Mujer contra mujer
María Palacios, esposa de Alessandro Lequio, en portada de la revista «¡Hola!». Ocurre tras el despido del conde de Mediaset, después de una entrevista a Antonia Dell’Atte en «El País». Palacios indica que ella ni es víctima ni cómplice y, por supuesto, señala a Dell’Atte. No se menciona en el texto lo que la justicia ya pronunció, ni las pruebas presentadas o ni se pregunta sobre aquella declaración de Lecquio hace años en un programa de televisión. La revista cerró los comentarios en las redes. Antes varios mensajes señalaban que era una portada revictimizadora, en plena semana del 25N. Yo pensaba en Dell’Atte y en tantas víctimas a las que portadas como estas les parten en dos. Los casos mediáticos sirven de ejemplo y de opinión pública, y no siempre para bien, sino para dejar la sombra de la negación o la sospecha.
[–>[–>[–>Ahora dejemos este caso, pues no es la primera vez que la prensa nos ofrece el duelo «mujer contra mujer». Lo vemos también en política, con esos enfrentamientos de mujeres representantes de Vox contra feministas. Recordemos otros casos mediáticos calcados a estos, y cada una incluso habrá vivido algo muy parecido en su vida y bajo nombres anónimos.
[–> [–>[–>Enfrentar a mujeres se llama patriarcado y es su estrategia preferida. ¿Por qué? Porque mientras el foco se pone sobre ellas, el foco no está en ellos, a los que ni se les espera. Aparte, una de ellas hace siempre un contorsionismo reputacional, pues esa mujer entrega o sacrifica su imagen para defender al hombre, aunque ella acabe quedando peor.
[–>[–>[–>
Por otro lado, habrá que recordar que hay hombres reincidentes y no reincidentes. También que en algunos casos hay pruebas. Y en otros habrá que recordar que, si no acaban en casos condenatorios, no implican denuncia falsa, sino que los hechos prescriben o no hay suficientes pruebas porque los hechos ocurren en la intimidad. Por eso el testimonio de una mujer no invalida el de otra, porque los contextos son diferentes. El esquema de mujer contra mujer es desequilibrado, pues no todas han vivido las mismas experiencias.
[–>[–>[–>Pero se repite y se repite siempre lo mismo: el juego de ponerlas en duelo a ojos del mundo. Es rentable, da dinero y a quien no tiene que poner la cara, le delata. Cuando el patriarcado se originó quedó una cosa clara. Sobre la mujer que no aceptara las normas, los códigos legitimaban la violencia. Sobre la mujer que respondía como el patriarcado quería, había premio. Y aquello se hizo normalidad en el pensamiento social. Para sobrevivir en un mundo y en un entorno hostil, desde la antigua Grecia o Roma, decenas de mujeres señalaban a exparejas con permiso o con las indicaciones de sus esposos. Todo para seguir manteniendo su orden, su estatus y su reconocimiento.
[–>[–>[–>
Estamos en 2025, pero esto no es más que la herencia de años y años de una estructura milenaria. Pero por mucho que ya nos pongan en portadas a mujeres para dividir, enfrentar, silenciar o distraer; nosotras no olvidamos el origen, la responsabilidad y el poder.
[–>[–>[–>
Suscríbete para seguir leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí