Los asesinatos nunca aclarados de la RAF en Alemania planean sobre el juicio a la presunta terrorista Daniela Klette

«Soy consciente de mi situación. Será un juicio con mucha carga política aunque se sostenga lo contrario», afirmaba la presunta terrorista de la extinta RAF Daniela Klette, cuando finalmente tomó la palabra, cinco horas después de iniciarse su juicio. No se la juzga por su supuesta implicación en los atentados de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), sino por 13 atracos a mano armada, cometidos según la acusación entre 1999 y 2016 por el trío que formó con los prófugos Burkhard Garweg y Ernst-Volker Staub. Pero sobre su proceso planean los asesinatos de autoría nunca aclarada, entre el total de las 34 víctimas mortales y 200 heridos que dejó la autoproclamada banda anticapitalista y marxista alemana hasta su disolución en 1998.
El asesinato no prescribe, es la máxima del sistema judicial alemán que se aplica tanto a los juicios tardíos contra nonagenarios o incluso centenarios cómplices del nazismo como contra ex terroristas como Klette, de 66 años. Se la considera miembro de la tercera generación de la banda que fundaron a mediados de la década de los 70 Andreas Baader y Ulrike Meinhof. Los atracos que se atribuyen al trío de Klette corresponden a su ‘segunda vida’, la que se labró como ‘Claudia’, bajo diferentes apellidos falsos. Llevaba 30 años buscada por la policía hasta que en febrero del año pasado la policía llamó a su puerta. Para sus vecinos, era la amable mujer de un piso de la quinta planta en la Sebastianstrasse, 73, en el multiétnico distrito de Kreuzberg. Sacaba a pasear al perro, daba clases de recuperación de matemáticas y bailaba capoeira en un grupo del barrio.
Un grupo de investigación periodística reconoció en Facebook su rostro entre los danzantes de un desfile de carnaval del barrio. Se reveló así su auténtica identidad como pieza clave del trío de ‘jubilados de la RAF’, como se les llama por la edad, que perpetró sus atracos a mano armada en distintos puntos del país, con un botín total de 2,7 millones de euros. En su modesto piso de dos habitaciones guardaba armas automáticas, munición, un kilo en oro y 250.000 euros en metálico. Se entregó sin oponer resistencia, pero tuvo tiempo de enviar un mensaje a uno de sus compañeros prófugos: ‘me han pillado’.
Solidaridad residual
“Todo esto es exagerado”, comentaba uno de los periodistas acreditados para seguir el proceso, en primera fila de la treintena de puestos asignados a los medios de la Audiencia de Celle, la ciudad de Baja Sajonia donde se abrió el juicio, el martes pasado. Se refería a los enormes dispositivos de seguridad que envuelven el juicio. La procesada y sus tres abogados están aislados en su ‘vitrina’ de cristales blindados. El público corriente, como la treintena de representantes de la prensa y un par de medios extranjeros, entre ellos EL PERIÓDICO, está tras una segunda muralla de cristal blindado. Llamó la atención que el teórico periodista al que las medidas de seguridad le parecen exageradas cruzara un amistoso saludo con Klette. La procesada había entrado en su vitrina entre abrazos solidarios con sus abogados, más el saludo cómplice al ‘periodista’.
Se trata de Karl-Heinz Dellwo, como le identificó el semanario ‘Der Spiegel’. Un ex terroristata de la RAF juzgado y condenado por el atentado y toma de rehenes con dos muertos en la embajada alemana de Estocolmo, en 1975, en libertad desde 1995. Que lograra acreditarse como periodista, cuando supuestamente hay enormes medidas de seguridad, es uno de los enigmas del proceso. Antes de superar los controles de acceso, Dellwo y la enviada del diario de la izquierda radical ‘Junge Welt’ Ariane Müller, se habían sumado a la concentración de solidaridad con Klette.
Eran apenas una treintena de simpatizantes los que se han acercado a Celle, una ciudad de 78.000 habitantes de Baja Sajonia y a 150 kilómetros de la cárcel de mujeres donde está recluida la procesada. Exhiben sus pancartas pidiendo ‘solidaridad internacional’ y corean canciones de bandas punk extintas como la RAF, donde se califica de ‘asesina’ a la policía. Es una protesta tan ruidosa como residual.
“Tuvieron acceso a las armas de la RAF, estaban entrenados en su manejo, amenazaron con ellas e hicieron temer por sus vidas a empleados o cajeros, inclusive una embarazada. Al menos en una ocasión dispararon a matar sobre uno de ellos”, explica en un aparte con los medios Stefen Hörnig, parte de la acusación particular. Representa al conductor de un transporte de dinero contra los que se dirigieron los tiros del trío en uno de sus atracos. Supuestamente Klette estaba al volante del auto utilizado por el grupo.
La tapadera de la autoría colectiva
Para el juicio de Celle se prevén una cincuentena de vistas todo este año. A ese proceso deberá seguir otro, el relacionado con su existencia anterior como miembro de la RAF. Ahí deberá responder por un atentado contra el Deutsche Bank en 1990, contra la embajada de Estados Unidos en Bonn de 1991 y contra una cárcel, en 1993. Son casos menores, como todos los de la ya agónica tercera generación de la RAF. “Es una vergüenza para el Estado de Derecho que se siga sin esclarecer la autoría de los asesinatos del ‘otoño alemán’”, opina el columista del diario conservador ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’, Reinhard Müller. Se refiere a los asesinatos de la etapa más mortífera de la banda terrorista, entre octubre y noviembre de 1977.
Entre las víctimas de la RAF hubo representantes del mundo empresarial, como el fiscal general Siegfried Bubak, el jefe de la patronal Hanns Martin Schleyer y el presidente del Deutsche Bank, Alfred Herrhausen. Algunos siguen sin esclarecerse, debido al ‘código de conducta’ de la banda que consideró como acto colectivo todos sus atentados. La estrategia de Klette consiste en el victimismo y en denunciar como ‘acoso’ la persecución policial de sus 30 años como ‘Claudia’. La policía lanzó contra ellos a ‘cazadores de recompensa’, afirma. Sigue la búsqueda de los dos prófugos del trío al que perteneció, ya ‘jubilada’ de la RAF.
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí