Un año después del ataque de los buscapersonas, un debilitado Hizbulá se plantea su futuro en el Líbano
El paso del tiempo no lo ha hecho más verosímil. Lo ocurrido hace justo un año todavía perturba al Líbano. Pasadas las tres y media del mediodía de un martes cualquiera de septiembre, miles de dispositivos electrónicos pitaron al unísono. Los zumbidos sonoros de los buscapersonas llenaron habitaciones de todo el país. Segundos después, también todos a la vez explotaron. Una docena de personas murieron al instante. Entre ellas, había varios niños. Tan solo un día después, de nuevo, otros dispositivos fueron detonados al mismo tiempo. El segundo ataque, esta vez con explosivos en los walkie talkies, mató a una treintena más de libaneses. Muchos se encontraban en los funerales de sus compañeros muertos el día anterior.
«Fue el indicio más serio hasta ese momento de que Israel se había infiltrado profundamente en Hizbulá», constata David Wood, analista senior del International Crisis Group, a este diario. La milicia y partido político chií llevaba prácticamente un año enfrascado en enfrentamientos transfronterizos con Israel, después de que el 8 de octubre de 2023, un día después del ataque de Hamás, empezara a lanzar proyectiles contra el «enemigo sionista» en solidaridad con el sufrimiento de los palestinos de Gaza. Hasta entonces, la violencia se había enmarcado en la frontera, con un ataque puntual en los suburbios sureños de Beirut. Pero ese 17 de septiembre de 2024, con un botón accionado a kilómetros de distancia, Israel desató la guerra en el Líbano.
Tras los dos primeros ataques contra dispositivos electrónicos, llegó un bombardeo contra un alto mando de Hizbulá. Finalmente, seis días después de la primera detonación masiva, el Ejército israelí lanzó su operación más letal en el Líbano. El 23 de septiembre de 2024, los bombardeos israelíes contra el sur del país mataron a más de 500 personas, convirtiendo esa jornada en el día más mortífero en las décadas de conflicto entre ambos Estados. El país de los cedros ya no es el mismo de entonces, pero si alguien ha cambiado es Hizbulá. Todo empezó hace justo un año. «Israel ha debilitado a Hizbulá hasta tal punto que el partido necesita replantearse profundamente qué es como organización de cara al futuro», señala Wood.
Pérdidas sin precedentes
Desde aquel trágico mediodía de septiembre, el grupo ha sufrido pérdidas sin precedentes. Los dos meses de ofensiva israelí, que terminó el 27 de noviembre con una tregua que Israel continúa violando a diario hasta hoy, arrasaron con sus capacidades militares. Sus líderes fueron asesinados. Hasán Nasrala, su secretario general durante los últimos 32 años, murió tan sólo cinco días después del inicio de la campaña de bombardeos. Una semana después, Israel mataba a su sucesor, Hashim Safi Al Din. Toda la cúpula militar y política de Hizbulá fue eliminada en cuestión de semanas, no sin dejar víctimas civiles a su paso. Más de 4.000 personas han muerto en el Líbano desde el 8 de octubre de 2023. Gran parte de su arsenal militar ha sido destruido, igual que decenas de localidades en la frontera libanesa.
Dos chicas dan banderas de Hizbulá y otra persona muestra una foto de Hasan Nasrala en una calle Beirut, celebrando a Alto El Fuego. / WAEL HAMZEH / EFE
La campaña militar israelí aún no ha terminado. Sus tropas continúan ocupando cinco puntos estratégicos en el límite entre los dos países, oficialmente en guerra desde la creación de Israel en 1948. Decenas de personas han sido asesinadas en bombardeos israelíes desde noviembre. Tras tres años de bloqueo político, el Líbano finalmente cuenta con un gobierno y un presidente. El gran debate político de su legislatura es algo impensable hace un año: el desarme de Hizbulá. «Nada es imposible, pero no soy optimista de que el Líbano logre convencer a Hizbulá de que se desarme con la situación actual», constata Wood. «Por supuesto, Israel no ayuda al seguir ocupando partes del sur y atacando el país, porque hacerlo en realidad debilita al Estado libanés y lo hace parecer débil, probablemente en beneficio de Hizbulá», añade.
Resistencia contra Israel
Hizbulá fue creado durante la guerra civil libanesa, en los años 80, para precisamente ejercer esta resistencia contra Israel. En 1982, las tropas israelíes invadieron el país e iniciaron una ocupación en el sur que duró hasta el inicio del siglo siguiente. El Ejército libanés, enfrascado en un conflicto multisectario, no hizo nada por evitarlo. Fueron los luchadores de la recién estrenada milicia de Hizbulá, financiados por Irán, quienes lograron que los soldados extranjeros abandonaran su tierra. Un cuarto de siglo después, una nueva ocupación, como la que llevan a cabo desde el pasado otoño en el sur del Líbano, daría motivos suficientes para organizarse de nuevo.
Sin embargo, la resistencia militar necesita algo más que razones. «Parece muy improbable ahora mismo que Hizbulá pueda reconstruirse como la misma organización que era el 7 de octubre de 2023″, señala Wood. «Eso no se debe solo al daño que ha sufrido Hizbulá, sino también a la caída de Bashar al Asad [el dictador sirio derrocado en diciembre]él Acoralidad de Irán Y los esfuerzos directos para cortar las cadenas de suministro de Hizbulá, por lo que es muy difícil imaginar que pueda regresar de la misma manera antes del comienzo de esta guerra «, agrega. Durante años, la alianza con los regímenes presentes en Irán y Siria Le habían permitido recibir muchas armas y financiar a través del territorio vecino sirio. Ahora, esta ruta está cortada.
Un miembro de Hizbulá que perdió varios dedos y un ojo en las explosiones del voto de ‘buscar’ en las elecciones municipales, el 24 de mayo en Nabatieh. / MOHAMMAD ZAATARI / AP
Poder doméstico
Aunque Hizbulá ha perdido su poder regional, sigue siendo una de las facciones más poderosas del Líbano. Sus representantes ocupan casi el 10% de los escaños parlamentarios y dos puestos ministeriales. Además, cuenta con su propio aparato de seguridad y ofrece amplios servicios sanitarios, religiosos, sociales y comerciales en el sur y el este del Líbano y en los suburbios sureños de la capital. En un contexto de crisis económica nacional, las ayudas y servicios de Hizbulá han sacado a flote a gran parte de la población chií del país, en contraposición con unas instituciones nacionales fallidas. «Si quiere sobrevivir, Hizbulá tal vez necesite centrarse más en los asuntos internos del Líbano que en intentar ser un actor regional», sugiere Wood. «Los líderes del partido deben reflexionar sobre esto y llegar a algún tipo de acuerdo sobre la mejor manera de avanzar», concluye.
Tanto Hizbulá como el Líbano aún se están recuperando del estallido de miles de buscas a la vez hace justo año. Esta modalidad de ataque indiscriminado, que según informes de derechos humanos y de las Naciones Unidas habría violado el derecho internacional, dejó heridas reconocibles en centenares de personas. Los supervivientes son fácilmente identificables: les faltan ojos, tienen rostros llenos de cicatrices y manos sin dedos. «Desde el momento en que ocurrió, las implicaciones del ataque de los buscapersonas van mucho más allá del Líbano», constata Wood. «La operación y la forma en que la gente en diferentes partes del mundo respondió a ella podrían marcar el comienzo de un capítulo muy oscuro en la historia de la humanidad», advierte, señalando a aquellos que aplaudieron la acción israelí por ser una muestra de su capacidad tecnológica y de inteligencia.
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