¿Puede una jornada laboral más corta mejorar nuestra calidad de vida?
Últimamente, la reducción de la jornada máxima de trabajo está protagonizando un debate público. Es evidente que el exceso de horas de trabajo y la falta de descanso producen efectos negativos sobre nuestra salud tanto física como, sobre todo, mental. Además, tener jornadas más reducidas debería redundar en una mejora en el equilibrio entre el trabajo y la vida privada, optimizando los procesos de conciliación.
En este sentido, el Gobierno español y las principales organizaciones sindicales han firmado un acuerdo social para la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales sin recorte salarial con el lema “Trabajar menos, vivir mejor”.
En España trabajamos una media anual de 1 632 horas, por debajo del promedio de la OCDE, aunque por encima de otros países europeos tales como Francia, Alemania o Finlandia, entre otros.
¿Reducir la jornada laboral máxima nos generará mayor bienestar?, ¿gozaremos de mejor salud mental?, ¿mejorará la conciliación con nuestra vida familiar?
Seguramente, la contestación más elegida e intuitiva a todas estas preguntas sería un sí. Pero, desafortunadamente, las investigaciones realizadas en las últimas décadas indican respuestas diferentes a lo esperado.
Reducción de jornada individualizada
Así, por ejemplo, se sabe que cuando la reducción de jornada se implementa de manera individualizada y voluntaria, mejora sustancialmente la conciliación trabajo-familia y nuestro bienestar personal.
Sin embargo, si esta disminución se aplica de manera obligatoria y colectiva, su efecto ya no es tan positivo al no ajustarse, en muchos casos, a nuestras necesidades concretas.
Este hecho estaría relacionado con el carácter individual y subjetivo de la sensación de bienestar o felicidad (aquellas situaciones que producen satisfacción a una persona no necesariamente tienen el mismo efecto en otra).
De esta forma, es probable que algunos trabajadores prefieran una jornada continua, saliendo del trabajo antes (lo que se conoce popularmente como “jornada europea”), en lugar de la reducción de unos minutos diarios de la jornada.
Investigaciones llevadas a cabo en otros países que han promulgado reducciones de la jornada laboral corroborarían este hecho.
En este sentido, en un estudio realizado en Francia sobre la reducción de la jornada a 35 horas, cuando se preguntó a los trabajadores si esa medida había facilitado la conciliación, más de un 40 % de los encuestados respondieron negativamente.
Entre los argumentos planteados, muchos indicaron que su carga de trabajo no se había reducido, sino que, por el contrario, tenían que realizar la misma cantidad en un tiempo más breve, con el consiguiente estrés y con agotamiento.
Otro tema también importante por considerar sería el horario y control de la jornada de trabajo. Así, en otros países donde se han aplicado normas similares, las empresas (particularmente en el sector servicios) optaron por disminuir en algunos minutos los tramos de la jornada de la mañana y la tarde.
Se ajustaban de esta manera a la reducción de la jornada, pero sin modificar el horario de inicio y fin de la jornada laboral, por lo que los trabajadores siguen teniendo jornadas extensas de trabajo, aunque ahora con un mayor tiempo de descanso al mediodía.
También será importante considerar la conexión digital y el teletrabajo, ya que este puede ser un factor muy perturbador de nuestra salud. No servirá de nada reducir la jornada en la empresa si los empleados siguen trabajando a distancia desde sus hogares telemáticamente después de la jornada.
De hecho, el texto acordado entre el ministerio y las organizaciones sindicales contempla regular más ampliamente la desconexión digital, aunque habrá que ver cómo se concreta esa regulación.
Impacto en trabajadores más o menos cualificados
Por otra parte, el impacto de esta reducción horaria sobre el bienestar y la conciliación de los trabajadores será diferente entre puestos de trabajo cualificados y menos cualificados, siendo en este último grupo mayor.
En general, el agotamiento, especialmente el de carácter psicológico, está más relacionado con factores vinculados con la tarea (como las actividades desempeñadas, el valor subjetivo que les damos o las relaciones con otras personas) que con el número de horas trabajadas.
En resumen, la relación entre la reducción de la jornada laboral y la calidad de vida es un tema positivo y que puede tener un impacto en el bienestar, la salud mental y la conciliación de los trabajadores. Pero, como hemos visto, su implantación requiere la consideración cuidadosa y exhaustiva de multitud de factores relacionados, así como el análisis de los resultados obtenidos en países que han implantado prácticas similares.
Junto con una reducción de la jornada semanal, deberían promoverse horarios de trabajo más intensivos, adelantando el horario de finalización (política que sí llevaría a una efectiva mejora de la salud de los trabajadores).
Finalmente, es crucial que cualquier medida se acompañe de una reflexión profunda sobre las prácticas laborales y se brinde a las organizaciones el tiempo suficiente para adaptarse de manera negociada y consensuada a estos cambios y nuevas formas de trabajo.
Desde el Ministerio de Trabajo se ha señalado que la reducción de la jornada en España se va a estudiar en las universidades de todo el mundo. Sin embargo, la implicación de la comunidad científica no debe limitarse únicamente al estudio de su impacto posterior, sino que también debería extenderse al asesoramiento y diseño de dicha implementación.