Trump dispara la tensión y acrecienta los peligros de crisis institucional con su despliegue de la Guardia Nacional en Los Ángeles
Los Ángeles se ha convertido desde el fin de semana en el epicentro de uno de los grandes terremotos que anunciaba la presidencia de Donald Trump, un seismo que va más allá de la ciudad de California, la segunda más grande de Estados Unidos.
Con la autorización para el despliegue de hasta 2.000 efectivos de la Guardia Nacional para aplacar protestas contra redadas de detención de inmigrantes, que comenzó el domingo y que no le había solicitado el gobernador Gavin Newsom, el republicano ha dado un paso inédito en Estados Unidos desde 1965. Y no solo se han disparado las tensiones en las calles, sino también los miedos a un descenso autoritario hacia una crisis en la que Trump ha abierto ya la puerta al despliegue de tropas en activo en suelo estadounidense.
Demanda de California
Este lunes Newsom retaba en los tribunales ese despliegue de efectivos de la Guardia Nacional autorizado por Trump, que el demócrata ha definido de “ilegal”. “No hay invasión, no hay rebelión, el presidente intenta fabricar caos y crisis sobre el terreno para sus propios fines políticos”, escribía en un comunicado anunciando la demanda el fiscal general de California Rob Bonta.
También la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, y activistas y expertos en derechos civiles habían denunciado duramente el paso dado por el presidente, definiéndolo como “una escalada innecesaria y peligrosa” y un “abuso de poder”.
Trump, no obstante, se redobla en su decision. Este lunes en un mensaje en Truth Social defendía que sin el despliegue de la Guardia Nacional la ciudad de “Los Ángeles habría sido destrozada”. Pero la alcaldesa, incluso reconociendo actos violentos y vandálicos que denunció en unas declaraciones en CNN, defendía que la situación no era tan grave, se limitaba a unas zonas muy concretas de la ciudad y habría podido quedar bajo control solo con la policía local.
“Insurrectos”
“La gente que está provocando los problemas son mala gente, son insurrectos”, decía Trump también en unas declaraciones a la prensa en la Casa Blanca este lunes tras aterrizar procedente de una reunión el domingo por la noche en Camp David.
El uso de ese término no es casual. Ya lo han estado usando miembros de su administración en los últimos días, incluyendo Stephen Miller, el asesor de Trump que es uno de los integrantes más utlraradicales y duros con los migrantes en el gobierno. Y hay alerta de que esa sea el razonamiento que Trump acabe usando para invocar la Ley de Insurrección de 1807, una norma que le daría amplia autoridad para usar desplegar a las fuerzas armadas para lidiar con protestas violentas en EEUU.
De momento Trump, que en su primer mandato ya quiso usar al ejército contra los manifestantes que protestaban contra el asesinato de George Floyd (y con dispararles) no ha apelado a esa ley. En el memorando que firmó el sábado por la noche hablaba de “numerosos incidentes de violencia y desorden”, aseguraba que “amenazan con continuar” y decía que “constituyen una forma de rebelión contra la autoridad del gobierno”. Con esos argumentos Trump, que no desplegó a la Guardia Nacional cuando sus seguidores asaltaron el Capitolio, autorizaba su despliegue.
Lo hacía invocando una poco conocida ley del Código de EEUU, concretamente a la provisión 12406 del Título 10. Y su proclamación ejecutiva no citaba Los Ángeles específicamente. Autorizaba el despliegue de la Guardia Nacional “donde ocurren protestas o es probable que ocurran”.
Además, aunque el memorando establecía que deben ser como mínimo 2.000 efectivos de la guardia nacional, deja en manos del secretario de Defensa “emplear cualquier otro miembro de las Fuerzas Armadas como sea necesario”, así como superar el plazo inicialmente previsto de despliegue de al menos 60 días. Pete Hegseth, el actual jefe del Pentágono, sugirió ya el mismo sábado por la noche que podría desplegar marines.
”Tropas en todos sitios”
“Vamos a tener tropas en todos sitios (.)… No vamos a dejar que nuestro país sea hecho trizas como sucedía con Biden”, había dicho Trump también el domingo. Y sus palabras, sus acciones y lo visto el fin de semana en California hacía que tanto el estado como el resto del país este lunes contuviera la respiración.
En más de una docena de ciudades, especialmente en grandes urbes de gobierno demócrata como Nueva York, Chicago y Boston, proliferaba la organización de protestas no solo contra las redadas y las deportaciones de migrantes, sino, también, contra el despliegue de la Guardia Nacional en Los Ángeles y en solidaridad por los arrestos en las manifestaciones californianas, más de 200 según las autoridades. Entre los arrestados se cuenta David Huerta, un importante líder sindical, que tuvo que ser atendido en un hospital y ya ha sido imputado.
Robert Reich, exsecretario de Trabajo, advertía en su columna en ‘The Guardian’ de que el republicano está creando rápidamente una infraestructura “que puede volverse contra cualquiera” y alertaba: “Estamos viendo las primeras etapas de un estado policial de Trump”. Y Elizabeth Goitein, del Centro Brennan para la Justicia, instaba en un detallado e informativo hilo en X a ver lo que está ocurriendo como una «bandera roja sobre la democracia en EEUU»
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