plazas, monumentos, comercios y restaurantes
El Barrio Gótico es el antiguo corazón de Barcelona, un laberinto de piedras y callejones donde cada rincón parece guardar un secreto. Aquí nació Barcino, la colonia romana, y siglos después se construyeron iglesias góticas, palacios medievales y fachadas que juegan una mala pasada, porque, a pesar de su nombre, no todo es gótico. Gran parte de lo que hoy se fotografía fue construido o restaurado entre finales del siglo XIX y principios del XX para hacer de este casco antiguo una postal llena de leyendas. Él Puente Bisbepor ejemplo, fue construido en 1928, pero su calavera con daga sigue sembrando dudas: quien se detiene demasiado abajo, se dice, atrae la mala suerte.
A unos pasos de distancia, el Plaza del Rey Abre la puerta del sótano. Bajar a Museo de Historia de Barcelona es caminar por las calles de la antigua Barcino, atravesando mosaicos de hace dos mil años que respiran bajo la piedra medieval. Al salir, un cubo de hierro que contenía Eduardo Chillida –Topos V– rompe la postal y recuerda que aquí lo antiguo y lo contemporáneo conviven sin disfraz. Dos calles más arriba se esconden las cuatro columnas del Templo de Augustoun tesoro romano que muchos dejan pasar si nadie habla de él (Paraíso, 10).
FUENTES, LUGARES… Y SECRETOS
Cerca de la plaza del Rei, el Basílica de Sants Màrtirs Sant Just i Pastor guarda otra huella del pasado. Se dice que es la iglesia activa más antigua de la ciudad y su campanario ofrece vistas de 360 grados de los tejados góticos. A sus pies brota Fuente de Fivalleruna fuente del año 1367 que aún enfría las botellas de los curiosos.
A partir de ahí sólo hay que perderse por calles tan estrechas que la luz apenas pasa para penetrar de lleno en el llamar –del hebreo kahal (comunidad) – el antiguo barrio donde vivieron los judíos entre los siglos XI y XIV. Aquí se esconde el Sinagoga principal (Marlet, 5 años), una de las más antiguas de Europa, y Salomo ben Adret Se levanta una de las casas habitadas más antiguas de la ciudad, abriéndose a un siglo XII que se resiste a desaparecer.
Muy cerca, el Plaza de San Jaimecentro del poder político desde Roma hasta hoy, alberga la Ayuntamiento de Barcelonacuya Casa de la Ciutat se puede visitar en fechas señaladas como Santa Eulàlia o La Mercè, para descubrir sus salas góticas y neoclásicas. Otros lugares históricos completan el paseo: Plaza de San Felipe Nericon su iglesia barroca y su fuente, todavía muestra la metralla de la guerra civil, mientras que el cuadrado pi Se llena de grabados y acuarelas los fines de semana, bajo la mirada de su iglesia gótica que marca el tiempo.
Y más allá de templos y plazas, el distrito sorprende con rincones inesperados: en Ripoll, 25, hay El mundo nace en cada beso.el mural de Joan Fontcuberta compuesto por miles de fotografías anónimas que, vistas desde lejos, dibujan un beso gigante: un homenaje urbano a la libertad.
LABERINTO GASTRONÓMICO
El Gòtic cuenta con mesas, bares y tiendas tradicionales que merecen una parada tranquila. Bodega La Palma (Sant Just, 7) sirve vermuts del grifo y abre latas de anchoas para los clientes tranquilos. Muy cerca, Brugarol gótico (Salomó Ben Adret, 10 años) sorpresas en la cocina izakaya productos locales y caelum (Palla, 8) endulza la tarde con cáscaras de coco y bombones de receta conventual. Para sushi estrella, Koy Shunka (Copones, 7) y Shunka (Sagristans, 5), obra del maestro Hideki Matsuhisa. Y para aquellos que buscan dormir en el barrio, Hotel NeriEn primer lugar comercio del Gòtic, resume la hospitalidad mediterránea con su Restaurante firmado Alain Guiard y una preciosa terraza escondida (Sant Sever, 5). Si la idea es mezclar cultura y gastronomía, Espai Quera (Petritxol, 2) es una parada imprescindible: fundada en 1916 como librería de teatro, cuenta con un acogedor espacio gastronómico en su trastienda. Para tapas, nombres como Ocaña (Plaza Real, 13-15), Bar Thonet (Escudellers, 8) o Rasoterre (Palau, 5) completa la ruta del sabor de barrio.
Entre bocado y bocado, van surgiendo empresas cargadas de historia: Casa Piera (Pintor Fortuny, 21), papelería de bellas artes abierta desde el siglo XIX; EL Tienda de sombreros Obach (del Call, 2), especializada en sombreros clásicos desde 1924; cualquiera El Manual Alpargatera (de Avinyó, 7), pionero en mantener la Espardenyà Catalán desde 1940. Y, cuando la noche pide alta gama, el techo del hotel lamaro (av. de la Catedral, 7) ofrece cócteles, vinos y música en vivo. Mientras tanto, el Terraza del Gran Hotel Central (Via Laietana, 30) nos recuerda que el Gòtic sigue vivo cada noche, mezclando historia y nuevas perspectivas sobre Barcelona.
LOS CINCO ESENCIALES:
La Catedral
Construida entre los siglos XIII y XV, la Catedral de la Santa Creu i Santa Eulàlia es la gran joya gótica de la ciudad. Su imponente fachada e interior conservan siglos de arte y poder eclesiástico. En su claustro viven trece ocas, símbolo de la patrona de Barcelona. Desde la terraza se pueden observar tejados, gárgolas y torres que perfilan el horizontedel barrio. Plaza de la Seu, s/n.
Can Culleretes
Fundado en 1786, Can Culleretes presume de ser el restaurante más antiguo de Cataluña y uno de los grandes guardianes de la cocina tradicional barcelonesa. Entre retratos de artistas y carteles centenarios, aquí se sirven platos tradicionales, como patas de cerdo al cava o fricandó con alcachofas, recetas que conservan intacto el sabor de antaño. Quintana, 5.
Plaza Real
A tiro de piedra de La Rambla, la Plaça Reial es el centro ineludible de la noche gótica. Sus grandes palmeras, sus farolas diseñadas por el joven Gaudí y sus soportales llenos de vida hacen de este espacio un lugar perfecto para dejar pasar las horas. De día o de noche, sentarse en una de sus terrazas es una forma de ver Barcelona en movimiento. Plaza Real, s/n.
Cerería Subirà
Fundada en 1761, presume de ser la tienda más antigua de Barcelona y una de las grandes guardianas de la tradición artesanal. Entre estantes de madera y moldes centenarios, aquí se siguen fabricando velas como siempre: desde velas de iglesia hasta detalles decorativos, cada vela conserva intacto un trozo de historia encendida. Baixada de la Llibretería, 7.
Los cuatro gatos
Desde 1897, Els Quatre Gats es sinónimo de bohemia modernista. En sus mesas se reunían Picasso, Rusiñol y Casas, y aún hoy su interior conserva vidrieras, techos altos y ese ambiente de café literario que respira historia viva. Tener algo aquí es seguir la estela de los artistas, las tertulias y las noches eternas que marcaron una época. Un rincón que sigue invitándote a charlar sin prisas. Montsió, 3.
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