Netflix, Paramount y la batalla final por Hollywood
En menos de una década, Netflix ha pasado de ser el outsider digital que desafía al viejo Hollywood a convertirse en el principal candidato para consolidarlo bajo su dominio. La oferta de 82.800 millones de dólares por activos clave de Warner Bros. Discovery – … incluyendo HBO Max, los estudios Warner y el catálogo de DC- no es sólo una operación industrial: es un golpe maestro que podría sellar el destino de la guerra del streaming, marcada por años de sobreexpansión, fragmentación y costos insostenibles.
El mensaje al mercado es inequívoco: la era de “todos contra Netflix” ha terminado. Comienza la época del integrador total, el actor con escala global, profunda propiedad intelectual y capacidades de distribución directa. Para Netflix, adquirir Warner es el consagración de su modelo: datos, producción y distribución en un único ecosistema. Ya no se trata de competir con los estudios tradicionales: se trata de absorberlos.
Pero el movimiento ha desatado una reacción de alto voltaje. Paramount Skydance, acorralada por pérdidas, presión de deuda y pérdida de relevancia, respondió con una oferta pública de adquisición hostil de 108.400 millones de dólares. Su objetivo es doble: frenar la operación de Netflix o, al menos, encarecerla y ganar tiempo en un mercado donde sólo tres o cuatro grandes jugadores sobrevivirán. Su narrativa es inteligente.: una alianza entre estudios ‘clásicos’, más aceptable para el regulador y sin los riesgos de concentración tecnológica que supone dejar a Warner en manos del gigante global del streaming.
Este choque corporativo revela dos estilos de gestión radicalmente opuestos. Netflix, liderada por Ted Sarandosapuesta por la eficiencia algorítmica, la integración vertical y la hegemonía global del contenido bajo demanda. Su interés excluye canales lineales como CNN o TNT, que desprecia: busca activos compatibles con su lógica digital, no cargas regulatorias. Su adquisición está alineada con una visión que prioriza el ARPU, la rentabilidad por suscriptor y la explotación intensiva del catálogo.
Paramount, dirigida por David EllisonHijo del multimillonario Larry Ellison, fundador de Oracle, representa el viejo ecosistema mediático: diversificación de canales, presencia en las noticias, apuestas tradicionales de taquilla y un apego simbólico a las estructuras clásicas del entretenimiento. Aunque debilitado financieramente, juega sus cartas en el terreno político: apela a la simpatía de la administración Trump II, que mira con recelo cualquier operación que fortalezca a los «enemigos culturales» del trumpismo: las cadenas informativas CNN, Netflix o el Hollywood liberal.
El contexto político no es menor. El Departamento de Justicia de Trump ya dejó claro en su primer mandato que puede utilizar al regulador como arma ideologicacomo se ve en la fusión AT&T-Time Warner. En este nuevo ciclo, el control de los medios informativos es una prioridad estratégica. Trump no necesita bloquear la operación Netflix-Warner para descarrilarla: simplemente necesita frenarla o imponer condiciones, como una desinversión forzada de CNN.
En este escenario, la oferta pública de adquisición de Paramount no es sólo un acto financiero: es un movimiento político. Se presenta como la alternativa ‘amistosa’ al Gobierno republicano, con una propuesta que preserva un status quo mediático favorable a Trump. Incluso se rumorea que inversores relacionados con el ecosistema MAGA podrían estar detrás de parte de la financiación, con el objetivo de reposicionar a los actores conservadores en la estructura mediática estadounidense.
Pero más allá del drama corporativo y político, lo que está en juego es la fase final de la guerra del streaming, una guerra que estalló en 2013 con House of Cards y que vivió su caótica expansión entre 2018 y 2022 cuando todas las grandes marcas de entretenimiento crearon su streaming para intentar comerse la tostada de Netflix. Hoy en día, las reglas han cambiado: los suscriptores se estancan, los ingresos por usuario caen y los estudios vuelven a licenciar contenido para sobrevivir, lo que es casi lo mismo que vender tu guardarropa diario. Lo que era un campo de batalla de la innovación se ha convertido en una lucha por la concentración y la supervivencia.
La operación Netflix-Warner recuerda a la compra de Fox por parte de Disney en 2019, pero en una escala diferente: no se trata solo de contenidos, sino del control cultural, tecnológico y regulatorio de una industria global. Si tiene éxito, Netflix establecerá un nuevo estándarfusionar la disrupción digital con el legado de Hollywood en una sola entidad. Si fracasa, podría abrir la puerta a Amazon, Apple o incluso una parte de Warner, que distribuiría su catálogo entre compradores con objetivos más ideológicos que industriales, al igual que sus canales de televisión por cable, en claro declive.
La batalla por Warner Bros. es, en esencia, una batalla por la definición de entretenimiento durante las próximas dos décadas. La cuestión ya no es quién produce qué, sino quién decide qué historias se cuentan, cómo se distribuyen y bajo qué lógica cultural. Lo que comenzó como una guerra de plataformas es ahora una lucha por el poder simbólico en la era digital. Y como cualquier batalla por una historia, su resultado marcará no sólo a Hollywood, sino también a la imaginación global.
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