Reaparece intacto el cadáver de un hombre que desapareció en Pakistán en 1997
El tiempo, a veces, se detiene. No en los relojes ni en los calendarios, sino en las profundidades heladas de un glaciar. Durante 27 años, el hielo milenario del norte de Pakistán guardó un secreto trágico, una vida suspendida en una cápsula de frío absoluto. El pasado 31 de julio, ese secreto fue revelado. El cuerpo de Nasiruddin, un agricultor y padre de dos hijos que desapareció en 1997, reapareció en la superficie, devuelto por un planeta que se calienta. Su cadáver, increíblemente intacto, no solo ha traído un amargo cierre a su familia, sino que también se ha convertido en un testigo mudo de una crisis global.
La historia de Nasiruddin es la de una tragedia personal que se convirtió en leyenda local. A los 31 años, tras una disputa familiar, abandonó su hogar buscando refugio temporal en las imponentes montañas de Kohistán. Fue un impulso, una huida momentánea que el destino convirtió en eterna. Mientras caminaba por el glaciar Lady Meadows, una caída fatal en una grieta lo sepultó bajo toneladas de hielo y nieve. Durante casi tres décadas, su ausencia fue un fantasma que atormentó a su familia, una herida abierta que se negaba a cicatrizar. El hallazgo, casi un milagro macabro, fue obra del azar: unos pastores que buscaban nuevos pastos para su ganado se toparon con una figura humana emergiendo del hielo, como si la montaña finalmente hubiera decidido confesar su crimen.
La memoria intacta del hielo
Lo que encontraron los pastores desafiaba toda lógica. No eran los restos de un hombre desaparecido hace mucho tiempo; parecía que Nasiruddin acababa de recostarse a descansar. Su cuerpo estaba tan sorprendentemente bien conservado que uno de los testigos, Omar Khan, relató con asombro que “ni siquiera tenía la ropa rasgada”. La crioconservación natural había detenido el paso del tiempo. En el bolsillo de su chaqueta, como un eco de su vida anterior, todavía se encontraba su tarjeta de identificación nacional, el documento que confirmaba la identidad del hombre que el glaciar había custodiado durante 27 inviernos.
Para su familia, la noticia fue un torbellino de emociones encontradas. Su sobrino, Malik Ubaid, recordó los innumerables y desesperados intentos por encontrarlo. Organizaron expediciones familiares al glaciar, suplicaron ayuda a las autoridades, pero se enfrentaron a una barrera insalvable: la falta de recursos. En los años 90, sin drones, sensores térmicos ni equipos de escalada avanzados, la búsqueda en un terreno tan hostil era una misión imposible. El hallazgo, aunque doloroso, ha traído consigo un extraño alivio. “Finalmente, hemos obtenido cierto cierre tras la recuperación de su cadáver”, declaró su sobrino. Al día siguiente, Nasiruddin fue enterrado, poniendo fin a una espera que duró una generación.
El deshielo como mensajero de tragedias pasadas
Más allá del drama humano de la familia, el caso de Nasiruddin es un síntoma alarmante de un fenómeno mucho mayor: el cambio climático. Pakistán es un gigante de hielo, albergando más de 13.000 glaciares, la mayor concentración fuera de las regiones polares. Sin embargo, este tesoro natural se está derritiendo a un ritmo sin precedentes. El aumento sostenido de las temperaturas está provocando un deshielo acelerado en toda la región, un proceso que está abriendo estos archivos helados y revelando lo que ocultaban.
Los glaciares no solo están liberando cuerpos. Están devolviendo a la superficie artefactos, restos de expediciones olvidadas e incluso estructuras de antiguas poblaciones. Este fenómeno no es exclusivo de Pakistán. En los últimos años, los glaciares de los Alpes suizos, los Andes peruanos y el Himalaya nepalí han comenzado a «escupir» los restos de montañistas desaparecidos, soldados de conflictos pasados y víctimas de accidentes aéreos. Cada hallazgo es una historia trágica que vuelve a la luz, pero también una prueba irrefutable del impacto que la actividad humana está teniendo en los ecosistemas más remotos y frágiles del planeta.
Un aviso que llega desde la cumbre
La reaparición de Nasiruddin es una poderosa metáfora. El mismo hielo que le arrebató la vida hace 27 años, ahora, al retroceder, le ha concedido a su familia la paz del duelo. Sin embargo, este acto de «devolución» es también una advertencia inequívoca. Los glaciares, esos termómetros gigantes y silenciosos del planeta, están gritando. Cada cuerpo que emerge, cada pedazo de historia que el hielo libera, es un recordatorio de que las consecuencias de nuestras acciones están llegando a la superficie. La historia de este agricultor paquistaní, preservada por el frío durante casi tres décadas, nos obliga a mirar hacia las cumbres, no solo para ver el pasado que revelan, sino para entender el futuro incierto que anuncian.
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