Orania, el enclave solo para blancos de Sudáfrica
La historia de Sudáfrica está asociada al apartheid, el infame régimen de segregación racial. Durante décadas, los descendientes de los primeros colonizadores blancos, los bóers o afrikáners, discriminaron y humillaron a la mayoría negra. La liberación de Nelson Mandela y su posterior elección como primer presidente negro y democrático en la historia del país acabó con el antiguo régimen. Muchos blancos optaron por marcharse, otros han asumido los cambios, y un puñado de nostálgicos se han “refugiado” en Orania, una localidad de uso exclusivo para afrikáners. Sus habitantes, unos 2.000, dicen que ahí protegen su identidad cultural “amenazada” y se sienten seguros.
Los pobladores de este peculiar reducto racista, situado en una céntrica zona desértica del país, son descendientes de los cristianos calvinistas holandeses que en el siglo XVII colonizaron la parte más meridional de África. Creían que eran el pueblo elegido por Dios para adueñarse del territorio. Los primeros en llegar se dedicaron a la agricultura, de ahí el nombre de bóer (campesino en neerlandés). Poco a poco se fueron expandiendo a cañonazos. Para los colonizadores, los nativos eran salvajes que merecían ser domesticados y sometidos a la esclavitud.
Los bóers también libraron dos guerras contra los británicos, que les arrebataron el dominio del territorio en 1902. En el libro “La gran guerra bóer” de Arthur Conan Doyle, padre literario de Sherlom Holmes, define a los bóers como “una de las razas más robustas, vírgenes e inconquistables jamás vistas sobre la tierra”. A pesar de la derrota, los afrikáners mantuvieron cierta autonomía en la Unión Sudafricana, la entidad que nació en 1910 bajo administración británica y que se transformó en la actual Sudáfrica en 1961, año de su independencia. El régimen de apartheid duró de 1948 a 1994.
Los antepasados
La población de Orania tiene muy presente la historia de sus antepasados. Los bustos de sus líderes son parte del paisaje de la localidad, de 9 kilómetros cuadrados. El terreno lo compró en 1991 Carel Boshoff, yerno del considerado “arquitecto del apartheid”, Hendrik Verwoerd. En uno de sus muchos gestos de reconciliación, el entonces presidente Mandela viajó hasta Orania para visitar a la viuda de Verwoerd, Betsi, que residió allí los últimos años de su vida.
Para ser residente de Orania hay que tener ascendencia afrikáner y compartir sus valores religiosos y familiares. Cada año la población aumenta un 10%. No se admiten trabajadores externos. Todos los trabajos son realizados por los propios vecinos. Eso les evita explotar mano de obra negra, según reconocen ellos mismos. Tienen bandera y moneda propia.
La inseguridad es uno de motivos que alegan para vivir ajenos al país. Sudáfrica tiene uno de los índices de asesinatos más altos del mundo, más de 19.000 al año, aunque los blancos no tienen más probabilidades de ser asesinados que personas de otro grupo étnico, según la policía. Lo que les genera más temor son dirigentes negros como Julius Malema, un populista de extrema izquierda, líder del partido Luchadores por la Libertad Económica (EFF), que ocupa el 9,8% de los escaños en el Parlamento. En sus mítines, Malena suele entonar “Matar al bóer”, una canción que se popularizó durante el apartheid en contra del supremacismo blanco.
El video de Trump
En el video “emboscada” que el presidente de EEUU, Donald Trump, mostró a su homólogo sudafricano, Cyril Ramaphosa, en mayo en la Casa Blanca aparece Malena. La proyección sirvió a Trump para afirmar que la minoría blanca, -el 7% de los 62 millones de habitantes- está “discriminada” y es víctima de “genocidio”. Trump se refirió en concreto a los granjeros. Las cifras, sin embargo, muestran que miente. En 2024 hubo 44 asesinatos en zonas rurales. Solo ocho de las víctimas eran granjeros y no todos blancos.
La inseguridad se asocia a la desigualdad que hay en el país, la mayor del mundo. El 80% de la riqueza del país está en manos del 10% de sudafricanos, la mayoría blancos. El promedio de ingreso económico de un blanco es de hasta tres veces mayor que la de un negro y la tasa de desempleo es cinco veces menor. Cifras que desmienten la supuesta discriminación.
Trump también recriminó a Ramaphosa, del partido Congreso Nacional Africano (CNA), la ley que permite al gobierno de coalición expropiar tierras sin compensación económica para uso de interés público. A pesar de que el 70% de las tierras agrícolas son de blancos, los expertos juristas consideran que este tipo de confiscaciones serán escasas. Trump no lo ve así y ha decidido bloquear la ayuda financiera al país, así como ofrecer el estatuto de refugiado en EEUU a los blancos que así lo deseen.
Una oferta que no seduce a los habitantes de Orania. Su objetivo es conservar la pureza de la raza, por eso no piensan abandonar su enclave. Lo suyo es ver crecer a una nueva generación de afrikáners no contaminados por el mundo exterior. De Trump esperan que les ayude a crear su propio estado autónomo. No quieren formar parte del arco iris multiétnico de la Sudáfrica democrática.
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