«No somos colonia de nadie», dice Lula en la antesala de la condena judicial contra Bolsonaro
«No somos ni seremos nunca más colonia de nadie. Somos capaces de gobernar y cuidar de nuestra tierra y nuestra gente, sin interferencias de ningún gobierno extranjero», dijo el presidente Luiz Inacio Lula da Silva. El Día de la Independencia de Brasil se proyectó este domingo sobre el pasado y un presente de desafíos: las vísperas del final del juicio contra Jair Bolsonaro y las presiones de la ultraderecha y Estados Unidos para evitar la condena o obtener una amnistía. «No aceptamos órdenes de nadie», remarcó el presidente que el 8 de enero de 2023 fue objeto de un intento de golpe de Estado por el cual están siendo juzgados su antecesor, tres generales del Ejército, un jefe de la Armada, el asistente personal de Bolsonaro, el coronel Mauro Cid, principal fuente de información de la Policía Federal (PF), dos civiles y dos civiles.
Lula habló el domingo por la noche como una suerte de antesala del desfile militar en la Explanada de los Ministerios, en Brasilia, nada menos que el escenario de la trama golpista del 8E. Bajo el lema «Brasil soberano» se presentó junto con su gabinete ministerial y las autoridades parlamentarias. Los integrantes del Supremo Tribunal Federal (STF) encargados de dictar sentencia estuvieron ausentes en la ceremonia para no sembrar suspicacias. Los delitos que carga el excapitán del Ejército sobre su espalda en calidad de cerebro de la conjura podrían valerle hasta 40 años de cárcel. Nadie espera una condena de esa magnitud, pero sí un fallo lo suficientemente ejemplar. Según el diario carioca ´O Globo`, los integrantes del STF emitirán votos con un gran énfasis en la necesidad de defender la democracia, amenazada en 2023, aunque divergirán en la magnitud de las penas.
El desfile en Brasilia se presentó como una afirmación de los principios que el Gobierno dice defender especialmente desde el momento en que la administración de Donald Trump impuso aranceles del 50% a las exportaciones con un fundamento político y no comercial: su rechazo al juicio contra Bolsonaro. El lema «Brasil soberano» se estampó en los gorros que se distribuyeron entre los asistentes a la procesión militar.
«Ataques inadmisibles»
Al hablarle al país, Lula consideró «inadmisible el papel de algunos políticos brasileños que estimulan los ataques contra Brasil». La alusión a Eduardo Bolsonaro, quien motoriza desde Washington las sanciones, entre ellas contra el juez del STF, Alexandre de Moraes, fue inequívoca. Pero el dardo apuntó a la vez contra los sectores de la derecha que presionan en el Congreso en favor de un beneficio para los acusados. «Fueron elegidos para trabajar por el pueblo brasileño, pero solo defienden sus intereses personales. Son traidores a la patria. La historia no los perdonará», advirtió Lula. El líder del Partido de los Trabajadores defendió a su vez la independencia con la cual trabajaron los integrantes del STF- «Velamos por el cumplimiento de nuestra Constitución, que establece la independencia entre los tres poderes. Esto significa que el presidente de Brasil no puede interferir en las decisiones de la justicia brasileña, al contrario de lo que quieren imponer a nuestro país».
Los abogados de Bolsonaro esgrimen la inocencia de su cliente. La ultraderecha habla de «farsa judicial» y contamina X con denuncias sobre hechos inexistentes. Lula aprovechó las circunstancias para sentar una posición contraria a ese tipo de usos. «Las redes digitales no pueden seguir utilizándose para difundir noticias falsas y discursos de odio. No pueden dar cabida a la práctica de delitos como estafas financieras, explotación sexual de niños y adolescentes e incitación al racismo y la violencia contra las mujeres».
La ultraderecha gana la calle
El bolsonarismo decidió movilizarse también este domingo en San Pablo y Río de Janeiro, entre otras ciudades, para reivindicar la figura del expresidente, quien se encuentra bajo arresto domiciliario. La manifestación de la ultraderecha en Brasilia, horas antes de los fastos oficiales, estuvo marcada por los insultos contra Lula, De Moraes y la exaltación de un Trump a quien consideran salvador. En un momentos del acto, la locutora del evento, Cíntia Aquino, pidió a los presentes que gritaran «América, por favor, salva a Brasil».
Lula y la cúpula militar
La cúpula castrense se mantiene por ahora en silencio a pocos días del desenlace judicial que involucra a oficiales de alto rango. Brasil tramitó la transición democrática en 1985 bajo un manto de impunidad para los integrantes de la dictadura militar. Nunca en cuatro décadas la sociedad fue testigo de un proceso contra figuras de la institución como el excomandante de la Armada, Almir Garnier, y los generales Augusto Heleno, exjefe del Gabinete de Seguridad Institucional, Paulo Sérgio Nogueira, exministro de Defensa, y Walter Braga Netto. Lula sabe que sus vínculos con las actuales autoridades de las Fuerzas Armadas son complejos y por eso les dedicó un almuerzo personal el sábado antes del desfile.
Los grandes medios brasileños ya se preparan para el pronunciamiento del STF. «Bolsonaro tomó una decisión en octubre de 2022. Entre prepararse para liderar la oposición en los siguientes cuatro años y embarcarse en una aventura de éxito improbable, prefirió la segunda opción. No dejó otra opción a los magistrados que ahora lo juzgan que condenarlo por atentado contra la democracia», señaló ´Folha` de San Pablo en su editorial dominical. «Después de que la acusación y la defensa expusieran sus tesis, quedó demostrado más allá de toda duda razonable que el entonces presidente actuó para coaccionar a los oficiales militares a dar un golpe de Estado. Un simulacro de decreto de intervención daría el barniz jurídico al golpe militar concebido por la imaginación autoritaria». Recordó a su vez «el acoso a los cuarteles» tras el resultado electoral favorable a Lula «y a la coacción entre bastidores a los generales» que se resistían a una acción desestabilizadora. «Bolsonaro pretendía obtener por la fuerza lo que le había sido negado por los votos. A él y a su séquito nostálgico de las dictaduras, pero no a los entonces comandantes del Ejército y la Aeronáutica, les faltó el discernimiento para comprender que Brasil había cambiado. Transcurridos 40 años desde el restablecimiento de la democracia, no queda espacio en la sociedad y en las instituciones para retrocesos golpistas».
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