Un funeral histórico despide al papa Francisco

La Iglesia católica no celebraba un funeral tan imponente y multitudinario desde el de Juan Pablo II. Los grandes del mundo y centenares de miles de peregrinos se han congregado en una soleada mañana para despedir a Francisco, una figura de dimensiones históricas que deja un legado de profundo calado y una sucesión cargada de desafíos.
El funeral del papa argentino y exobispo de Buenos Aires fue todo lo que se esperaba, y más. La ceremonia ha comenzado puntual. El cardenal decano, Giovanni Battista Re, de 91 años y viejo amigo de los tres últimos pontífices, presidió los actos. También estuvo presente el cardenal camarlengo, el irlandés Kevin Farrell, quien la noche del viernes había celebrado el rito del cierre del ataúd, una sencilla caja de madera.
A esas alturas, más de 100 delegaciones ya ocupaban sus lugares en la plaza: 14 reyes o príncipes herederos, 53 jefes de Estado, 15 presidentes de Gobierno, y 9 representantes de organizaciones internacionales, entre ellos el secretario general de la ONU, António Guterres. La delegación española fue especialmente numerosa. Aunque no asistió Pedro Sánchez, estuvieron los Reyes, el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero; la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz; y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños.
Desfile de poderosos
El evento incluso ha logrado reunir en Roma a líderes con poca costumbre de llevarse bien, como Donald Trump y Volodímir Zelenski (no sentados cerca), o Javier Milei y Luiz Inácio Lula da Silva. Entre los asistentes también se encuentran Emmanuel Macron, Keir Starmer, el príncipe Guillermo, el presidente polaco Andrzej Duda, y los mandatarios alemanes Frank-Walter Steinmeier y Olaf Scholz. A ellos se han sumado los tres principales representantes de la Unión Europea: Roberta Metsola, Ursula von der Leyen y António Costa.
Miles de personas, fieles de a pie, se congregaron en la explanada y sus alrededores. Al menos otras tantas han seguido la ceremonia por televisión, gracias a las pantallas gigantes instaladas en varios puntos de la ciudad, incluidas la Vía de la Conciliación y la cercana plaza del Resurgimiento.
La llegada del ataúd, luego rodeado por decenas de cardenales vestidos de rojo, fue saludada con la primera salva de aplausos. Tras diversas antífonas y otros cantos litúrgicos, y lecturas de salmos, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re —uno de los pocos que no fueron creados cardenales por Francisco, sino por Juan Pablo II— pronunció en italiano una homilía en la que rememoró la vida y el legado del pontífice fallecido.
La homilía, centrada en la dimensión más social y política del difunto Papa, fue interrumpida varias veces por los aplausos. La gran conmoción popular ante la figura de Francisco fue un motivo de alegría para la Iglesia, pero también añadió así presión a los cardenales que, en una fecha aún no decidida, deberán reunirse en cónclave para elegir al pontífice encargado de asumir una sucesión sin un favorito claro.
«Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Además, fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia», dijo Re. «El hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa para todos; una casa de puertas siempre abiertas», añadió. «Es significativo que el primer viaje del Papa Francisco fuera a Lampedusa, isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar […] así como la celebración de una misa en la frontera entre México y los Estados Unidos, con motivo de su viaje a México «, observó.
El funeral del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. / Associated Press/LaPresse
Seguridad
Roma, la capital de la cristiandad, está siendo a la altura de una ocasión sin precedentes en décadas. El despliegue ha sido imponente. Se estableció una especie de «zona roja» en gran parte del área vaticana, con cortes de calles y prohibición de estacionamiento. En el centro de la ciudad, los autobuses dejaron de circular durante varias horas. La empresa ferroviaria Ferrovie dello Stato destinó a unos 900 trabajadores adicionales —técnicos de mantenimiento, revisores y personal de seguridad— para facilitar la llegada y salida de los peregrinos a la ciudad. A nivel nacional, se suspendieron los campeonatos de fútbol, voleibol y baloncesto.
El dispositivo de seguridad, que ha incluido a más de 11.000 personas, ha sido extraordinario. Se ha cerrado el espacio aéreo y se han suspendido las clases. En los tejados cercanos a la basílica de San Pedro se han apostado decenas de francotiradores. En tierra, el Ejército y la Aviación también patrullan con sus fantasmagóricos ultramodernos fusiles Jammer, capaces de neutralizar drones a una distancia de hasta 400 metros. Incluso se han movilizado unidades NBCR, especializadas en amenazas nucleares, biológicas, químicas y radiológicas. En puntos estratégicos, la policía ha controlado a los transeúntes mediante escáneres 3D, en coordinación con equipos de las fuerzas armadas.
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