«Pánico» a retroceder una década en la lucha contra el VIH en África tras el fin de las ayudas de EEUU

La lucha contra el VIH en África ha quedado en jaque tras el fin de la financiación estadounidense decretada por el presidente Donald Trump. Estos fondos eran la espina dorsal del trabajo para prevenir, detectar y tratar esta enfermedad en el continente. Pocos meses después de que el mandatario estampara su firma en el decreto presidencial para cerrar la agencia de EEUU de ayuda al desarrollo (USAID), los efectos ya se han empezado a sentir, especialmente en la prevención de los contagios, que ha dejado desprotegidos a los jóvenes y adolescentes, además de otras personas vulnerables. Sobre el terreno, la preocupación es máxima, se teme volver a la casilla de salida, tras lograr reducir a la mitad los contagios en la última década.
«Más de seis millones de personas podrían morir en los próximos cuatro años si el Gobierno de Estados Unidos retira los fondos a los programas de tratamiento y prevención del VIH», alertó Naciones Unidas. Precisamente, el continente africano es uno de los más golpeados por este virus, con el que viven unos 25 millones de personas, según cifras de 2024. Supone más del 50% de la población que sufre de esta patología en todo el planeta. «Los recortes ya han dado lugar al despido de miles de trabajadores de la salud, la suspensión de programas y una reducción en el acceso a la prevención del VIH», lamenta la organización.
«La dependencia a este dinero es muy grande«, explica, desde Sudáfrica, Esther Casas, asesora principal en VIH de Médicos Sin Fronteras (MSF) en África Austral. Esta profesional lleva más de dos décadas trabajando en el continente. «A principios de los años 2000, recuerdo que en Kenia empezamos a tratar a 10 pacientes al mes que vivían con VIH, era el principio de tener acceso a retrovirales en la región», explica. En ese momento, arrancaron los grandes programas: «Hemos hecho un progreso espectacular, hasta hace 15 años veíamos que las infecciones avanzaban muchísimo y progresivamente han ido disminuyendo y estabilizado. Ahora mismo tenemos herramientas que pueden ser catalizadoras para casi vencer o controlar las infecciones, nada que ver con cuándo empezamos». La ayuda estadounidense ha sido clave para este avance, por esto, el escenario que se abre con el fin de los programas, preocupa mucho. «Las consecuencias potenciales son catastróficas«, lamenta.
Incertidumbre por los tratamientos
«Básicamente, en muchos países africanos los EEUU lo pagan todo«, relata Laura De La Fuente, investigadora del Instituto de Salud global de Barcelona (ISGlobal) y del Hospital 12 de Octubre de Madrid. Explica que los fondos que envían dependen de la capacidad que tenga el país para gestionar sus propios sistemas de salud. Por ejemplo, Sudáfrica, es el referente de país que es capaz de asumir los fármacos y tratamientos. Pero en otros territorios, como Nigeria, Mozambique o Zimbabwe, los fondos estadounidenses pagan la gran mayoría de la asistencia.
Aunque no se sabe qué va a pasar en el futuro, de momento, EEUU ha autorizado a que se usen los fármacos retrovirales destinados al tratamiento de personas con VIH que ya han pagado y que están en el continente. De La Fuente calcula que hay suficientes para los próximos tres o seis meses, pero que una vez se acaben, nadie sabe si se podrán seguir suministrando de manera gratuita estos fármacos necesarios para que las personas con VIH puedan llevar una vida lo más normal posible. «Hay bastante pánico general», lamenta.
Limitaciones en la prevención
El programa estadounidense no se limita solo al tratamiento, también son vitales en la prevención y es precisamente este campo en el que Washington ya ha anunciado que no va a dar más dinero. «Por ahora solo han mantenido la PrEP (medicamento que se toma para reducir las posibilidades de contraer la infección) a mujeres embarazadas y lactantes, y todo lo demás lo han quitado, incluyendo la PrEP para los jóvenes y adolescentes, parejas serodiscordantes, hombres que tienen sexo con hombres o que ejercen la prostitución», precisa la investigadora. Las dos profesionales remarcan que hay mucha confusión y la información varía de un día a otro. «No tenemos todavía una visibilidad concreta de saber qué programas van a continuar y cuáles se van a clausurar», explica Casas.
A este escenario, hay que sumar las dificultades para detectar nuevas infecciones. «Muchas veces esta interrupción no es porque no haya tests, sino porque los contratos de los profesionales de la salud que los hacen se han interrumpido», precisa Casas. Otro elemento clave son las pequeñas unidades sanitarias diseminadas por el territorio, que logran llegar a puntos que no están bien conectados. Precisamente, es donde se toman las muestras que después se mandan en coche o moto a grandes hospitales. «La mayoría de estos vehículos están pagados por EEUU y, de momento, parece que muchos están parados desde el anuncio», algo que puede imposibilitar el seguimiento clínico de las personas viviendo con VIH y la distribución de fármacos.
La decisión de Trump también ha provocado que haya un miedo a pronunciarse públicamente, por si puede provocar que se desvanezca toda esperanza a que se restituya el programa: «Nadie quiere hablar, de momento», explica De la Fuente. Tampoco hay alternativa sobre la mesa, ningún país ni organismo se ha postulado para sustituir a EEUU. «Esto podría suponer para Trump el pretexto perfecto para clausurar definitivamente las ayudas», concluye.
Dos tercios del dinero mundial destinados a la lucha contra el VIH
El PEPFAR (el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del Sida) ha destinado más de 100.000 millones de dólares en proyectos para reducir las infecciones de VIH y tratar a las personas que la padecen desde que George W. Bush inició el programa en 2003. Una cantidad que supone dos tercios de todo el dinero mundial destinado a esta causa. Según un informe elaborado por el Departamento de Estado estadounidense, el programa, desde su creación, ha evitado la muerte de 25 millones de personas, además de reducir a la mitad los contagios. Tras su llegada a la Casa Blanca, Trump ordenó congelar estos fondos durante, al menos, tres meses, aunque pasado ya este plazo, no hay noticias sobre qué pasará en el futuro.
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