miseria y miedo en una nación “secuestrada” que teme un conflicto inminente
Apenas hubo pólvora en Venezuela la noche de fin de año. Allí, cuentan, “medimos el estado de la economía por la cantidad que se quema en Nochevieja” y se ve que esta vez no había mucho que celebrar ni dinero con que comprar. La tasa de inflación cerró 2024 en un 85 por ciento, “hay trabajadores con ingresos que no superan los cuatro dólares al mes” y el cruce de esos dos datos “pone a la gente en una situación muy compleja” que saca de los mercados de Caracas compradores “con tres tomates, cuatro cebollas y una lata de sardinas”… Ramón, asturvenezolano, acaba de abandonar ese lugar en el que “la gente pasa hambre” y “la economía está detenida”, un país triste y silencioso “sin producción interna”, “sin economía de mercado ni estado de derecho” en el que ha subido desde las elecciones de julio la sensación de que “la calle es un riesgo”. Hay “universidades fantasma”, el espacio urbano está desierto y “se desaconseja salir después de las seis de la tarde, sobre todo a los extranjeros. Extranjero que agarran, extranjero que meten preso por espía, terrorista o conspirador contra el régimen…”
Eso es Venezuela a pie de calle en el relato desolado de un asturvenezolano recién llegado a España con su familia, uno de tantos que no ven el futuro de una nación sometida a años de creciente crisis política y económica y vaticina “una nueva oleada migratoria” desde un país que ya ha visto partir a ocho millones de personas… Ramón no se llama Ramón. Esconde su identidad auténtica por miedo a las represalias contra el entorno familiar que ha dejado en el país y su anonimato forzado es otro indicio de la aceleración del “naufragio” de una nación en la que “la cruda verdad es que las instituciones gubernamentales están secuestradas” y teme encaminarse, lamenta, “de cara al conflicto”.
Consumado este viernes el enroque del chavismo en la toma de posesión de Nicolás Maduro, ejecutada la proclamación del presidente pese a las muy serias dudas de la licitud del triunfo electoral que se arroga, la conciencia de que “este régimen ha pasado a ser oficialmente ilegítimo” hace prever que las cosas empeorarán. “Todo empezará a ser válido”, pronostica Ramón. “En la medida que el régimen ha quedado acorralado se ha vuelto más peligroso”.
Las 83 detenciones por motivos políticos que calcula la ONG Foro Penal sólo en lo que va de año son un inquietante motivo para el temor a lo que no son otra cosa que “secuestros y desapariciones forzadas”. “Han establecido el terror como una dinámica de Estado”. A Ramón se le va la vista al secuestro reciente del yerno del opositor Edmundo González, al más remoto de “los dos turistas españoles retenidos desde septiembre” o al “asedio al que tienen sometida a la madre de María Corina Machado, una señora de ochenta y tantos años”, y sentencia contrariado que “el país es un desastre” del que quien puede se marcha. “No ven salidas y piensan ‘antes de seguir pasando hambre, me voy. Dejo a mi padre, a mi madre o a mi mujer atrás y me voy a trabajar de obrero a donde me paguen…” El problema es que ni emprender la huida es sencillo: “Sacar el pasaporte vale 350 dólares” que dadas las circunstancias no todo el mundo se puede permitir.
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Y ahora, ¿qué? “Pues de aquí al corto plazo, porque ni siquiera lo vislumbro a medio”, teme un conflicto armado “que no creo que dure mucho”. La dialéctica prebélica que han adoptado las últimas alocuciones públicas de Maduro dan algunas pistas sobre lo que se avecina, “y allí hay gente que ya se lo espera”, lamenta. Para resolver el intrincado laberinto del futuro de Venezuela conviene valorar el efecto que puede tener otra inminente toma de posesión, la de Donald Trump en Washington, y el temor que pueda generar en el chavismo la política que respecto al país caribeño adoptará el nuevo presidente de Estados Unidos y que “va a ser dura, pudiendo activar de algún modo mecanismos que antes no se podían activar”. No queda otra. A los de dentro y a los de fuera, concluye, “nos toca respirar profundo”.
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