No les tocaba morir
Una vecina y amiga de Óscar Díaz Rodríguez, uno de los mineros muertos la pasada semana en Cangas de Narcea, lo clavó en su funeral. «No le tocaba morir», dijo pensando en «lo injusto y temprano» de su fallecimiento. Es difícil expresar con mayor claridad la frustración y la impotencia tras los demasiados accidentes que está provocando la mina cuando ya no vienen a cuento.
[–>[–>[–>Como bien decía Francisco García el sábado en este periódico, «la mina muere matando». No vienen a cuento estas muertes porque en la actualidad se trata de un sector residual, cuya aportación a la economía del Principado no es significativa. Es más, sólo da disgustos, provocando más accidentes mortales de los que le corresponden por su escasa actividad. O sucesos tan esperpénticos como la inexplicada desaparición en el puerto de El Musel de 150.000 toneladas del preciado mineral, cuyo valor se calcula en 50.000 euros. Se ve que para algunos la mina aún sigue siendo rentable.
[–> [–>[–>La explotación del carbón lleva muchos años agonizando, desde que la Unión Europea tomó la decisión de fijar el 31 de diciembre de 2018 como último día de trabajo en todas las minas que no fueran rentables. Y las agonías propician el desánimo y los fatales descuidos. Total, ya no tiene futuro, para lo que le queda, ya no tiene vuelta atrás. Nos olvidamos de que que aún hay hombres jugándose la vida en la mina. No hay cifras -o yo no las encuentro- de cuántos mineros quedan, pero, aunque fuera solo uno, la obligación de las empresas y las autoridades es velar por su seguridad.
[–>[–>[–>
Las fotos que llegan de las bocaminas -tanto esta de Cangas como la de Zarréu, en la que murieron otros cinco mineros hace ocho meses- nos ofrecen un panorama desolador, de industria en ruinas, de abandono. Tal vez sea esa la estética propia de la mina -una mina de carbón nunca puede ser limpia-, pero cualquiera diría que están exactamente igual que hace cincuenta años, que la mina ha quedado atrapada en un tiempo muy lejano. Si no fuera por los modelos de los coches aparcados en la entrada, que delatan el presente, podrían pasar perfectamente por imágenes de 1975. Nada parece haber cambiado.
[–>[–>[–>El destino ha querido que el último accidente coincida con el conflicto de la Brigada Central de Salvamento Minero. Aunque Hunosa niega que entre sus planes figure la desaparición de la emblemática, aclamada e imprescindible unidad, la precaria situación que ha llevado a dimitir a sus 19 miembros hace pensar que tampoco está entre sus prioridades.
[–>[–>[–>
No soy ningún experto en asuntos mineros -a los que me unen razones familiares-, pero hay un asunto que resulta un tanto confuso. Si Europa obligó a suspender la actividad minera de las empresas no rentables, ¿por qué se insiste en que, tras la pandemia del Covid, se reabrieron algunas explotaciones, como esta de Vega de Rengos? Una de dos. O el carbón ha vuelto a ser rentable o estas empresas han gozado de un trato privilegiado.
[–>[–>
[–>En cualquier caso, los expertos más veteranos advierten de que no ofrece la misma seguridad una industria que llegó a dar trabajo a 30.000 personas que estas pequeñas explotaciones mineras, con trabajadores más jóvenes y menos avezados, en las que se han suprimido los imprescindibles cursos de seguridad y prevención de accidentes, y las que apenas si se les presta atención.
[–>[–>[–>
Tanto los directivos de la empresa como las autoridades se han apresurado a proclamar que este accidente no tenía nada que ver con el de marzo pasado, que aquí estaba todo en regla. Se achaca la desgracia a «un hundimiento fortuito por causa geológica». ¿No hay tecnología que pueda prever las causas geológicas, como se prevén los terremotos o los tsunamis? ¿O es que en la mina estamos condenados, como con los argayos, a los caprichos de la madre naturaleza?
[–>[–>[–>Muchas preguntas buscan respuestas que probablemente no tengan. Pero el caso es que al igual que a Óscar Díaz Rodríguez, a Anilson Soares, originario de Cabo Verde y de 42 años, tampoco le tocaba morir. Su familia ya había cumplido con la mina, en la que también murió su hermano en 2007. Incluso ya había cumplido su pueblo, Villablino, muy castigado por la mina, en la que ya había perdido otro vecino en el accidente de hace 8 meses.
[–>[–>[–>
Suscríbete para seguir leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí