Orinar
Cualquiera sabe lo que es uno de esos apretones cuando se tienen ganas de orinar y no hay un lugar donde depositar. La sensación es angustiante y el baile de piernas y el contorneo son indescriptibles. Y como últimamente no salgo de Valdesoto y su celebración de pueblo ejemplar, allá va la anécdota.
[–>[–>[–>Llevaba la señora allí desde hacía horas, porque tenía una actuación ante la familia real y había llegado como le indicaba la organización. Es el caso que la necesidad de vaciar la vejiga iba apretando, la cosa no acababa de solucionarse y llegó el momento en que era inaguantable. Así que comentó con otras compañeras que tenía unas ganas de orinar inaguantables, que no había dónde y ellas dijeron padecer lo mismo. Decidieron que se podrían adentrar por una caleya próxima y, apartadas del grupo y de vistas, hacer la evacuación, y así se dispusieron.
[–> [–>[–>Según avanzaban las tres señoras fueron descubiertas por la guardia real a caballo, que acercándose a ellas les preguntó dónde iban. Les dijeron lo que ocurría a lo que repusieron que no podían permitirles que se dirigiesen hacia donde iban . Uno de los guardias buscó la solución. Propuso volver hacia ellas la grupa de los caballas y tendrían cierta protección de vistas y los guardias miraban hacia el lugar opuesto. Así se hizo. El grupo de personas en el que estaban antes las señoras observaba y reía a mandíbula batiente y fue entonces cuando la guardia les gritó que dejasen de reírse y diesen la vuelta para mirar al lado contrario. Ciertamente, la anécdota es casi para mearse de risa. Pero pocas personas pueden contar que hayan meado de campo protegidas por la guardia real.
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