PALESTINA | HRW acusa a Israel de crímenes de guerra por los derribos y evacuaciones forzosas de tres campos de refugiados en Cisjordania
La familia Sansour cuenta los días que hace que fueron expulsados de su hogar en el campamento de refugiados de Yenín, al norte de la Cisjordania ocupada. En su contador, también tienen otras trágicas fechas marcadas: el arresto del primogénito, la detención del hijo mediano, o el infame ataque de las tropas israelíes que vandalizaron su nueva casa y su coche. «Vamos a trabajar con miedo, llevamos a los niños al colegio con miedo, porque no hay nada de seguridad ni estabilidad», relata el padre de familia, que prefiere compartir solo sus iniciales, K. S. Con la entrada en vigor del alto el fuego en Gaza el pasado mes de enero, el Ejército israelí lanzó la Operación Muro de Hierro en tres campos de refugiados al norte de los territorios palestinos. Desde entonces, 32.000 palestinos, como los Sansour, no han podido volver a sus casas, lo que supone un crimen de guerra, y otro de lesa humanidad, según Human Rights Watch.
[–>[–>[–>«En plena noche, los aviones israelíes nos sorprendieron bombardeando el campo, y matando a civiles en diversos tiroteos», rememora K. en una llamada telefónica desde su refugio, en un pueblo adyacente al campo. «Después de eso, obligaron a todos los residentes a abandonar el campamento por completo, y no pudimos llevarnos ninguna de nuestras pertenencias; luego, muchas casas fueron demolidas, barrios enteros fueron dinamitados, y el Ejército israelí se apropió de las casas y tomó el control del campo, impidiendo que nadie entrara hasta ahora», cuenta a este diario. «A quien intenta acercarse, le disparan«, añade. «Fue muy aterrador», constata su hijo pequeño, de 14 años. «No pudimos coger nada, así que tuvimos que dormir en la calle, solo con sábanas, durante unos meses», lamenta con un hilo de voz.
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Segundo exilio
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Su historia es igual de terrible que común. El segundo exilio de estos descendientes de refugiados palestinos empezó el 21 de enero cuando las fuerzas israelíes irrumpieron en el campo de Yenín, desplegando helicópteros Apache, drones, excavadoras y vehículos blindados para apoyar a cientos de soldados desplegados en la zona. Seis días más tarde, ocurrió lo mismo en el campo de Tulkarem y, dos semanas después, en el cercano campamento de Nur Shams. «Israel no puede justificar el desplazamiento masivo y el vaciamiento de tres campos de refugiados únicamente por la presencia de combatientes palestinos en el campo», constata Milena Ansari, investigadora de Human Rights Watch para Israel y Palestina. «La mayor parte de la atención de la comunidad internacional se centró, con razón, en la Franja de Gaza, donde también se perpetran limpiezas étnicas, crímenes de guerra y de lesa humanidad, mientras la Cisjordania ocupada ardía lentamente«, añade Ansari.
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«Supone un buen momento para que las autoridades israelíes continúen desplazando palestinos y confiscando más tierras, mientras la comunidad internacional guarda silencio«, critica Ansari. «La raíz del problema está en las autoridades israelíes, que son quienes apoyan la violencia de los colonos y las operaciones militares que desplazan a los palestinos, simplemente porque ven que no les exigirán responsabilidades», señala. En julio de 2024, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el tribunal de las Naciones Unidas, emitió un dictamen que establecía que la presencia del Estado de Israel en el territorio palestino ocupado es ilegal, por lo que debía detener todas las actividades de los asentamientos y evacuar a los colonos, a la vez que reparar a todas las personas por los daños causados.
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Desde entonces, las operaciones militares se han multiplicado, incluida la Muro de Hierro, que ha provocado el mayor desplazamiento de palestinos desde la guerra de los seis días en 1967. Los colonos cada vez son más violentos, y atacan a diario a los palestinos en cualquier rincón de los territorios ocupados, forzándolos a abandonar sus tierras. Este otoño ha tenido lugar la cosecha de la aceituna más violenta de los últimos años con activistas israelíes y extranjeros y periodistas siendo también blanco de los ataques. A su vez, los asentamientos no han dejado de crecer, y más colonos se han trasladado a estas colonias ilegales. Los palestinos continúan muriendo a manos de las tropas israelíes y los colonos radicales.
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850 viviendas destruidas
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Hace décadas que las autoridades israelíes ignoran las sugerencias de la CIJ. En 2004, el tribunal opinó que la construcción del muro que aísla a la Cisjordania ocupada era contrario a la ley internacional, por lo que debería detener su construcción. En estas dos décadas, el muro se ha extendido casi 300 kilómetros más. El derecho internacional parece no aplicar a Israel. «Estos palestinos tienen dos derechos al retorno, uno a los campos, y otro a sus hogares de los que fueron forzados a huir en 1948, pero los ministros ultraderechistas han declarado abiertamente que no permitirán su regreso a sus casas en los campamentos en dos años», denuncia Ansari. «Todo esto implica que no tienen intención de devolver a la población a sus hogares, y, conociendo la larga política de Israel de negar a los palestinos el retorno a los territorios desde 1948, constituye una limpieza étnica, porque se están vaciando por completo los campamentos y no se permite el regreso de sus residentes», añade.
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[–>«Esperábamos irnos una o dos horas y volver«, reconoce K. «No creíamos que nos quedaríamos tanto tiempo y sufriríamos así», añade. Desde su refugio, ven el campamento de Yenín, las calles donde crecieron sus hijos y donde sus antepasados recalaron en busca de amparo. «No podemos filmar nada, porque corremos el riesgo de ser arrestados o asesinados«, constata. La familia Sansour quiere volver a casa, aunque ni siquiera saben si sigue en pie. «Como nadie tiene permitido entrar ni grabar nada, solo sabemos cómo está el campo por los mapas que publica» el Ejército israelí, afirma A., el menor de la familia. «Creo que mi casa sigue en pie, pero no lo sé con certeza», dice, con más esperanzas que verdades. Según el informe de HRW, titulado ‘»Todos mis sueños se han desvanecido»: El desplazamiento forzado de palestinos por parte de Israel en Cisjordania’, más de 850 viviendas y otros edificios han sido destruidos o gravemente dañados en los tres campamentos.
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Responsables israelíes
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La investigación, de 105 páginas, señala directamente a los responsables israelíes de estos crímenes de guerra, de lesa humanidad, y de limpieza étnica. «Entre quienes deben ser investigados se encuentran el mayor general Avi Bluth, comandante del Comando Central, a cargo de las operaciones militares en Cisjordania, quien supervisó las incursiones en los campos y las órdenes de demolición; los tenientes generales Herzi Halevi y Eyal Zamir, quienes se desempeñaron como jefes del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas israelíes; el ministro de Defensa, Bezalel Smotrich, miembro del gabinete de seguridad y también ministro de Finanzas; el ministro de Defensa, Israel Katz; y el primer ministro, Binyamín Netanyahu«, sentencia el informe.
[–>[–>[–>«Estas personas son responsables, no sólo a título individual, sino también por la responsabilidad que conlleva el mando, lo que demuestra que el Estado también apoya estas acciones que constituyen crímenes de guerra», apunta Ansari. Pero, para la familia Sansour, ya parece ser demasiado tarde. «Todo el mundo conoce el sufrimiento del pueblo palestino; no hemos tenido un solo día feliz», lamenta K. Por eso, busca alternativas, posibilidades de futuro para sus hijos, y pregunta formas de mandarlos a España. Con solo 14 años, A. ha visto el futuro de despojos, exilios y violencias que le espera si se queda en su tierra. «Tras ser testigo de cómo se llevaban a mis hermanos, no creo que pueda quedarme aquí mucho más tiempo», constata con resignación.
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