Sobre la utilidad de la meditación
Cuando se habla del monje budista de origen francés Paul Ricard, siempre se menciona que es doctor en biología molecular. Eso le da, a los ojos de los occidentales, una ascendencia imposible para otros monjes sin formación académica científica. Su fama se incrementó cuando descubrieron que su cerebro emitía con fuerza unas ondas que se asocian a la atención, la memoria y el aprendizaje. Lo categorizaron como el hombre más feliz del mundo. El acepta con ironía que es un buen titular periodístico y el epitafio para su tumba: «Disfruto cada momento de la vida. Por supuesto, hay momentos de extrema tristeza, sobre todo cuando ves tanto sufrimiento. Esto debería despertar tu compasión y si la despierta, te aproximas a una forma de ser más fuerte, más sana y más significativa. A eso lo llamo felicidad. No es que saltes de alegría todo el tiempo. La felicidad es más bien tu punto de partida. Es adónde llegas tras los altibajos, las alegrías y las tristezas. Percibimos con mayor intensidad el sufrir de los otros pero conservamos esa sensación de profundidad. Eso es lo que aporta la meditación».
[–>[–>[–>El zen es una rama del budismo que atrajo mucho interés ya en el siglo XIX por su misterio y la promesa de hallar la verdad dentro de uno mismo. En sánscrito, concentración es dhyana que los chinos, por fonética, tradujeron como chan y los japoneses, admirables vendedores -casi todo el jardinismo japonés es de origen chino- la pronunciaron como zen .Por definición el zen es indefinible porque él es el principio activo: El pájaro de agua/vaga de aquí para allá/sin dejar huella/pero su camino/ nunca olvida. Es un verso de Dogen (1200-53). Este monje había viajado a China a estudiar el budismo chan de regreso enseñó lo que denominó «solo sentarse» que no busca conseguir la iluminación sino simplemente un estado de atención alerta en el que la mente permanece libre de pensamientos y no tiene objeto. Es, entiendo, lo que hoy se denomina «conciencia plena».
[–> [–>[–>¿Contribuye la meditación o la técnica de conciencia plena a la salud? Ya sabemos que salud es el estado de bienestar físico, psíquico y social, por tanto, si meditar le hace a uno sentirse bien, pues eso es salud. Más allá del sentimiento, ¿hay evidencia científica? Nos podríamos preguntar si es correcto examinar esta técnica a la luz del método científico. Porque más que una técnica, es una forma de vivir, de percibir e interpretar el mundo. Sea o no correcto se han hecho mucho estudios.
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Lo que hemos aprendido cuando se comparan los beneficios de la meditación, casi siempre la técnica de «conciencia plena», con lista de espera o tratamiento habitual, es que mejora levemente el dolor, la ansiedad, la depresión, la calidad de vida, el control de los pensamientos intrusivos y la rumiación. No se ha podido demostrar efecto en el humor, atención, uso de drogas, sueño o peso.
[–>[–>[–>Pero estos estudios no me dejan satisfecho. Porque no representan lo que predica el Dr. Ricard y tantos otros apóstoles de la meditación: es una práctica que exige tiempo, constancia y mucha paciencia. Podemos acudir a la neuroimagen para intentar responder. Se ha visto cómo la arquitectura del cerebro se acomoda a esta actividad, como a cualquier otra, cuando se practica con regularidad. Que Ricard tenga un cerebro singular es lo esperable porque ha dedicado miles de horas a meditar, como lo tiene el tenista profesional, el pianista o, antes, los carteros que conocían cada pueblo, dirección y casi horario de la familia, y reforzaban esos circuitos diariamente.
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Decía Matisse: «Je suis conduit, je ne conduit pas». Hablaba de su mano: cuanto más suelta está más me obedece. Lo mismo que el tenista experto. No piensa en el movimiento, lo ejecuta automáticamente. La práctica ha creado una rutina cerebral. Pero antes lo tuvo que repetir, física y mentalmente, innumerables veces. Lo mismo ocurre con la meditación. Ya en las primeras semanas se producen cambios cerebrales que demuestran que se necesitan más recurso para sostener la atención. Tras miles de horas de práctica, lo mismo que el tenista que ejecuta movimientos con menos esfuerzo, más fluido, el meditador necesita menos activación en regiones asociadas al pensamiento y se enriquecen las implicadas en la memoria y la atención. Interesante es que se fortalece lo que llamamos el cerebro reptil, el que se ocupa de regular el cuerpo, y el emocional. Ambas áreas funcionan de manera inconscientes y son fundamentales para el bienestar. Por tanto, si lo que uno quiere saber si la meditación, como una forma de estar vivo, conduce a la eudaimonia (palabra que emplea Ricard para referirse a la felicidad, o la plenitud) la respuesta es que no valen esos ensayos clínicos de unas semanas. Probablemente tampoco valga la asignación al azar que exige el ensayo clínico. Porque estamos hablando de una forma de vivir, de entenderse a uno mismo y al mundo. Habría que fiarse de la experiencia de los grandes meditadores. Pero, ¿por qué se decidió a meditar y qué le hizo ser persistente?
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