Venezuela EEUU | Obsesionado, perseverante y, por ahora, victorioso: Marco Rubio coge las riendas de la estrategia de Trump
Nadie puede decir a día de hoy qué va a hacer respecto a Venezuela el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El jueves dijo que «muy pronto» extenderá a acciones «por tierra» la campaña contra el narcotráfico y las supuestas narcolanchas que inició el 2 de septiembre en el Caribe, en la que ha cometido más de 80 ejecuciones extrajudiciales. La víspera, a bordo del Air Force One, había dejado la puerta abierta al diálogo con Nicolás Maduro, aunque junto a la posibilidad de hacer las cosas «por las buenas» (y se ha sabido que habló por teléfono con el líder venezolano) se guardaba la carta de hacerlas «por las malas».
[–>[–>[–>La incertidumbre palpita con tensión, porque ha realizado en la región un despliegue militar que no se veía desde la crisis de los misiles de 1962. Pero de lo que no hay duda es de que, cuando algo suceda, y sea lo que sea, en la decisión de Trump habrá jugado un papel fundamental Marco Rubio, el secretario de Estado y asesor de seguridad nacional, un potente doblete de cargo como el que en su día desempeñó Henry Kissinger.
[–> [–>[–>Evolución
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A los 54 años, Rubio ha logrado elevar su perfil, reforzar su relación con Trump y convertirse en principal arquitecto de su estrategia para Venezuela. Ni rastro queda en esta Casa Blanca del «pequeño Marco», el insulto con que despreciaba Trump en las primarias para 2016 a este hijo de Miami y de emigrantes que salieron de Cuba tres años antes del triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro.
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Ya en el primer mandato del republicano, y tras empezar durante el Gobierno de Barack Obama a impulsar sanciones contra altos cargos venezolanos por violaciones de derechos humanos y narcotráfico, Rubio era visto por algunos como «secretario en la sombra para Latinoamérica». En esos años él y Mauricio Claver-Carone, que entonces era el responsable del Hemisferio Occidental en la Casa Blanca, apostaron por una campaña de presión económica máxima contra Caracas y por pasos como que Trump reconociera a Juan Guaidó como presidente interino.
[–>[–>[–>Todo aquello hizo aguas, pero no ahogó políticamente a Rubio. Y ahora no solo se mantiene a flote, sino que lleva el timón.
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Confrontación, no diálogo; seguridad nacional, no política exterior
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Una vez que Trump volvió en enero a la Casa Blanca, pareció que Richard Grenell, su enviado especial para Venezuela y defensor del diálogo para abrir vías de negociación con el país y, por supuesto, de negocio, iba a dirigir su estrategia. Pero el republicano ha acabado cortando las alas a Grenell e inclinándose por Rubio, máximo exponente de un esfuerzo maximalista, de confrontación y de trabajo hacia el cambio de régimen, una obsesión personal para él.
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[–>Rubio ha hecho que, al menos sobre el papel, la agresiva relación de Trump con Venezuela se plantee como una lucha contra el narcotráfico, entendida como una extensión de la guerra contra el terror.
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Se ha elevado el señalamiento de Maduro, imputado en 2020 con cargos de narcoterrorismo y conspiración para exportar cocaína a EEUU y una recompensa por su captura que ha ido subiendo de 15 millones a 25 millones en los años de Joe Biden y ahora, de nuevo con Trump, a 50. Y el secretario del Tesoro ha conseguido que se designe organización terrorista al Cártel de los Soles, un ente amorfo que dice dirigido por Maduro.
[–>[–>[–>Como ha explicado Carrie Filipetti, que se encargó de Venezuela en el Departamento de Estado durante la primera presidencia de Trump y con la que Rubio consulta, como con Elliot Abrams, el primer enviado para Venezuela del republicano, «no se está tratando como tema de política exterior sino de seguridad nacional«.
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Aliados
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En esa visión Rubio ha logrado apoyos y aliados como Stephen Miller, arquitecto de la nacionalista política de inmigración, sumando a la ecuación la idea de que los cambios en Caracas ayudarán a frenar la llegada de migrantes. Su línea dura tiene también el respaldo de otras figuras destacadas como el vicepresidente, JD Vance; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el director de la CIA; John Ratcliffe; Michael Kensen, un veterano de las fuerzas especiales que forma parte del Consejo Seguridad Nacional, y Terrance Coe, de la agencia antinarcóticos.
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Hay quien advierte de que Rubio está empujando a Trump hacia una acción definitiva contra Maduro y John Feeley, que fue embajador en Panamá con Obama y Trump hasta que dimitió por diferencias con el republicano, ha reflexionado en ‘Politico’ que «Rubio y los anticomunistas más ideológicos en su círculo le han acorralado con un pretexto endeble contra el narcotráfico y una escalada militar masiva. Empieza a parecer un tigre de papel si se limita a hundir pequeñas lanchas», ha avisado.
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De la Doctrina Monroe a la ‘Donroe’
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Rubio «ve la oportunidad de que avance una política mucho más agresiva de EEUU hacia Latinoamérica», según le ha explicado a AP Geoff Ramnsey, un analista del Atlantic Council. Y está siendo pieza clave también para Trump en lo que el tabloide ‘New York Post’, en una de sus agudas ocurrencias, bautizó como la «Doctrina Donroe».
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Si en el siglo XIX el presidente James Monroe intentó poner freno a la injerencia europea en Latinoamérica y argumentó que cualquier intervención extranjera en el continente era un acto hostil hacia EEUU, ahora la idea es acabar con la fuerza de China o Rusia en la esfera de influencia de Washington. Y lo ha verbalizado Mauricio Clave-Carone: «No puedes ser el poder regional dominante si no eres el poder regional dominante».
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Consistencia y flexibilidad ideológica
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En estos meses Rubio, según ha dicho su amigo y aliado Rick Scott, senador y exgobernador de Florida, «está haciendo exactamente lo que siempre ha hecho» y sigue moviéndose con la convicción de que, en un dominó geopolítico, si cae Maduro seguirán otras piezas claves y obsesivas para él: Nicaragua y Cuba. También sigue impulsado por su odio enquistado contra autócratas latinoamericanos.
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A la par de esa consistencia, Rubio está mostrando una flexibilidad ideológica destacable. Si en el pasado fue un halcón, firme defensor de la OTAN o de la soberanía de Ucrania, ahora ha ido moderando su apoyo a intervenciones en el extranjero, ha defendido las negociaciones con Rusia y los recortes a programas democráticos. En términos que afectan directamente a Venezuela, uno de sus giros más significativos ha sido aliarse con Trump y Miller y defender ahora quitar el estatus de protección temporal a inmigrantes venezolanos.
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El futuro político
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Lo que suceda en Venezuela tendrá consecuencias políticas para Rubio. Eduardo Gamarra, un profesor de Florida International University, ha dicho también a ‘Politico’ que «si Maduro se va, pase como pase, será bueno para Rubio».
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En esas ecuaciones, no obstante, hay algunas opciones más favorables. Sacar a Maduro por la fuerza, por ejemplo, puede restarle apoyos en el movimiento MAGA, que mayoritariamente rechaza la idea del intervencionismo, incluso en Caracas. El derrocamiento potencial de Maduro puede además resultar mucho más problemático que negociar con el líder de Caracas una salida, y aviva fantasmas de caos y de inestabilidad económica que podrían alimentar de nuevo la salida de venezolanos.
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Para parte de la comunidad de raíces cubanas y venezolanas que ha sido base de votantes de Trump y Rubio en Florida, mientras, la expectación es que habrá un cambio de régimen y no lograrlo podría tener castigo en las urnas para los republicanos.
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Rubio, en cualquier caso, parece jugar al largo plazo. Aunque incluso Trump lo ha mencionado como posible sucesor en 2028, él ha dicho que no se presentará si lo hace Vance. Si algo va mal en la región representaría un potencial problema mayor para el actual vicepresidente y, como ha dicho Curt Mills, director de American Conservative, Rubio «puede volver a la política, pretender que no estaba involucrado, y volver a presentarse en 2032 o 2036».
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Mauricio Claver-Carone, el otro hijo de Miami que asesora a Trump
Junto a Marco Rubio es figura clave a la hora de marcar la estrategia de Donald Trump hacia Venezuela Mauricio Claver-Carone, otro hijo político del Miami que comparte también la obsesión con el cambio político en Cuba y Venezuela.
Claver-Carone, un abogado que antes fue director del Comité de Acción Politica US Cuba Democracy, lobista, trabajador del Tesoro y del FMI, trabajó con Rubio en el primer mandato de Trump para deshacer el acercamiento que Barack Obama realizó hacia la isla. En esa primera presidencia, llegó a ser responsable de los asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional y asesor especial.
Trump luego impulsó su nombramiento como director del Banco Interamericano de Desarrollo, del que fue despedido por un escándalo ético, al haber favorecido las condiciones salariales de su jefa de gabinete, con la que mantuvo una relación sentimental.
Trump lo recuperó al volver a la presidencia el pasado enero, esta vez como enviado especial del Departamento de Estado para Latinoamérica. Como en el caso de Elon Musk, y para evitar ningún proceso de confirmación en el Senado, lo hizo nombrándolo empleado especial.
Eso ha limitado su trabajo oficial para el gobierno a 130 días al año y Claver-Carone ya ha retornado a su firma de inversión, pero su huella, y su mano, son evidentes e indelebles. Él, por ejemplo, tuvo que ver en el acuerdo con Nayib Bukele para que inmigrantes expulsados de EEUU acabaran en la infame cárcel de El Salvador. También en las presiones a Gustavo Petro en Colombia o a la hora de lograr que Rubio apoyara un compromiso para no extender una licencia de Chevron para operar en Venezuela, aunque esta se ha renovado de forma limitada.
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