Fernando León de Aranoa: «Pablo Sanz es un autor malvado, un dios despiadado con los personajes que crea»

«Siento en mí la inocencia y el silencio de los demás», dijo Clarice Lispector. Por esta aparente calma transcurren los diecisiete cuentos (no es casualidad que tal número sea primo) que aquí se reúnen, una especie de necesaria antología de algunos que quedaron olvidados y dispersos, velados, imposibles de encontrar, de compartir. De personajes condenados a un cierto exilio interior, a soledades nunca deseadas, involuntarias y que ocurren sin motivo. Pero también a veces bellas por nostalgia o melancolía. Siempre vulnerable. Alguien tiene que darles voz: la dimisión no es una alternativa. Somos sus personajes.

Una literatura en todo caso comprometida y necesaria en todo sentido: comprometida con el ser humano, con su condición de indigente y desposeído, y con la sociedad, con la denuncia crítica de sus vicios más comunes y de sus más notorias corrupciones y violencias; pero también con la escritura, con su renovación formal. Una selección de los relatos más destacados de la obra sorprendentemente poética y cuidada del autor.