.000 autos al día. La única de Tesla en Europa, presumía la clase política alemana. De ella dependían 12.000 puestos de trabajo en el ‘land’ económicamente débil que es Brandeburgo. El Gobierno de Scholz, como el regional, asimismo socialdemócrata, respaldaron a Musk. Brandeburgo, como buena parte del este alemán, es y era ya entonces territorio abonado para la AfD. Los planes de Musk sufrieron varias demoras hasta agotarse los recursos ante la justicia de vecinos, agricultores y activismo ecologista. Ganó el argumento de los puestos de trabajo y del medio millón de autos que, teóricamente, saldrían anualmente de la gigafactoría.
Protesta frente al concesionario de Tesla en el centro de Berlín. / GEMMA CASADEVALL
Una fábrica polémica y bajo el signo del sabotaje
El impacto medioambiental pasó a segundo plano. Los argumentos de los que ahora reclaman «cerrarle el grifo» a Musk, entonces conocidos como ‘Ende Gelände’ –juego de palabras traducible como ‘territorio final’–, cayeron entre sucesivas acciones policiales para su desalojo. Ya con la gigafactoría en marcha hubo más demandas por vertidos no autorizados y contaminación del subsuelo de una zona boscosa. Se ganó alguna batalla, como la reducción a la mitad de la tala de árboles –las 100 hectáreas previstas quedaron en algo menos de 50–. Pero nada detuvo esa inauguración que Musk convirtió en uno de sus shows y que ahora tal vez le pese a Scholz haber presidido. Para la automoción alemana, era una afrenta antes incluso de que estallara la gran crisis que atraviesa el sector.
Nada ha discurrido como planificó el representante del trumpismo a escala empresarial. Hace un año, la gigafactoría interrumpió durante semanas su producción por el sabotaje a una torre de alta tensión atribuido a un grupo de extrema izquierda llamado ‘Vulkangruppe’. «Son los ecoterroristas más estúpidos del planeta», sentenció Musk. A su parecer, atentar contra su imperio de autos electrónicos es negarse al desarrollo de una tecnología necesaria para sustituir al motor de combustión. El activismo moderado se distanció de los saboteadores. Los radicales, por su parte, no se sintieron ni solos ni estúpidos. En paralelo se habían extendido las huelgas en talleres de Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia contra el propósito de Musk de ignorar los convenios salariales. También entonces se produjeron en Grünheide acampadas multitudinarias entre encontronazos con los antidisturbios y aparatosos operativos de desalojo.
Un activista con una señal que insta a Elon Musk a Marte. / GEMMA CASADEVALL
Apenas una treintena de activistas secundan ahora las acciones puntuales o concentraciones ante la gigafactoría. Las protestas ante el concesionario berlinés de Tesla, en un centro comercial de la capital, captan mayor atención mediática. Las autoridades berlinesas las resuelven con vallas de protección, unas decenas de agentes y varios vehículos policiales protegiendo el sello de Musk.
Los aranceles como motivo de divorcio
El hombre de confianza de Trump parece víctima de la notoriedad derivada de su cercanía con el presidente. La espiral de aranceles atenta contra un imperio agrietado y se apunta a una ruptura entre dos agólatras de carácter imprevisible. Las acciones de Tesla se derrumban, las ventas caen y nadie parece tener demasiadas ganas de acercarse a concesionarios salpicados por campañas de protesta que desde hace semanas se producen en varias ciudades del país y resto de Europa.
Solo en Alemania, las nuevas matriculaciones del Tesla Model Y, el más vendido del mundo en 2023, cayeron el pasado marzo un 76% a escala interanual. El jefe de Tesla en Grünheide, André Thierig, lo atribuye a la transición entre el viejo y el renovado Model Y. No es un problema exclusivamente alemán, sino global y desde antes de materializarse la guerra arancelaria de Trump. En China, la caída de ventas fue en febrero del 40%, mientras que en la UE el desplome se situó a principios de año en un 50%.
Para el activismo berlinés, que a Elon Musk se le perciba como una persona non grata es una victoria tras las alertas que en su momento se ignoraron o atribuyeron a lo que el dueño de Tesla descalificó como «ecoterrorismo estúpido».
A las protestas pacíficas se suman los ataques incendiarios contra autos o concesionarios de Tesla en los 16 estados federados del país, según documenta el semanario ‘Der Spiegel’. Van desde daños intencionados en la carrocería de los Tesla, a incendios o vandalismo contra sus tiendas, entre pintadas con frases como ‘There is no inovation in ecozide’ y ‘FCK Elon’.
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