Trump amenaza los negocios de Musk, aunque el empresario también tiene cartas para golpear al republicano
De la cuenta en X de Elon Musk, el dueño de la red social que tiene en ella 220 millones de seguidores, habían desaparecido este sábado varios de los mensajes que hicieron detonar la bomba nuclear en su relación con el presidente de Estados Unidos, incluyendo el que escribió para vincular a Donald Trump, sin pruebas, a los delitos del depredador sexual Jeffrey Epstein. Eliminar esos mensajes, no obstante, no logra borrar lo sucedido.
Pese a 24 horas de relativa calma, al menos en público, y pese a la clara intención desde el mismo jueves por la noche de Musk de conterner su filosofía de tierra quemada y al menos no destruir más puentes, sigue adelante una ruptura que se presenta como el más agrio de los divorcios. En esta disolución cada una de las partes puede causar profundo daño a la otra, aunque Trump, el hombre más poderoso del mundo, tiene más capacidad de hacerlo y, posiblemente, vista la disposición que ha mostrado a usar el poder del gobierno para sus propias vendettas desde que ha vuelto al Despacho Oval, también más voluntad.
Las consecuencias del desgarro y de los golpes, eso sí, van mucho más allá de las dos individualidades.
Las armas de Trump
El mandatario ya puso sobre la mesa el mismo jueves la posibilidad de dejar a empresas de Musk sin contratos y subsidios y este viernes, en unas declaraciones a la prensa dentro del Air Force One, no habló directamente de eliminarlos pero sí de estudiarlos. “Vamos a revisarlo todo. Tiene mucho dinero. Son muchos subsidios”, dijo Trump, que añadió: “solo si es justo para él y para el país”.
Solo Space X ha obtenido 18.000 millones de dólares en contratos públicos en la última década y en 2024, según un análisis que hizo ‘The New York Times’, esa y otras empresas lograron en solo un año casi 3.000 millones en 100 contratos con 17 agencias. Y Trump podría priorizar a otras compañías a la hora de dar nuevos contratos.
Aunque retando lo creíble el presidente dijo en el Air Force One que “no tenía ni idea” de que el gobierno tuviera investigaciones o demandas contra Musk y sus compañías, otra de las armas que podría usar es relanzar o impulsar esas acciones. Y son muchas. En el momento en que él volvió a la presidencia Musk y sus empresas enfrentaban 65 de al menos 11 agencias. Tesla, por ejemplo, ha sido acusada de haber mentido sobre la tecnología de sus coches sin conductor, Neuralink de haber violado leyes con sus experimentos con monos o a Space X de incumplir normativas en sus lanzamientos de cohetes.
Con la llegada de Trump al poder algunas de esas investigaciones y casos se paralizaron, se empezaron a reconsiderar también multas y Musk incluso pudo, al frente del mal llamado “Departamento” de Eficiencia Gubernamental, desmantelar agencias que podían afectar a sus negocios, como la Oficina de Protección Financiera del Consumidor. Todo ahora puede volver a ponerle en la diana.
El republicano, además, podría seguir las recomendaciones que le ha dado su aliado ultra Steve Bannon, que pide que se investigue el consumo de drogas de Musk, sus relaciones con China o su estatus migratorio y que se le retire la autorización de seguridad que, por ejemplo, le dejaría sin poder dirigir Space X por sus contratos con Defensa.
Las cartas de Musk
Musk no tiene la mano ganadora pero eso no quiere decir que no tenga sus cartas. Cuenta con el potente y poderoso agitador y altavoz que es X, la antigua Twitter y tiene una fortuna sin comparación en el mundo que puede poner a trabajar contra Trump o contra políticos republicanos. Ya ha tonteado con la idea de lanzar un nuevo movimiento político. Y aunque es impopular entre la población general, entre los republicanos, hasta ahora, tiene una aprobación que ronda el 70%. Solo lo superan Trump y el vicepresidente J.D. Vance.
El principal poder de Musk radica, en cualquier caso, en cómo sus empresas se han enraizado en un entramado de servicios públicos en campos como defensa, espacio y seguridad nacional donde cada vez tiene más peso el sector privado. Sin compañías y proyectos como Space X, el programa Falcon 9 de cohetes y Starlink, su servicio de internet basado en satélites, sufrirían la Nasa, el Pentágono y proyectos específicos acariciados por Trump como el escudo de defensa “cúpula dorada”. Y Musk suma un potencial quebradero de cabeza geopolítico para Trump, especialmente si responde a presión, ataques o persecución buscando alianzas o contratos o compartiendo información con líderes de otras potencias y países.
Más víctimas
El divorcio brutal de momento ha servido ya como recordatorio y alerta de esa dependencia de lo privado en lo público y, también, del sistema que se ha impuesto con la presidencia de Trump. Y en Silicon Valley, donde muchos líderes siguieron los pasos de acercamiento de Musk al republicano, han podido comprobar que solo la sumisión total sirve en un regimen de culto a un líder en el que se castigan cualquier desvío de esa lealtad extrema o muestra de oposición. Como ha recordado en ‘The Economist’ Donald Moynihan, profesor de la Universidad de Michigan, se acercaron a Trump en parte porque creyeron que les daría un ambiente favorable con menos regulación pero “siempre existió el riesgo de que lo que compraron eran las condiciones de la oligarquía”.
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