Un problema, sobre todo, de gobernanza
La gestión del poder es problemática: la política consiste en decidir entre opciones, muchas incluyen criterios de oportunidad, no pocas tienen contenido económico, en todas habrá beneficiados o perjudicados y la corrupción siempre acechará al gobernante. En los comportamientos personales de otro orden el riesgo no es menor, sobre todo en tiempos en que están cambiando patrones de conducta mientras persisten las peores secuelas del patrón anterior. En esos contextos son aún más necesarios modelos muy estrictos de gobernanza, en los que el partido en el poder ejerza, mediante personas y órganos dotados de suficiente autonomía, una implacable función de vigilancia, control y denuncia. Es obvio que cuando se confunden gobierno y partido, éste es hiperliderista y monolítico y los órganos de control no tienen peso en la estructura, se dan condiciones óptimas para que medre la indecencia.
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