Por la costa de Normandía entre playas, cementerios, monumentos, pueblos y mucha historia | Lonely | El Viajero

En mayo de 1945, hace exactamente 80 años, terminaba la II Guerra Mundial en Europa con la capitulación oficial de Alemania. Pero la cuenta atrás había comenzado un año antes, cuando el 6 de junio de 1944 los Aliados desembarcaron en las playas de Normandía (Francia), comenzando así el fin del dominio nazi sobre el continente europeo. Hasta allí acuden cada año miles de personas, casi en peregrinación, para recorrer algunos de los lugares más interesantes de la región, cargados de simbolismo. Desde la zona de Côte de Nacre hasta la península de Cotentin, cada playa, búnker, monumento conmemorativo o cementerio constituye un lugar para la memoria.
Además, desde 2007, cada año se celebra en junio el D-Day Festival Normandy, con un programa de eventos festivos en el marco del aniversario. Paracaidistas, desfiles, conciertos, reconstituciones históricas, fuegos artificiales, exposiciones, proyecciones y otras actividades se celebran a lo largo de todo el tramo costero donde tuvo lugar el Día D.
Las pistas viajeras básicas del desembarco de Normandía
La ciudad de Caen, la playa de Omaha o la comuna de Cherburgo son nombres que evocan el famoso desembarco en Normandía. Pero entre las playas de la región están también las de Deauville-Trouville, pioneras en los baños de mar de la Belle époque que dieron inicio al turismo, o el puerto de Honfleur, un destino muy popular entre británicos y parisinos, que mantiene la esencia normanda y el recuerdo de los antiguos viajes al continente americano. Búnkeres, monumentos conmemorativos y cementerios de todas las nacionalidades se alternan con bellos pueblos de veraneo, jardines de diseño, recuerdos de los antiguos normandos que conquistaron Inglaterra y obras de arte tan valiosas y significativas como el famoso tapiz de Bayeux, que se puede ver en el museo de la localidad homónima.
Quienes viajan específicamente a las playas de Normandía siguiendo las huellas del desembarco suelen apuntar en la agenda algunas pistas básicas. La primera es el museo D-Day, en Arromanches, cuyas cristaleras dan a los restos del puerto artificial que constituyó toda una proeza técnica para desembarcar el material y los víveres (ocupa el equivalente a 700 campos de fútbol). Otra suele ser el cementerio estadounidense de Normandía, en Colleville-sur-Mer, sobre la playa de Omaha. En este lugar, las sepulturas sobre la hierba verde dicen más que cualquier discurso sobre el sacrificio de los jóvenes soldados por la libertad.
Aunque toda la región está plagada de monumentos, hay algunos más visitados que otros, como el museo del Desembarco de la playa de Utah, en Sainte-Marie-du-Mont, con un bombardero B26 todavía apto para volar instalado en un hangar concebido especialmente para él, o como el museo Overlord, en Colleville-sur-Mer, que permite vivir una experiencia inmersiva en un edificio ultramoderno de 2.100 metros cuadrados, con puestas en escena históricas muy realistas. Y en la comuna Courseulles-sur-Mer, se impone acercarse al museo Centre Juno Beach, un edificio revestido de titanio dedicado a la participación de Canadá en el desembarco.
Descubriendo el departamento normando de Calvados
La mayor parte de los puntos significativos para los peregrinos tras las huellas del Día D están en el departamento normando de Calvados, pero fue en la península de Cotentin, en el oeste de Francia, donde empezó la llamada batalla de Normandía, tras el lanzamiento en paracaídas de los efectivos de las fuerzas aliadas.
El primer pueblo liberado de Francia fue Sainte-Mère-Église, y frente a su Ayuntamiento se encuentra el kilómetro 0 de la Voie de la Liberté, que sigue la ruta del Ejército estadounidense del general Patton hasta Bastoña (Bélgica). La playa más conocida es la de Utah, pero hay otros hitos en esta costa, como la batería de Crisbecq, que fue la más grande jamás construida por los alemanes, o la batería de Azeville, un elemento destacado del Muro Atlántico, con casi 350 metros de pasajes subterráneos y fortines donde se descubre la vida cotidiana de 170 soldados confinados en este mundo de hormigón armado.
El nombre Calvados evoca al aguardiente que lleva este nombre, pero este departamento de Normandía ofrece muchísimo más. Cuando la lluvia da paso al sol, se revelan tonos verdes y azules, y si nos aventuramos en sus paisajes de huertas y prados llama la atención la tranquilidad del lugar. Hoy resulta difícil imaginar el caos que reinó en junio de 1944 en sus playas, cuya belleza se extiende hasta donde alcanza la vista. El éxito de cada aniversario del desembarco de Normandía demuestra lo vivo que sigue su recuerdo.
Y si alguien se cansa de ver museos, cementerios y monumentos conmemorativos hay otras muchas recompensas: la región Pays d’Auge y su atmósfera de postal, los quesos Camembert o Livarot, la comuna Pont-l’Évêquet, el atractivo de las ciudades de Deauville y Trouville-sur-Mer o las localidades turísticas de la Belle Époque de la costa Florida, fuente de inspiración para numerosos artistas.
La historia como puerto comercial de Le Vieux Bassin, en Honfleur
El puerto de Le Vieux Bassin, en Honfleur —una comuna portuaria francesa del departamento de Calvados—, fue durante siglos el lugar desde el que partían los barcos a diversos puntos del planeta. Con sus fachadas revestidas de pizarra, fue también durante mucho tiempo un destino popular entre los británicos y los parisinos y, casi milagrosamente, ha logrado mantener la esencia normanda a su manera, sin quedar reducida a una postal.
Su historia como próspero puerto comercial con una posición estratégica enfrente de Inglaterra se asoma en un rico y sorprendente patrimonio. En cuanto nos alejamos de los alrededores de Le Vieux Bassin, abarrotado en verano y los fines de semana, encontramos un modo de vida apacible que huele a sal marina.
La zona vieja de Honfleur se compone de dos barrios principales ubicados a ambos lados de Le Vieux Bassin: l’Enclos y Sainte-Catherine. El primero reúne el puerto, la lugartenencia, la iglesia de Saint-Étienne y los graneros de sal. Debe su nombre a las fortificaciones y fosos con los que fue rodeada en el siglo XIV para protegerse de los ingleses. Y el de Sainte-Catherine, centrado en torno a la iglesia y el campanario del mismo nombre, fue durante siglos el barrio de los marineros. Desde 2024, en el muelle se puede visitar el astillero-espectáculo La Mora, que cuenta con una reconstrucción del buque insignia de Guillermo el Conquistador con el que partió para conquistar Inglaterra en 1066.
Desde el puerto partieron muchos marineros en los siglos XVII y XVIII hacia la llamada Nueva Francia (hoy Quebec, Canadá), a la isla de Terranova, a las Azores, a las Indias Occidentales (islas caribeñas actuales), al sur de Islandia o a las costas de África occidental. Allí se alza también el edificio de la Lugartenencia, último vestigio de las antiguas fortificaciones de la localidad, que albergó a los lugartenientes del rey antes de convertirse en prisión y más tarde en capitanía. Actualmente es un centro de interpretación de la arquitectura y el patrimonio, y tiene unas vistas impresionantes del puerto desde la terraza.
Deauville y Trouville-sur-Mer: el veraneo al estilo de la ‘Belle époque’
Al margen de las playas del Desembarco, hay otros arenales que llevan más de un siglo atrayendo a veraneantes. Desde la ciudad de Trouville-sur-Mer hasta la desembocadura del río Orne, el turismo floreció en la costa de Pays d’Auge gracias a la moda de los baños de mar durante la segunda mitad del siglo XIX. La costa Florida, llena de playas agradables, ofrece todavía ambientes a la vez nostálgicos, populares y mundanos.
Los símbolos de esta costa son Deauville y Trouville-sur-Mer, dos localidades tan juntas que incluso comparten la misma estación. Son dos modelos opuestos pero complementarios de población turística. Trouville, la más antigua, es pionera de los baños de mar en la costa normanda, del ferrocarril que la sitúa al alcance de París. Se las arregla para seguir siendo familiar, agradable e innegablemente normanda, más auténtica y menos llamativa que Deauville.
Al otro lado del Touques (el río que las separa), se juega al máximo la carta del glamur y el lujo. Deauville, creada de la nada sobre pantanos a mediados del siglo XIX, se especializó en otro público: la jet set parisina (hasta el punto de proclamarse distrito XXI de la capital). Es la ciudad de los casinos y hoteles de lujo, y se ha ganado una reputación internacional gracias al famoso Festival de Cine Americano, que se celebra en septiembre. Aquí lo más famoso es Les Planches de Deauville, su paseo marítimo formado por más de 800 metros de lamas de madera. Un lugar muy emblemático, de visita casi obligada, por el que algunos deambulan por el simple placer de tomar aire fresco, otros con la esperanza de cruzarse con alguna celebridad, o bien siguiendo las huellas de Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant, protagonistas de la película Un hombre y una mujer (1966).
En busca del tiempo perdido en la costa Florida
La costa Florida, nombre turístico que recibe un tramo de unos 40 kilómetros de la costa que se extiende entre las desembocaduras de los ríos Touques y Orne, es más que Deauville y Trouville. Está, por ejemplo, Villers-sur-Mer, un pueblo de aire familiar y acogedor, rodeado por una de las playas más bonitas de la costa y conocido por los acantilados de Vaches Noires y un yacimiento paleontológico de renombre mundial. Además, un pequeño saliente en el dique marca la entrada del famoso meridiano de Greenwich en Francia.
También Cabourg, con su famoso Grand Hôtel, centro neurálgico del pueblo, desde el que se despliega en forma de abanico. Su trazado urbano fue diseñado durante el Segundo Imperio francés (de 1852 a 1870) para promocionar la llamada como “reina de las playas” y todavía hoy sabe mantener una atmósfera tal como la describió Marcel Proust en En busca del tiempo perdido. Exceptuando el núcleo turístico (que es l’Avenue de la Mer), el pueblo evoca la época dorada de la costa Florida, de la que se proclamó punta de lanza a mediados del siglo XIX y que conserva unas magníficas villas. En su museo La Villa du Temps Retrouvé, instalado en una villa de 1860, podremos sumergirnos completamente en la Belle époque.
Pays d’Auge: la verdadera Normandía
Este pequeño y acogedor paraíso de pueblecitos y bosquecillos, a dos horas de París y a las puertas de las localidades turísticas de la costa Florida, permite conocer la “auténtica” Normandía. En el interior, no muy lejos de las playas, ofrece un paisaje de postal, un refugio bucólico y una tierra muy próspera. Este es el sitio para probar algunos productos franceses mundialmente famosos como el aguardiente calvados, el queso livarot o el camembert, entre paseos campestres por caminos que conducen a paisajes todavía más bonitos.
La capital de Pays d’Auge es Pont-l’Évêque, famoso por su queso con corteza de color naranja: el angelot (antiguo nombre) fue creado probablemente en el siglo XII por monjes cistercienses de la región de Caen, y Pont-l’Évêque le dio su nombre mucho más tarde, porque se comercializaba desde su mercado. Algunos artesanos todavía garantizan la producción local en los alrededores, pero lo que hoy llama más la atención de esta ciudad son sobre todo las casas con entramado de madera de la calle principal y las viejas piedras del centro, presididas por la hermosa y luminosa Saint-Michel.
La comuna Saint-Pierre-sur-Dives puede ser una parada interesante. Apartada de la costa, siempre fue una encrucijada comercial gracias a su abadía, considerada una de las grandes joyas monásticas de Francia, que se puede visitar igual que los castillos y mansiones de los alrededores. Al recorrer en coche la zona, se descubren pueblos encantadores como Beuvron-en-Auge, con una sola calle y clasificado como uno de los más bellos del país, que todavía vive de la elaboración de queso, el curtido, el tejido y la cría de ganado, y del turismo. Alrededor de la plaza central está el mercado, rodeado de casas con entramado de madera y tejados de pizarra, construidas en los siglos XVII y XVIII, en muchas de las cuales hay instaladas tiendas de antigüedades, de artesanía y productos locales.
La renovación de Caen
Una estatua del ave fénix se alza en la plaza de Caen, capital del departamento de Calvados, que une el castillo de Caen con su campus universitario de estilo norteamericano. Todo un símbolo para una ciudad que, tras ser devastada en un 65% por los bombardeos aliados de 1944, no solo supo renacer de sus ruinas, sino que vive una segunda juventud gracias a su dinámica vida universitaria, artística e intelectual. El monumento conmemorativo es un recuerdo de la II Guerra Mundial, pero todo mira hacia el futuro, con grandes planes para la trasformación de la Presquile (un gran terreno industrial a dos pasos del centro histórico) en un importante centro sociocultural de la región.
En la Presquile se descubre la nueva cara de Caen: el lugar alberga Le Dôme, centro de ciencias y taller de fabricación digital; Le Pavillon, espacio dedicado a temas urbanos que acoge exposiciones; Le Cargö, sala de espectáculos; la biblioteca Alexis-de-Tocqueville y el Tribunal de Justicia. Para recodar el pasado, ha conservado varios edificios, como la antigua estación marítima y el puente de la Fonderie. Es una zona libre de coches, con jardines y algunas terrazas de cafeterías, que permite empaparse de la historia marítima de Caen y de arquitectura contemporánea. Además, aquí empieza la vía verde que conecta Caen con Ouistreham, recorriendo la orilla del canal.
Caen mira al futuro, pero el pasado está ahí, y más concretamente en los escenarios del famoso Día D. Como el cercano museo Wings, una institución privada ubicada en un gran hangar ocupado de 1940 a 1944 por la Luftwaffe —fuerza aérea de Alemania durante la II Guerra Mundial—, que hoy está dedicado principalmente a la batalla aérea de Normandía entre junio y julio de 1944. Pero lo más emblemático son sus cementerios durmientes: hasta seis que no acogen entierros desde hace décadas (algunos desde hace 200 años). Aun así, siguen abiertos. Hay más de tres hectáreas de espacios verdes, en los que las tumbas tambaleantes y a veces rotas se encuentran rodeadas de vegetación exuberante. Quizá el más interesante sea el cementerio de las Cuatro-Naciones, donde François Truffaut filmó La habitación verde (1978).
En el camino entre Caen y la costa se encuentra un monumento imprescindible: el memorial de Caen; situado en un gran edificio que ofrece una experiencia muy envolvente para conocer los hechos previos al Día D y el contexto general de la II Guerra Mundial.
Bénouville, Merville y Ouistreham
Debido a su posición geográfica, los pueblos de Ranville, Bénouville y Merville fueron los primeros objetivos de los Aliados el 6 de junio de 1944. Los paracaidistas y aviadores británicos tenían la misión de apoderarse de los puentes de Bénouville y Ranville, para facilitar el movimiento de tropas que se disponían a desembarcar. La operación fue un éxito rotundo. Posteriormente, el puente de Bénouville pasó a llamarse puente Pegasus, que rinde homenaje a los soldados de la 6ª División Aerotransportada británica, cuyo emblema era el caballo alado. Junto al puente está el Café Gondrée, que se presenta como la primera casa liberada en Francia en 1944 y hoy reúne una colección impresionante de recuerdos de la II Guerra Mundial.
Actualmente, el puente Pegasus es una experiencia que sumerge al visitante en la misión de los 12.000 hombres de la 6ª División Aerotransportada británica, una de las hazañas armadas más importantes de la II Guerra Mundial que dio lugar a una secuencia de la película El día más largo (1962), de Darryl Zanuck. En el museo dedicado a esta construcción se exhiben el puente original, retirado del canal de Caen en 1994 (y reemplazado por uno similar), y una réplica de un planeador fabricado para el 60º aniversario del desembarco de Normandía.
Entre las baterías costeras de Calvados, la de Merville fue un conjunto de cuatro búnkeres defendidos por 130 soldados alemanes, que fue un elemento clave del Muro Atlántico. Paseando por aquí se puede apreciar la increíble hazaña de unos hombres que consiguieron tomar varios búnkeres atravesando campos minados, alambradas, fosas antitanques y trincheras. Para visitantes que resistan las emociones fuertes, en Merville hay una animación inmersiva en un búnker con sonido, luz y olores que transporta a esta epopeya.
Ouistreham es el destino turístico más cercano a Caen, con un alma que oscila entre Francia e Inglaterra. Y aquí está el museo Le Grand Bunker, que se centra en el ejército enemigo. Desde lo alto de este, subiendo por una estrecha escalera, hay vistas panorámicas. Fuera, los cinéfilos podrán admirar la barcaza que se utilizó en el rodaje de la película Salvar al soldado Ryan (1998), de Steven Spielberg.
Bayeux: tapices medievales y reporteros de guerra
Al día siguiente del desembarco de Normandía, Bayeux se convirtió en la primera localidad liberada sin combate, puesto que las tropas alemanas habían abandonado la zona. Por ello, la ciudad escapó de los bombardeos aliados y gracias a ello, sus calles, muy bien conservadas, ofrecen un aire de historia milenaria. El centro es ideal para pasear y rezuma encanto normando. Además, el 16 de junio de 1944, el general De Gaulle pronunció un discurso histórico en la plaza que hoy lleva su nombre.
A Bayeux llegan cada año miles de visitantes para ver su museo de la tapicería, y más en concreto el tapiz de Bayeux, declarado patrimonio mundial por la Unesco en 2007. Este bordado recorre en 58 escenas y casi 70 metros de largo la historia del duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, que desembarcó en Inglaterra y libró la batalla de Hastings el 14 de octubre de 1066, para robarle la corona inglesa a su rival, Haroldo II. En septiembre de 2025 cerrará durante dos años para renovación.
En Bayeux esperan también el museo memorial de la batalla de Normandía, un cementerio militar británico que contiene 4.144 tumbas, un monumento conmemorativo dedicado a los reporteros de guerra. Entre ellos, Lee Miller, la única mujer estadounidense, George Stevens, Robert Capa o Ernest Hemingway. El museo recorre las diferentes etapas de la batalla de Normandía y muy cerca de él, una placa recuerda a Robert Capa, el único fotoperiodista que desembarcó con los soldados a primera hora de la mañana en la zona de la playa de Omaha, y a quien se deben las pocas fotografías que hay del desembarco, tomadas para la revista estadounidense Life. Este homenaje se extiende a todos los periodistas de guerra en el monumento conmemorativo de los reporteros, un recorrido salpicado de estelas que llevan los nombres de los periodistas asesinados desde 1944. Cada mes de octubre la localidad organiza el Premio de Corresponsales de Guerra y organiza exposiciones, proyecciones y debates en torno a la profesión.
El cementerio de La Cambe: la tristeza en las tumbas de los alemanes
Más de 77.000 soldados alemanes están enterrados en seis cementerios de Normandía. El de La Cambe, el cementerio alemán más grande de la región, contiene más de 21.000 tumbas. En 1945, los estadounidenses trasladaron a EE UU (por petición de las familias) dos tercios de los restos de los soldados muertos en Normandía y establecieron el cementerio de Colleville-sur-Mer. Tras esto, en 1961, el sitio de La Cambe donde reposaban los restos de soldados de EE UU se transformó en un cementerio militar alemán reuniendo a soldados muertos de otros puntos de la región.
Este camposanto ha adoptado la misión de instar a la paz, con una plantación de 1.220 arces como símbolo. En el centro hay un monumento que se alza sobre las tumbas de aquellos que no pudieron ser identificados. La Cambe, cementerio de los vencidos, rezuma una tristeza infinita. Un panel recuerda que estos soldados “no habían elegido ni la causa ni la lucha”.
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