Sonrío, pero me da vergüenza
No todas las despedidas son anunciadas. Algunos simplemente sienten. Kiko Galván No colgó la bicicleta, pero frenó fuerte. Se detuvo. Respiró. Y lo hizo delante de todos, con un mensaje crudo y sin complejos que dice más sobre el deporte que muchas victorias con champán. El corredor fue despedido Farmacia Kern por su imprudencia viral. El ciclista cometió repetidas infracciones de tránsito. Un error que le llevó a una situación complicada.
Captan a un ciclista de Kern Pharma saltando la línea sólida de una carretera
“Avergonzado de haber fracasado”. Así comienza su confesión. No busca ni compasión ni absolución, sólo poner palabras a la situación. Al error, a las consecuencias, al peso de decepcionar a tus allegados. A los padres. A la gente. A esta persona que estuvo ahí cuando todo temblaba. El ciclismo, que durante años fue camino, fe y sacrificio, de repente se convierte en un espejo. Y el reflejo no siempre agrada.
Galván cuenta que este año tuvo que vender su auto por falta de equipamiento. Salió del concesionario a pie. Allí comprendió lo rápido que todo puede cambiar. El vértigo no es bajar una montaña en 90 horas, sino ver cómo una vida construida a base de entrenamientos y renuncias flaquea en unas pocas semanas. Desde entonces entrena vestido de negro. No por estética. Por estado de ánimo. Y, sin embargo, la gente lo reconoce, lo detiene, le pregunta. Él sonríe. En su interior, admite, la vergüenza pesa mucho.
Un final de año difícil
Hay una frase que lo resume todo: “Dejar la bicicleta no me hace daño”. Lo que duele es otra cosa. Fallar. No ser lo suficientemente bueno, ni en relación con los demás ni en relación con uno mismo. En una profesión que te enseña a resistir, pero no a caer. Continuar cuando haya fuerzas, pero no cuando finalice el contrato, el apoyo o la red.
«No digo adiós. Sólo me detengo». Galván no cierra la puerta. Esto tampoco promete nada. Caminad con los pies en la tierra, sabiendo que la vida no siempre permite elegir el camino, sino saber recorrerlo. Su mensaje resulta incómodo porque desmonta la heroica historia del ciclismo. Porque recuerda que hay personas detrás del número. Y porque no todo final necesita un retiro con aplausos. A veces simplemente hay que parar. Y sigue adelante. Como puedas.
Aquí tenéis el mensaje completo de Kiko:
“Nunca pensé que tanta gente vería el ciclismo.
Siempre pensé que éramos cuatro locos y ya.
Este año tuve que vender mi coche después de que me echaran del equipo.
Salí del concesionario y me fui a casa.
Allí comprendí lo rápido que todo puede cambiar.
Desde entonces entreno vestido de negro.
No por estética, sino porque así lo siento.
Y, sin embargo, la gente me reconoce, me detiene, me pregunta.
Y sonrío, pero por dentro tengo vergüenza.
Lástima que fallé.
Decepcionar a mis padres.
A mi gente.
A mi novia, que fue la única que estuvo a mi lado cuando todo se vino abajo.
No escribo esto para dar lástima ni para justificar nada.
Cometí un error.
Un error tiene consecuencias y yo pago por ellas.
Pido disculpas a cualquiera que se haya sentido afectado.
Dejar la bici no me hace daño.
Viví el ciclismo como quería: plenamente, con el corazón, sin medias tintas.
Lo que duele es sentir que has decepcionado a quienes amas.
Es lo más difícil.
No me despido hoy.
Simplemente me detuve.
Respiro.
Y avanzo como puedo, pero con los pies en la tierra.
Porque la vida no siempre te deja elegir el camino,
sino cómo lo logras.
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