Palabras que vuelan
El otro día me puse una americana, una chaqueta, que tenía en el armario un tanto olvidada. Salí de casa. Al rato de caminar, pensando en mis cosas, lo raro sería pensar en las cosas de otro, me palpé uno de los bolsillos interiores. Había unos folios doblados. Los saqué y los desdoblé para comprobar qué eran. Vi que se trataba de unas notas escritas para la presentación del libro de un amigo escritor. Casi no entendía mi propia letra. Debí de escribir esas notas muy apresuradamente. Sí acerté a vislumbrar la palabra «cumbre». También el término «caletre». Casi tropiezo de tanto entrecerrar los ojos para leer esos folios.
[–>[–>[–>Recordé la presentación. Todo salió bien e incluso la gente me felicitó. La gente que acudió a la presentación, que fueron tres. No tres y el del tambor, tres. Bueno y el autor y yo. La mujer del autor no entró al salón donde se celebraba el acto alegando claustrofobia, aunque se trataba de una amplia estancia en la que lo que se sentía era más bien frío. Incluso frío existencia. «A más croquetas tocamos», dijo luego jovial mi amigo el escritor, que nos convidó en una tasca diminuta en la que no obstante había diez veces más personas que en la presentación del libro. Tiré las notas a una papelera. Las palabras que escribí en esos folios olvidados, y que estaban al abrigo de mi chaqueta en un confortable armario, yacen ahora en una papelera conviviendo con bolsas de plástico, colillas, periódicos y folletos. Palabras ya muertas para siempre. Nadie las recuperará ni volverán a resonar. Nadie las pronunciará de nuevo. Claro que tal vez alguna de esas palabras se sienta liberada y salga de la papelera y vuele y se pose en un viandante. O acuda a completar una pintada callejera. A lo mejor esa palabra le llega de repente a una chica que discute con su novio y que necesita esa palabra precisa y certera para zanjar la cuestión. Camino. Mi amigo el escritor me envía un whatsapp. Dice que ha sentido una punzada hiriente y fuerte, casi insoportable en el estómago. Hace cinco minutos. Es decir, cuando yo arrojé los folios a la papelera. Vuelvo sobre mis pasos.
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