Una sociedad sin créditos
El fin de los créditos en las películas de las televisiones y el enlace de una película con otra sin solución de continuidad es una práctica muy extendida ya desde hace tiempo en las televisiones generalistas. Un fenómeno que sigo, no sin cierta incomodidad, y del que no he visto ninguna reacción al respecto en ningún círculo de opiniones o tertulias televisivas. Me resulta curioso ver esta anomalía normalizada.
[–>[–>[–>Dice el filósofo, G.W.F. Hegel para ser más exactos, que después de un evento tienes que reflexionar sobre él: «la lechuza de Minerva (el pensamiento) solo emprende el vuelo al anochecer»; se toma su tiempo. Porque éste es necesario para sacar conclusiones, pertinentes o no, ante cualquier actividad mínimamente intelectual y no olvidemos que todos somos filósofos, buenos o malos, como decía otro filósofo también alemán, Immanuel Kant.
[–> [–>[–>Esta costumbre sobre la sucesión de las películas de cambiar automáticamente de escenas, desde la que es final de una película hasta la que es comienzo de la siguiente, se sigue manteniendo, pero ahora con más ímpetu. La razón es obvia, a pesar de su autojustificación de ajuste de parrilla, enganchar a los televidentes sin hacerse preguntas y apelando a su curiosidad para ver de qué trata la otra. Planteado así se acerca bastante a una comercialización del pensamiento, a un «microcapitalismo» de manual para conseguir audiencia que se traduzca en dinero, o para mantener ideología que se traduzca en votos, al menos en las democracias formales.
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No es que yo sea un nostálgico de los créditos, que quizá también, aunque me parece correcto que los pongan y que realicen también una presentación, como alguna vez se hizo. No ha de ser baladí saber quiénes han trabajado para que una obra haya salido a la luz, quién la ha subvencionado, dónde se ha rodado… Porque eso permite contextualizarla y enfocarla desde una óptica distinta.
[–>[–>[–>Pero los «medios» se anticipan diciendo que eso no es más que puro entretenimiento, que es, no lo niego, una función importante, pero no la única. También lo son la información, la formación y la reflexión. Parece suponerse que para educar, formar y reflexionar está «la escuela». Suposición vana en estos tiempos que corren donde los chicos se pasan más horas delante de «las pantallas» que de los libros de texto. Tiempos de consumo veloz.
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Sin duda detrás de todo esto hay una constatación empírica, que, por cierto, comparte mucha gente. Es verdad que casi todo el mundo abandona las salas de cine cuando acaba la escena final sin quedarse a ver los créditos, a no ser que tengan un interés especial o formen parte de ese «mundillo». Pero eso implica una trampa que no recogen esas interpretaciones. La gente sale del cine, es cierto, pero luego se van a cenar, a tomar algo o a casa y en en ese «trasunto» se pueden acordar de la «peli» que vieron, pensar en ella y compararla con otras o con sus propias vidas. Esa es una de las virtudes de la sala oscura, aunque no la única.
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[–>¿Pero qué ocurre cuando esto se hace en el salón de tu casa? ¿Que te enganchen a otra película sin solución de continuidad, y que todo dependa de las dos o tres espectaculares escenas siguientes? Porque poner los créditos, dejar un tiempo que antes se rellenaba con publicidad y que ahora se exhibe después de las primeras escenas o entre las más impactantes siguientes, es un riesgo para «el comercio mediático», pues el personal se puede desenganchar de la audiencia y pasar de ser telespectador a telepensador, o a «teleaburrido» que es aún peor. Parece ser que dedicar el tiempo a pensar o, simplemente, a decidir si quieres o no ver lo siguiente, o simplemente para irte a dormir o a leer, es una situación perversa para la cosa mediática.
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Cuando hace años las televisiones privadas lo hacían ya me parecía impertinente. Pero ahora al verlo en las televisiones públicas mantenidas con fondos públicos, valga la redundancia, uno se pregunta: ¿Qué tipos de consejos de administración las dirigen? ¿Qué tipo de políticos nos están gobernando, sobre todo cuando ellos mismos dicen alentar el pensamiento crítico? ¿Es ésta la sociedad que queremos? La respuesta es sencilla: una sociedad sin créditos.
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