REPORTEROS DE GUERRA | Testimonios de periodistas ucranianos tras 11 años de conflicto
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Los reporteros de guerra ucranianos están entre los más bregados en batalla del mundo. Llevan 11 años cubriendo la invasión rusa, tres de ellos en forma de conflicto militar a gran escala en su propio país. Al menos 18 periodistas han muerto informando sobre el conflicto, algunos de ellos extranjeros; un centenar más han perdido la vida, pero como soldados o civiles. A la fuerza, los informadores han aprendido una serie de reglas básicas para narrar la contienda y al mismo tiempo protegerse.
Kateryna Sergatskova cubrió en 2014 la guerra del Donbás desde ambos lados. Hoy dirige la fundación 2402 (la fecha de inicio de la invasión a gran escala), que forma a periodistas en reporterismo de guerra. Estas son las directrices que les da a sus colegas:
- No viajes en convoyes militares, salvo que no haya otra forma de sobrevivir: son objetivo.
- Evita llevar ropa de camuflaje: algunos periodistas lo hacen para ganarse la confianza de los militares, pero eso les hace objetivo de los drones.
- Hay tres zonas de cobertura: verde, donde puedes moverte libremente; amarilla, controlada por el ejército; y roja, a donde se puede ir solo empotrado y con permiso de un oficial de prensa. El resto son “zonas grises”, que no están controladas por ninguno de los bandos. Ahí conviene identificarse con uno de los lazos amarillos (identificación friend or foe).
- Si un soldado te pide que le transportes algo a otra ciudad, debes pensártelo, aunque sea tu amigo: es muy arriesgado.
Siempre hay que llevar casco y chaleco antibalas, el equipo de protección personal (PPE por sus siglas en inglés), cuando estés en un radio de 30 kilómetros de una zona de combate, porque es el rango de la artillería. Contra un misil, que llegan más lejos, no sirven.
- Los vehículos, siempre con al menos medio depósito lleno, dos ruedas de repuesto como mínimo y una cuerda larga de remolque.
- Los teléfonos apagados (protocolo de radio silence) en las zonas de alto riesgo. Nada de Google Maps. Mejor mapas físicos, para evitar la localización por GPS.
Sergatskova recuerda también otra de las lecciones aprendidas a fuego: no quedarse en hoteles en el frente de batalla, porque Rusia los ataca, ya que suelen estar ocupados por oficiales del ejército. El 24 de agosto de 2024, un misil Iskander ruso alcanzó el hotel Sapphire en la ciudad de Kramatorsk. Murió el consejero de seguridad del equipo de la agencia de noticias Reuters, Ryan Evans, un ex militar de 38 años, que fue precisamente el que tomó la decisión de pasar la noche en el hotel. Uno de los periodistas estuvo en coma durante dos meses, perdió un ojo y ahora está incapacitado; y el otro resultó gravemente herido.
Mejor suerte corrió el equipo de Sky News que fue tiroteado durante una emboscada rusa al comienzo de la guerra.
“La mayoría de los riesgos para periodistas son la metralla, la artillería, los accidentes de tráfico y los errores humanos”, resume Sergatskova. “Hay muchos, muchos problemas con fuego amigo”.
Testimonios de reporteros de guerra ucranianos
Cuando se tiene una acreditación militar, se puede trabajar con cierta libertad de movimiento, saltándose el toque de queda (de medianoche a cinco de la mañana), y pasar por los puestos de control. Cuando los periodistas se empotran en unidades militares, dependen de las reglas que imponga el jefe de prensa del batallón. Algunos van por libre. Pero todos tienen que cumplir con el mandato del Decreto 73, que establece las reglas de cobertura bajo la ley marcial que impera en Ucrania.
Estos son algunos de los testimonios de periodistas ucranianos tras una década cubriendo la guerra:
Stas Kozliuk
“Los que llevan informando de la guerra desde 2014 han mejorado mucho, ahora son auténticos expertos. Cuando llegaron los reporteros internacionales en 2022, fue una sorpresa para mí ver cómo aprendían de mis compañeros a cómo comportarse en una guerra, qué importa y qué no. Mi primera lección es: desayuna siempre. La segunda: todas las decisiones que tomes son tu responsabilidad. No vayas en coches demasiado grandes, porque son un objetivo. Nunca duermas en hoteles, porque son un objetivo. Mejor en casas privadas, lejos de la línea del frente. Tírate al suelo mientras intentas comprender lo que pasa a tu alrededor en caso de ataque. No te fíes del hecho de que un día has estado en un sitio, no creas que la situación va a seguir igual. No hay una gran censura militar. Normalmente el jefe de prensa del batallón revisa las citas si hablas con comandantes. Si sigues todas las restricciones del Decreto 53, nunca conseguirás una historia, y la gente sobre el terreno lo sabe”.
Angelina Kariakina
“Antes íbamos con nuestra cámara y era suficiente, había de todo. Ahora hay que llevar gasolina, agua, y una antena de satélites Starlink. La regla número uno es: no hagas daño. Cuando hay ataques de misiles y drones, la norma es que no se puede publicar el resultado del ataque hasta que hayan pasado tres horas, si es un objetivo civil, y 12 horas si es militar. No podemos hacer emisión en directo. En ocasiones hay ataques dobles: disparan, y vuelven a hacerlo a los 20 o 40 minutos para matar a los servicios de rescate, bomberos o periodistas”.
Mykhailo Shekel
“Yo era periodista parlamentario cuando en 2014 comenzó la guerra. Tuve que aprender cómo escribir sobre soldados. Muchos extranjeros no comprenden por qué no pueden ir ahora a las trincheras: es por su seguridad y la de los soldados, porque cada coche, cada hombre puede morir atacado por drones. Son zonas de muerte. Al mismo tiempo, no creo que podamos cubrir la guerra desde la distancia, por muchos aparatos que tengamos. He estado en las trincheras, pero nunca he tenido la suerte de algunos medios internacionales de tener un vehículo blindado o un experto de seguridad. ¿Censura militar? No es como la de la II Guerra Mundial, en que los oficiales leían todo. Nosotros hablamos con los soldados, y nadie lee los textos antes de que estén impresos.
Inna Varenytsia
“El interés en la guerra ha decaído. Antes se hablaba mucho de dónde había caído cada dron o cada misil, ahora nos dedicamos más a explicar las consecuencias, por ejemplo políticas. Trabajé durante tres años en Donetsk y Lugansk en las zonas ocupadas, protegida por un gran medio internacional. Muchas veces he sacrificado material del Donbás porque sabía que podríamos destruir una vida. Mi consejo: lleva siempre dos pares de calcetines secos. Es imposible saber cuántas bajas ha habido. Hemos decidido mantener la línea de las cifras oficiales: 45.000 soldados muertos, según el Gobierno”.
Oksana Johannesson
“Soy de Lugansk, ahora zona ocupada. No he vuelto en 10 años. Mis padres aún siguen allí. En año nuevo perdí mi casa del centro de Kiev porque un dron Shahid alcanzó mi apartamento y lo destrozó. He desarrollado una estrategia mental: hacer todo lo que desee hoy. Es muy importante saber de medicina táctica, he trabajado mucho en la línea del frente y en las trincheras, y es relevante”.
Anastasia Vlasova
“El campo de batalla ha cambiado mucho por los drones. Crecimos viendo cómo los reporteros de guerra se sentaban en las trincheras con los soldados, pero los drones han acabado con todo eso; han cambiado cómo hablamos de la guerra. Suele hacer falta ir con un consejero de seguridad, pero no es barato y no hay medios ucranianos que puedan pagar ese nivel de seguridad, como por ejemplo vehículos blindados. La calidad del periodismo se ve afectada. Tratamos temas delicados para el ejército. Por ejemplo, el caso de un comandante de la legión extranjera que bebía y saqueaba. Los soldados contactaron incluso con la oficina del presidente. Cuando vieron que nadie reaccionaba, fueron a hablar con los periodistas”.
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