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quién paga el pato y qué alternativas existen

quién paga el pato y qué alternativas existen
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  • Publisheddiciembre 12, 2025



La teoría del caos plantea un concepto que ha resonado innumerables veces en nuestras cabezas y que Hollywood ha explotado hasta la saciedad. En 1972, Edward Lorenz planteó una pregunta en una reunión anual en el MIT que desde entonces ha viajado por todo el mundo como un aforismo moderno: ¿Puede el batir de las alas de una mariposa en Brasil causar un tornado en Texas? La idea, nacida en el contexto de la previsión meteorológica, cobra hoy un significado renovado en una sociedad hiperconectada, donde cualquier chispa en un extremo del mundo incendia la economía en el otro.

El ejemplo más reciente lo hemos vivido con el estallido de la Guerra de Ucrania: un conflicto al otro lado de Europa capaz de disparar los precios de la energía, los fertilizantes o los cereales. Pero la inflación que nos golpea no responde a un solo factor. Entonces, ¿por qué ha subido tanto todo? Y lo que quizás sea más urgente: ¿cómo detenerlo?

Los alimentos han aumentado en promedio alrededor del 40% en los últimos cinco años. Miguel Sebastiáneconomista y ex ministro de Industria, explica: «Los alimentos han subido mucho más que el IPC. Las frutas, las verduras, la carne, el pescado… han subido alrededor de un 50%. Los que llamamos alimentos procesados, han subido alrededor de un 37-38%».

Empecemos por los elementos diferenciales. Hay un hecho particularmente revelador: la correlación entre el aumento de los márgenes empresariales y el aumento del índice de precios de la FAO. El mercado mundial de cereales y oleaginosas está controlado en torno al 73% por la ABCCD, las cinco mayores comercializadoras del sector.

Sus beneficios registraron cifras récord entre 2021 y 2022, justo en el pico inflacionario tras la invasión rusa, con incrementos que oscilan entre el 75% y el 300% respecto a la media 2016-2020, según un estudio del IDRA (Instituto de Investigaciones Urbanas de Barcelona). Adrià Rodríguez, investigador de la institución, matiza: «Cuando hablamos de alimentación es muy importante distinguir entre pequeños y medianos productores, distribuidores y grandes empresas. A esto se le llama oligopolio alimentario».

«Ahora toca apretarse el cinturón» Se repite como un mantra en tiempos de crisis. Sin embargo, la frase adquiere un tono caricaturesco cuando quienes la pronuncian se aprietan el cinturón… no por necesidad, sino porque el peso del dinero que desborda en sus bolsillos les hace caer los pantalones.

Otro concepto clave es la inflación barata. El mismo estudio de IDRA revela que los alimentos más baratos, los más básicos, han sido los que más han visto aumentar su precio: 37% frente al 23% registrado para los alimentos más caros.

«Esto perjudica especialmente a los trabajadores, también a las clases medias, y no sólo en términos de poder adquisitivo, sino también en términos de salud, porque La gente pasa de productos de mayor calidad a productos de menor calidad.«, explica el investigador Adrià Rodríguez. Identificamos una dinámica que castiga, como siempre, a las familias con menos recursos.

A esta mezcla explosiva se suma la financiarización del sistema alimentario. Después de la crisis de 2008, Los mercados redirigieron el capital hacia nuevos modelos que transformaron los alimentos en activos financieros.. Bancos de inversión, fondos especulativos y actores ajenos al mundo agrícola comenzaron a influir masivamente en los precios, generando una desconexión cada vez mayor entre los valores fijados en las bolsas internacionales y las condiciones reales de producción, oferta y demanda. Como ocurre con la vivienda, parece que la especulación con lo más básico es el paradigma de nuestro tiempo.

Incluso las tendencias alimentarias tienen su parte de responsabilidad. Pasear según en qué barrios se ha convertido una avalancha de establecimientos chic, instagrameables y con productos cada vez más caros. El ejemplo queda claro en el auge de las cafeterías especiales, donde se puede disfrutar tomando cafés con nombres impronunciables a precios que dejan boquiabiertos. Pero no ha pasado sólo con el café: lo hemos visto con Smash Burgers, cheesecakes e incluso gildas. Productos que antes encontrabas a buen precio en cualquier bar de humilde barra y que ahora se venden en lugares «especializados» a precios prohibitivos.

Por supuesto, el cambio climático juega un papel decisivo. La desestabilización del clima condiciona sin duda la producción agrícola: reduce la estabilidad de los cultivos, aumenta la volatilidad y obliga al abandono de determinados cultivos en zonas donde las condiciones ya no son favorables. Ok, estamos así, pero ¿qué podemos hacer?

Pues es precisamente en el sector agrícola donde puede germinar la semilla del cambio. Uno de los grandes activos a jugar es la agricultura regenerativa. Esta propuesta se basa en el mejor tratamiento del suelo para promover la resilienciade esto mediante un menor uso de maquinaria, la implementación de cubiertas vegetales y la rotación de cultivos.

“Se trata de mejorar la estructura, mejorar la capacidad de retención de agua y con ello tener un colchón para que la planta sea capaz de soportar aquellas inclemencias que no le son favorables. Creo que con el paso de los años veremos la diferencia», Nos lo cuenta Eder, un agricultor vasco. Si bien es cierto que, hoy por hoy, supone un incremento en el precio del producto, podría ser una opción viable a largo plazo si más agricultores se suman a la iniciativa.

Hace poco más de un año planteamos esto posibilidad de la sexta columna como proyecto piloto de investigación llevado a cabo por Sustraiak Habitat Design con el apoyo de la UE. Hoy es una realidad. Andrés, director general de la Cooperativa Garlán, que produce alimentos para grandes multinacionales, ya lo utiliza en algunos de sus campos.

A través de este modelo se reduce la dependencia de materias primas dependientes de factores externos: “Si conseguimos reducir el uso de fertilizantes minerales un 30 o un 40%, lógicamente tendremos menos dependencia de determinadas materias primas como el gas natural, que condiciona el precio de los fertilizantes”. La agricultura regenerativa abre una nueva puerta a la esperanzapara encontrar una manera de intentar calmar los precios y, también, reducir el impacto en el futuro de nuestro planeta.

Podemos asegurar que Los alimentos no volverán a los precios previos a la pandemiapero la clave es frenar la inflación. Para ello no existen fórmulas mágicas ni milagrosas. El proyecto social necesario para su reversión es más largo y complejo que el ascenso. Los precios suben como un cohete, pero caen como una pluma.

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