Ser hombre
¡Qué mal nos enseñaron lo que es ser hombre! Tan mal, tanto nos equivocaron, que el error nos cuesta la vida de una mujer casi cada día y el terror de miles de ellas, golpeadas, acosadas, acorraladas en sus casas, en sus trabajos, en la vida. ¡Qué tristeza, qué vergüenza!
[–>[–>[–>Nos enseñaron que lo contrario de «hombre» es «mujer», y a ver quién nos enseña ahora a los hombres que «mujer» es su igual y lo igual no puede ser al mismo tiempo lo contrario. A ver cómo aprendemos que el antónimo de «hombre» es «macho». Que la voz «hombre» nos encamina hacia lo humano, pero la voz «macho» nos lleva a la parte más innoble, a la peor, a la de la violencia, la brutalidad, el acoso, el asesinato.
[–> [–>[–>Casi cada día una mujer muere a manos del macho. El asesino, pese a su millón de caras, es siempre el mismo, el macho atávico, brutal, irracional, que ataca a la mujer indefensa con toda la furia de su impotencia, de su bestialidad, con cualquier cosa que tenga a mano.
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Jamás empleo la expresión «violencia de género» para hablar de estas cosas porque creo que «de género» le roba fuerza, que enmascara la verdadera fuente del asunto, la suaviza demasiado y casi la esconde. Se trata, sin tapujos, de violencia del macho sobre la mujer y es, por tanto, violencia machista. Las diferencias semánticas son importantes porque las palabras nunca son inocentes. De ahí que el «machismo», con su inconfundible raíz, venga de donde viene y por eso hay que combatirlo, mientras que el «feminismo» no es, ni con mucho, su antítesis, sino una lucha justa y siempre desequilibrada (lo que la hace aún más justa) de las mujeres por alcanzar el espacio social que en justicia merecen.
[–>[–>[–>Es evidente que el macho no puede seguir teniendo cabida en nuestra sociedad, que tenemos que aislarlo, porque el macho siempre verá en la mujer no a una mujer, sino a una hembra, algo inferior a él y de su propiedad, y por lo tanto algo a lo que puede hacer lo que le venga en gana cuando le venga en gana, y eso incluye tocarle el culo, matarla a golpes, dominarla del modo que sea.
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«Macho» no es sinónimo de «hombre», sino la degradación del hombre. Ni siquiera es su antecedente evolutivo. Es una degeneración, una depravación, una perversión. El hombre que desciende a «macho» no es más que un espécimen, material nada más que para la jaula del zoológico o la cárcel, pero no para la convivencia en sociedad, para moverse entre humanos evolucionados. A ese «macho» capaz de la vileza de humillar, acosar, golpear, matar a una mujer, le toca ya la extinción a manos del hombre.
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