Los ataques de Trump a Zelenski unen a la sociedad ucraniana y espolean al Ejército: «Vamos a seguir luchando»
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Nada une más a Ucrania que una derrota. Ocurrió en 2014 tras la anexión ilegal de Crimea, en 2015 con la pérdida del aeropuerto de Donetsk o en 2022 tras la rendición de Azovstal en Mariúpol. En el tercer aniversario de la invasión rusa a gran escala, los peores augurios se han cumplido. Donald Trump llama «dictador» a Volodímir Zelenski, y repite la narrativa del Kremlin palabra por palabra. ¿La consecuencia inesperada? Que la división interna, creciente en a la sociedad ucraniana por la dilatación de la guerra, se ha disipado. La unión ha vuelto al país.
«Vamos a seguir luchando. Estamos listos para ser desplegados en Washington si es necesario», bromea Andriy, un soldado ucraniano que lleva combatiendo en Kursk desde agosto pasado. A pesar de la ironía, sus palabras resuenan entre los soldados del exhausto Ejército de Kiev. Su comandante, por el contrario, es más cauteloso. El terreno está embarrado, las trincheras son escasas, y Vladímir Putin ansía echarles siete meses y medio después de la violación de sus fronteras. «No tengo tiempo para pensar en política. Los rusos están empujando y no podemos ceder ni un centímetro más. Esa es nuestra misión: luchar«.
¿Cómo hacerlo? Esa es la gran duda ahora. Estados Unidos ha aportado 64.100 millones de euros en asistencia militar desde 2022. Un 4,7% más que la suma de todos los países europeos. Y aunque la unión de ayuda civil y armamentística del resto de Estados occidentales es superior, la Casa Blanca ha sido el mejor aliado de Ucrania para sostener el frente hasta la fecha. Una realidad que podría cambiar pronto. «No hay apetito» para continuar la financiación, dijo Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes norteamericana, el pasado jueves, deslizando el supuesto nuevo rumbo de la Administración Trump. Si es cierto o una mera estrategia para forzar un acuerdo por las tierras raras, solo el tiempo lo dirá.
Del meme a la guerra de guerrillas
En las trincheras ucranianas se escucha el sonido de las botas sobre la nieve, se ven cada vez más redes antidron y hay un meme de dos imágenes que se ha vuelto viral. En la primera, varios hombres pelean en el suelo. Bajo la foto, un texto: «Ucranianos discutiendo de política interna». En la segunda, un grupo numeroso bien trajeado se sienta alrededor de una mesa redonda. El mensaje: «Ucranianos cuando Trump insulta a Zelenski».
Un soldado ucraniano, en posición de mortero en la frontera entre Sumi y Kursk. / FERMÍN TORRANO
El chiste refleja con fidelidad el sentimiento del país. Desde la línea cero del campo de batalla hasta el último pueblo de la retaguardia. La última encuesta del Instituto Internacional de Sociología de Kyiv mostraba un 57% de apoyo a Zelenski entre la población. Dos semanas después, tras detonar la tensión diplomática, el apoyo se ha multiplicado y los mensajes de ciudadanos que nunca votaron al presidente mostrando su respaldo y pidiendo no ceder surgen en toda conversación.
«En 2019 pensé que nos traicionaría, que debilitaría al Ejército. Ahora quieren forzar su salida, para vendernos a nosotros después», sospecha Maksym, tumbado en un agujero bajo tierra en el norte del país, en el que apenas caben tres literas.
«No nos rendimos cuando nos dieron tres días y la embajada de Estados Unidos hacía las maletas. No nos rendimos cuando nuestra capital estaba rodeada por las tropas de élite rusas (…), y por primera vez en la historia, entramos al territorio de una potencia nuclear para forzar al agresor a hacer la paz», escribe el veterano Orest Drymalovskyi, en la red social X. «Aunque nos vuelvan a dar pocos días de nuevo, esto no significa que sea verdad».
Se ha escrito mucho sobre la resiliencia ucraniana en estos últimos tres años. En Kiev, Yevhen Hlibovytsky, director del instituto Frontier, teoriza por qué el país no se ha partido en dos. Según el académico, la amenaza exterior es tan capital como «la suerte histórica» del mandato de Zelenski porque llegó al poder con el apoyo de los ciudadanos más cercanos a Rusia y cumplió todas sus promesas de paz: intentó parar la guerra del Donbás, buscó acuerdos con Putin y planteó alternativas no maximalistas.
«Misión histórica»
«Si hubiera sido un presidente proccidental, la parte de la sociedad más prorrusa pensaría que no ha hecho lo suficiente para negociar», explica Hlibovytsky. «Zelenski ya ha cumplido su misión histórica«.
Un piloto de Vampire Drones, en la parte delantera de Jarkiv. / FERMÍN TORRANO
La realidad es que los otros candidatos posibles a la presidencia como Valerii Zaluzhnyi, anterior comandante en jefe del Ejército de Ucrania; Petro Poroshenko, presidente hasta 2019, o Yulia Timoshenko no han entrado al juego de Trump, evitando batallas intestinas en la sociedad. Lo mismo ocurría hasta ahora con la inteligencia ucraniana, que actuaba con el freno de mano echado por la presión de Washington para no escalar la guerra. Por eso, donde unos ven abandono, otros creen que vuelve la oportunidad para extender las tácticas de guerrilla y misiones al otro lado de las líneas enemigas.
En los últimos tres años, la CIA y otras agencias han frenado a los espías ucranianos, según ‘The Times’. Ataques como el asesinato de la hija de Alexander Dugin o el patinete bomba que terminó con la vida de un general ruso de alto rango, el diciembre pasado podrían replicarse. Y aunque Kyrylo Budanov, jefe de inteligencia militar ucraniana, pide públicamente mantener relaciones con Estados Unidos, pocos dudan de que los ataques pasarán a una nueva dimensión.
«Al principio estaba enfadado y muy decepcionado», reconoce Tzer, soldado de las fuerzas especiales ucranianas, sobre Trump. «Después dejé de leer las noticias. Entendí que las reglas han cambiado y que ya no podemos fiarnos de nuestros socios. Ahora solo nosotros podemos luchar por nuestra libertad y nuestra victoria. Pero nadie más podrá decirnos cómo hacerlo».
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