TSUNAMI PACÍFICO | Tres minutos de «terror» en Petropavlovsk-Kamchatski
«Fue aterrador». Quien habla a través del teléfono con EL PERIÓDICO es Anatoli, ciudadano que ronda la cincuentena y residente en la remota Petropavlovsk-Kamchatski, el punto habitado más próximo al epicentro del seísmo de este miércoles. Y no se trata de palabras impostadas o huecas de significado. Como habitante de la región de Kamchatka, una península de gran actividad volcánica y exuberante naturaleza en el Lejano Oriente ruso, con una extensión similar a la península italiana, Anatoli, quien prefiere no desvelar su nombre real, se ha habituado a convivir con los frecuentes temblores de tierra que sacuden su región y obligan a los constructores a levantar edificios compactos de escasas alturas y capaces de soportar seísmos de más de nueve grados en la escala de Richter.
Anatoni se hallaba en el centro de la ciudad, a punto de entrar en el coche, cuando comenzó a sentir el terremoto. «Era como viajar en un avión en medio de una zona de turbulencias, tenía la sensación de que nada me asía al suelo», explica. La gente a su alrededor gritaba, mientras que otros invocaban a Dios de forma repetida. La mayoría de la gente que se hallaba en el interior de los edificios salió al exterior. Tan importante como la intensidad del temblor de tierra fue la larga duración del mismo. Si los anteriores terremotos duraban 30 segundos o un minuto como máximo, en esta ocasión la tierra se movió bajo los pies de Anatoni durante tres largos minutos.
Alerta de tsunami
De inmediato, una vez cesaron los temblores, las autoridades emitieron la alerta de tsunami, que empujó a muchos locales a coger el coche y a intentar llegar a la dacha, la casa de campo, lejos de la ciudad, al abrigo de las réplicas o incluso las olas. «Hubo hasta atascos para salir de la ciudad», rememora Anatoli. Y aunque se levantaron marejadas que afectaron a algunos barrios pequeños y periféricos situados junto al litoral, en el puerto de Petropavlovsk-Kamchatski apenas se produjeron daños, al no hallarse en mar abierto. «La ciudad está protegida por una bahía», recuerda Anatoli. Ciertamente, la bahía de Avacha, con una superficie de 215 kilómetros cuadrados y un acceso de tres kilómetros de longitud que la separa de las aguas abiertas del océano Pacífico, ejerce de protección natural ante eventuales maremotos generados por la elevadísima actividad sísmica de la zona.
La tarde no trajo la calma a los habitantes de la ciudad. Algunos volvieron al trabajo, otros cancelaron sus quehaceres del día, a decir de Anatoni, por temor a las réplicas. Y es que durante todo el resto de la jornada, se contabilizaron centenares de ellas. «Sí, no tienen la misma intensidad, pero también te afectan», rememora. Pese a la intensidad del terremoto, la ciudad apenas registró daños. Tan solo se produjeron algunos en un parque infantil que, por suerte, estaba cerrado al público por trabajos de reparación. El temblor de este miércoles, concluye Anatoli, fue la culminación de una semanas de constantes seísmos, previos al arranque de la erupción, hoy, del volcán Kliuchevskoi, a una treintena de la localidad de Kliuchi, en el centro de la península.
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