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Sigo teniendo la oportunidad de estar aquí, eso es lo importante

Sigo teniendo la oportunidad de estar aquí, eso es lo importante
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  • Publisheddiciembre 3, 2025



Jonás vingarard Habla despacio, midiendo casi cada palabra. Esto no es una coincidencia. Desde su brutal accidente en el País Vasco en 2024, nada en su vida ciclista tiene el mismo tono. Ese día, en el que su cuerpo estaba destrozado y su confianza sacudida, marcó un antes y un después. No hubo temores declarados, pero sí una verdad incómoda: ahora pedalear entendiendo que el margen de error es mínimo. «Antes quizás era más inconsciente. Pensaba que sabía frenar, que sabía manejar la moto y que no me pasaría nada. Pero sucede»admitió a MARCA durante el último criterio de Saitama en una larga entrevista. Desde entonces, cada curva es más real; cada victoria, más preciosa; cada segundo con el suyo, ya no es necesario.

En este emotivo contexto, Vingegaard afronta el balance de un año que no fue un año cualquiera. Se proclamó campeón de LaVuelta y casi gana el Tour de Francia. «Creo que fue una buena temporada. No la mejor. Para poder decir que fue la mejor, también debería haber ganado el Tour», reconoce tajante. Su mirada, sin embargo, revela satisfacción. Conquistó España y tocó Francia, dos territorios donde la presión aumenta y donde la comparación permanente con Pogacar se ha convertido en un peaje inevitable.

Tiene intensos recuerdos de la ronda española, pero también un sabor extraño. LaVuelta’25 estuvo marcada por las protestas, por la incertidumbre sobre la finalización de cada etapa y por un podio improvisado en el hotel madrileño. “No fue fácil”, admite. «Hablamos mucho sobre lo que estaba pasando, si queríamos seguir compitiendo, cómo debíamos actuar. Al final ganamos, aunque no pudimos tener una ceremonia normal. Lo que hicimos con el equipo fue muy bueno».

Pero el futuro no está escrito. Crece un rumor: un posible aterrizaje en el Giro de Italia. Vingegaard no lo descarta, pero se protege: «No hemos decidido qué haremos el año que viene». Sin embargo, cuando se le pregunta qué carrera elegiría si sólo pudiera ganar una más, su respuesta parece sin filtro: el Giro. Una admisión que genera más preguntas que respuestas.

Lo que parece claro es que le atrae la combinación Tour-Vuelta. «Siempre me gustó. Si haces el Tour y la Vuelta, ya casi terminas la temporada. No necesitas entrenar mucho después», explica. Eso sí, nada le distrae de la carrera que marca la vida ciclista: el Tour. Aunque se enfrente a un rival que parece venir de otra dimensión. «Siempre he creído que es el hombre más fuerte el que gana un Tour. Puedes hacer mucho con la estrategia, pero al final son las piernas».

Este ciclismo feroz y acelerado, sin descansos, deja consecuencias visibles. Pogacar admitió haber sido quemado; Vingegaard asiente. «Hay mucha presión, muchos datos, muchos entrenadores. Es exigente. Tienes que pensar más en la parte mental. No tienes que ser perfecto todos los días. A veces es agradable tomar una cerveza, estar con amigos. Eso también es parte de la vida». Eso dice alguien que empieza a valorar más el tiempo en casa que la altitud.

Cuando se le pregunta si ya ha alcanzado su techo, evita llegar a la conclusión. «Antes de mi caída, estaba en una curva ascendente muy alta. Trabajamos para volver a donde estaba. Creo que ahí es donde estoy ahora. Espero volver a esa curva». No excluye los clásicos, pero su naturaleza lo orienta hacia los grandes recorridos: ahí es donde encuentra su hábitat.

Tampoco esconde una aspiración íntima al nuevo camino: la normalidad. «Sería muy feliz si pudiera tener una temporada sin interrupciones. He tenido demasiadas». Ganar importa, pero no tanto como antes. O tal vez importe de otra manera.

Lo que está claro es el día siguiente. Cuando cuelga su bicicleta, no sueña ni con funciones ni con grandes hazañas. Incluso recientemente admitió que le encanta la carpintería. Sueña con el silencio de su casa. «Primero, estar con la familia y los niños. Eso es algo que extraño mucho ahora. Esa será mi prioridad. Ser padre».

Quizás la mayor transformación que dejó este accidente no fue la física. Fue existencial. J.Onás sigue siendo candidato a ganarlo todo. Pero por primera vez reconoce que la gloria sin vida no vale nada. Y esto, para aquellos que han conquistado alturas imposibles, es una nueva cima.





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