una remota isla helada elevada a actor global
«La decisión compete a los groenlandeses», es la frase más recurrente escuchada a escala de líderes estos días, desde que Donald Trump ratificó su voluntad de hacerse con el control de Groenlandia. Se escucha desde Copenhague a Bruselas, Berlín, Washington, Moscú o, por supuesto, Nuuk, la capital del territorio autónomo danés. Los intereses de quienes la pronuncian son distintos o hasta antipódicos. Pero es un reflejo de cómo la remota isla ártica se ha convertido en un inusitado actor global, con apenas 56.400 habitantes, el 2 % de la población del Reino de Dinamarca.
[–>[–>[–>[–>La agenda internacional ha descubierto a Múte Bourup Egede, el discreto primer ministro groenlandés, en el cargo desde 2021. De 37 años, Egede lidera el izquierdista partido Inuit Araqatigiit. Su horizonte, de cara a los comicios legislativos del próximo abril, es avanzar hacia la independencia de un territorio cuyo estatuto de 2009 le reconoce el derecho a la autodeterminación. El camino está marcado, pero no es realista que lo pueda consumar a corto plazo, advierte Michael Paul, experto en la región ártica de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín. Groenlandia no tiene las estructuras administrativas ni de poder precisas para alcanzar ese objetivo ahora, afirma. Necesita, al menos, una década.
[–>Egede reafirma casi a diario que «Groenlandia pertenece a los groenlandeses“, frase que no le discute la primera ministra de Dinamarca, la socialdemócrata Mette Frederiksen, consciente de lo establecido en el estatuto de 2009. Esa misma idea da alas a Trump, tal vez porque considera más fácil o más barato ‘convencer‘ a Nuuk de la conveniencia de dejarse comprar por Estados Unidos que insistir ante Copenhague. Trump ha llegado a decir que no descarta la vía militar, algo que estando Dinamarca en el bloque de los aliados más profundamente atlantistas de la OTAN ha encendido las alertas europeas.
[–>[–>[–>
No forma parte de la UE
[–>[–>[–>
Groenlandia vivió varios intentos colonizadores vikingos, incluido el de su ‘descubridor‘, el noruego Erik el Rojo. Lleva siglos integrada en el reino danés, aunque Estados Unidos asumió su defensa durante la ocupación nazi del país nórdico. Dejó de ser colonia danesa en 1952 para avanzar hacia su régimen autonómico actual. No forma parte de la UE, ya que su estatus especial admite esta excepción. Pero desde el año pasado Bruselas tiene una representación permanente en Nuuk orientada a fomentar las inversiones en transición energética y digitalización, otro de los ámbitos donde son claves la explotación de tierras raras. De Copenhague percibe la isla unos 600 millones de euros anuales, considerados imprescindibles para su subsistencia. Una cantidad irrisoria, a ojos de Trump, si su administración de decide a tratar de seducir al independentismo por la vía de hipotéticos provechos económicos.
[–>[–>[–>
El hijo de Donald Trump, Donald Trump Jr., dió un barniz turístico a su reciente visita a la isla, obviamente envuelta en un notable revuelo mediático. Como un turista más se dejó fotografiar ante el monumento al pastor luterano Hans Egede, el misionero noruego que en el siglo XVIII se enfrascó en la tarea de evangelizar a la población inuit, que actualmente representa un 80 % de sus habitantes.
[–>[–>[–>
El equipo de Trump J. difundió esa imagen, que para muchos groenlandeses actuales remite no solo al «apóstol de Groenlandia“, sino al desprecio con que Copenhague ha mirado a la etnia inuit o a escándalos de la historia reciente. Salieron a relucir robos de bebés, destinados a generar una élite étnica formada en Dinamarca. O esterilizaciones forzosas de miles de groenlandesas, a las que se implantó sin su consentimiento dispositivos intrauterinos. Se practicó entre 1960 y 1970, pero no salió a relucir hasta 2022 por la vía de una investigación periodística, en medio de denuncias de genocidio.
[–>[–>[–>
Los agravios históricos o actuales han dado alas al independentismo. El gobierno de Nuuk ha respondido a los repentinos intentos de seducción de las grandes potencias mostrando interés en estrechar lazos económicos con Estados Unidos. Desde Moscú, el ministro de Exteriores Serguéi Lavrov incidió estos días en el derecho a la autodeterminación de los groenladeses, aunque con un matiz cínico: «Hay que escuchar la voz de los groenlandeses. Tal como nosotros hicimos con los habitantes de Crimea“, afirmó, en alusión a la anexión de la península de Ucrania, en 2014, convenientemente aderezada por un dudoso referéndum por el Kremlin.
[–>[–>[–>
Suscríbete para seguir leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí