Los uruguayos se despiden en masa de José Mujica
Una multitud se ha movilizado en las calles de Montevideo para despedir al expresidente uruguayo José Mujica, fallecido este martes a los 89 años tras más de un año luchando contra un cáncer de esófago. El cortejo, encabezado por el presidente del país, Yamandú Orsi, e integrantes de su gabinete, comenzó a las 10 de la mañana y recorrió varias calles céntricas de la capital. La procesión realizó paradas simbólicas en la sede del Frente Amplio (FA) y el Movimiento de Participación Popular (MPP), una de las líneas internas de esa coalición de centroizquierda, de la cual Mujica era su principal referente.
La capilla ardiente en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso permanecerá abierta hasta la tarde del jueves. Se espera una alta afluencia de ciudadanos, no solo pertenecientes al FA. Mujica fue un personaje singular en la legislatura. Cuando se desempeñó como diputado dijo sentirse tan extraño como «un florero». Luego fue senador, hasta que decidió abandonar la actividad legislativa en 2018 por «cansancio».
El Gobierno uruguayo esperaba la llegada del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, procedente de China. El deceso de su amigo le provocó un fuerte impacto emocional. «Me desperté en Pekín con la triste noticia de que hoy nos dejaba Pepe Mujica, dejándonos llenos de tristeza, pero también con muchas lecciones», dijo a través de X.
En el cementerio montevideano tendrá lugar la cremación en una ceremonia íntima y privada. Los medios de prensa locales recordaron que el último deseo de Mujica era ser enterrado donde se encuentran los restos de su perra Manuela, junto a un sequoya en su chacra de Rincón del Cerro, en la periferia de la capital. El Pepe había comenzado los trámites administrativos para poder cumplir esa voluntad póstuma.
Repercusiones internas
La figura de Mujica no era objeto de interpretaciones unánimes en Uruguay, más allá de la simpatía que podían provocar sus palabras ocurrentes y el modo de vida austero. «Para los uruguayos fue ángel y demonio. Afuera era un referente, y adentro, un ídolo para una mitad y responsable de muchos de los males actuales para la otra. Pero nunca, nunca, causó indiferencia», dijo Andrés Danza, columnista de Búsqueda. A su criterio, Pepe «envejeció bien. Por más que muchos crean lo contrario, llegó a entender esa polarización que generaba y supo retirarse a tiempo de la carrera presidencial». Recordó al respecto que en 2019 estuvo a punto de ser candidato «pero prefirió no correr la carrera». Lo hizo «convencido de que tenía demasiados años y también de que contaba con muchos detractores como para ser el primer mandatario de todos los uruguayos». Mujica ejerció el «puro sentido común, algo que siempre supo utilizar y mostrar muy bien».
Con un tono similar se expresaron los expresidentes que fueron también sus adversarios. «Me quedo para siempre con nuestro último abrazo», dijo Julio María Sanguinetti, el dirigente del partido Colorado que comandó la transición democrática a mediados de los años 80, cuando Mujica abandonó la cárcel. «Me nace destacar lo bueno y las coincidencias», expresó Luis Lacalle Pou, del partido Nacional (Blanco).
El diario El País de Montevideo, de orientación conservadora, reconoció en su editorial el rol de Mujica en seis décadas de Uruguay. «Fue activo protagonista de los movimientos guerrilleros que dañaron profundamente la democracia ejemplar que por entonces era Uruguay. Embotada por una cultura que proclamaba al hombre nuevo; frustrada por un estancamiento económico que parecía estructural; convencida del motivo que imponía su fusil; descreída de la libertad y de la igualdad que ofrecía la democracia liberal menospreciada por formal y burguesa, la guerrilla tupamara fue causa fundamental del auge del protagonismo militar que terminó por arrasar las instituciones democráticas en 1973″.
Mujica, al igual que gran parte de la dirigencia tupamara, estuvo en la cárcel 12 años en condiciones infrahumanas. El tiempo le permitió por convencer «de andar el camino electoral para legitimar su liderazgo». Para la publicación, «sin el particular liderazgo de José Mujica, el FA jamás hubiera alcanzado las mayorías electorales que le permitieron acceder al poder en 2005 y, sobre todo, mantenerse con mayorías propias por dos períodos más». El tiempo de su presidencia «fue el de mayor bonanza internacional del que se tenga memoria. Hubo crecimiento del salario real y bajo desempleo: las clases medias, finalmente, accedieron a niveles de consumo antes impensados». A El País de Montevideo se le hace difícil aceptar el impacto global de la figura de Mujica. «Su edulcorada leyenda cautivó; su calculada austeridad se elogió; sus simplistas sentencias se adularon».
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