Trump cierra un sorprendente viaje a países del Golfo que subraya cambios en sus dinámicas en Oriente Próximo
El viaje de cuatro días de Donald Trump a Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos tiene el potencial de haber sido mucho más trascendental de lo que las indicaciones previas de la propia Casa Blanca permitían intuir. El republicano ha conseguido volver con los ansiados y esperados acuerdos económicos y de inversión con las tres monarquías de Golfo por valor de cientos de miles de millones de dólares pero, además, ha anunciado acciones importantes como el levantamiento de sanciones a Siria.
Ahí y en otros aspectos la visita ha dejado numerosas señales que apuntan a una aparente nueva doctrina de política exterior para la región, una en la que Trump combina su filosofía transaccional con alianzas que no necesariamente tienen que regirse por parámetros del pasado, incluyendo manteniendo más distancia de lo acostumbrado con Israel. Y aunque en esa doctrina los derechos humanos y la democracia quedan en un segundo plano, con aplausos y acercamiento más a líderes fuertes que a pueblos, Trump ha esgrimido una política no intervencionista que tradicionalmente no se ha identificado con Washington.
Siria e Irán y miedos en Israel
La primera gran sorpresa Trump la dio el martes cuando, en un discurso en Riad, anunció el levantamiento de sanciones a Siria. Un día después, antes de salir hacia Qatar, se reunió con el primer ministro sirio, Ahmed al-Shara, un hombre por cuya cabeza EEUU ofrecía hasta hace poco 10 millones de dólares.
En esa intervención en Riad Trump dio también el primero de varios mensajes sobre Irán que constatan cómo ha cambiado su posición respecto a su primer mandato, cuando rompió unilateralmente el acuerdo nuclear gestado por Barack Obama y volvió a imponer sanciones a Teherán. Con conversaciones abiertas desde el 12 de abril, y pese a mantener la amenaza de acciones militares contundentes para evitar que tenga un arma nuclear, Trump muestra un renovado optimismo ante su capacidad para contener las ambiciones nucleares de Irán y de momento opta por la diplomacia. “Creo que nos acercamos a quizá lograr un acuerdo”, aseguraba este jueves, sugiriendo que Irán “ha acordado en cierto modo los términos” de negociación propuestos por EEUU.
El acercamiento a Siria y la diplomacia con Irán son pasos incómodos para Israel, un país que Trump no ha visitado en este viaje. Y aunque Binyamín Netanyahu haya tratado de interferir recrudeciendo los ataques a Gaza durante la estancia en la región de Trump, el republicano está mostrando una capacidad o una voluntad de distanciarse de Israel inusual en Washington.
Ya antes de llegar al Golfo Pérsico, por ejemplo, Trump acordó una tregua con los hutíes en Yemen. EEUU también negoció directamente con Hamás la liberación del último rehén estadounidense vivo del 7 de octubre, conversaciones de las que Israel se enteró a través de espionaje. Y en su viaje ha tenido oportunidad de hablar en privado con cataríes y saudíes sobre cómo lidiar con la crisis en Gaza.
Por más que en el Air Force One entre Arabia Saudí y Qatar Trump defendiera que “es bueno para Israel” que tenga una relación como la que mantiene con los países del Golfo, el nerviosismo se palpa en Tel Aviv.
Donald Trump. / Europa Press/Contacto/Saudi Press Agency
Acuerdos económicos, China y beneficio propio
El viaje ha tenido el importante eje económico esperado. Se han firmado los acuerdos de compras especialmente destacados en defensa pero también inversiones de las monarquías árabes en otras empresas de EEUU que permiten a Trump proyectar imagen de éxito a nivel nacional. Ha habido, ademas, pactos de venta de procesadores avanzados y de inteligencia artificial, y aunque en EEUU hay reticencias de algunos ante la posibilidad de que puedan acabar en manos de China, la posición de la Administración es que pueden ayudar a frenar la influencia de Pekín en la región.
Trump, además, se ha dejado agasajar, y agasajo y pompa no han faltado por parte de sus anfitriones. Y estos han demostrado saber bien cómo impresiona su riqueza al estadounidense, que no solo se ha deshecho en halagos políticos hacia príncipes y emires sino que puede beneficiarse de acuerdos económicos privados, a través de sus criptomonedas o incluso con el polémico Boeing de lujo que Qatar le ofrece como regalo para que use como Air Force One.
Aplauso
Hay una combinación de motivaciones personales y políticas que son difíciles de discernir pero, incluso entre quienes las cuestionan, Trump ha conseguido impresionar en este viaje. Leon Panetta, exdirector de la CIA, aplaudía en CNN el paso dado con Siria y en declaraciones a ‘Axios’ varios veteranos en política exterior demócratas se declaraban también impresionados.
“Tiene la capacidad de hacer políticamente cosas que presidentes anteriores no podían porque él tiene autoridad total sobre el caucus republicano”, decía Ned Price al portal de noticias. “Es difícil no estar aterrorizado del daño que puede causar con tal poder y a la vez admirado de su disposición a sacudir con descaro tantos tabúes dañinos”, añadía otro alto cargo de tres administraciones demócratas, Rob Malley. Y Ben Rhodes, asesor de seguridad nacional de Obama, que aseguraba que Biden debería haber dado el paso con Siria que ha dado Trump, también le aplaudía. “No está atado al miedo constante a ataques de mala fe de la derecha o estupideces del tipo ‘establishment’ como ‘no hacemos esto, debemos aprovechar las sanciones para bla bla bla.’ ¡No! A veces simplemente hay que probar algo diferente”, decía.
No intervención
En el discurso que Trump dio el martes en Riad y en otras intervenciones que ha hecho en este viaje algunos han visto ecos del discurso que Obama ofreció en El Cairo en 2009. Entonces el demócrata quiso marcar un “nuevo principio entre EEUU y musulmanes basado en interés y respeto mutuos”, algo que no logró culminar.
Ahora Trump ha dejado mensajes similares. “Ante nuestros ojos hay una nueva generación de líderes que supera los viejos conflictos y cansinas divisiones del pasado y forja un futuro donde Oriente Próximo se define por el comercio, no por el caos; donde exporta tecnología, no terrorismo, y donde las gentes de distintas naciones, religiones y credos construyen juntas ciudades, no se bombardean mutuamente hasta la extinción”, decía en su retrato rosado de las dictaduras
“Nunca he creído en tener enemigos permanentes”, aseguraba también estos días Trump, que además ha presumido de que puede “arreglar cualquier cosa”. Y aunque en la gran base militar de EEUU en Qatar este jueves ha recordado que está dispuesto a usar la fuerza («como presidente mi prioridad es acabar conflictos, no empezarlos, pero nunca dudaré en usar el poder estadounidense si es necesario para defender EEUU”), ha dejado una estela de no intervencionismo. “No vamos a dar lecciones de cómo vivir”, dijo el martes. «Al final, los llamados constructores de naciones destruyeron muchas más naciones de las que construyeron y los intervencionistas intervenían en sociedad complejas que ni siquiera entienden”.
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