48 horas en Jerez de la Frontera, una ciudad industrial que no ha perdido su carácter tranquilo | El blog de viajes de Paco Nadal | El Viajero
Jerez de la Frontera es una gran ciudad industrial -es uno de los principales centros de comunicación y logística de Andalucía oriental- que no ha perdido su carácter tranquilo y provinciano. Su centro histórico es una sucesión de palacios barrocos, austeras fachadas encaladas que esconden deliciosos patios, plazas repletas de naranjos llenos de atrevidos y sabrosos frutos que huelen a azahar incluso en enero, y calles empedradas donde se escuchan los cascos de los caballos que tiran de los carruajes. resonar. .de turistas. Una de estas plazas, o más bien diría la plaza, es la del Arenal, centro neurálgico del Jerez antiguo: cruce de caminos y principio y fin de todos los paseos urbanos. De planta rectangular, con una estatua ecuestre del dictador Miguel Primo de Rivera -originario de Jerez- en el centro y a un lado los soportales de una alhóndiga del siglo XVII. Es el lugar ideal para iniciar cualquier itinerario turístico en busca de los entresijos de una ciudad dinámica y con más habitantes que Cádiz, la capital de la provincia, pero que conserva en sus plazas y terrazas el delicioso fluir de la vida andaluza, compuesta de vida social. vida, tertulias y confidencias al son de una botella de Fino y un plato de jamón bien cortado.
Si iniciamos nuestro recorrido hacia el suroeste, es decir a la izquierda de los cuartos traseros del caballo del autócrata, obra de Mariano Benlliure, los pasos nos llevan en primer lugar a los Reales Alcázares, el conjunto histórico más representativo de la ciudad y una visita obligada. La fortaleza fue construida en el siglo XII, durante la época almohade, y era el castillo más grande de un recinto fortificado con un perímetro de más de cuatro kilómetros. Sufrió el abandono del tiempo y de los hombres, y lo poco que quedó se salvó gracias al filántropo y enólogo local Salvador Díez y Pérez de Muñoz que, en 1926, compró lo que quedaba del local por 170.000 pesetas a los descendientes del duque. de Villavicencio, con el objetivo de salvarlo de la ruina y el abandono. De la visita a estos Reales Alcázares me impresionaron especialmente los baños árabes, la Puerta del Campo -por su sencillez y autenticidad-, el molino de aceite -aunque es una adición del siglo XVIII-, la pequeña mezquita original -el oratorio-. y la gran torre octogonal. Los Villavicencio construyeron en medio de la fortaleza un palacio barroco que, hoy, convenientemente restaurado, alberga la recepción y venta de entradas y forma parte de la visita.
Bajando desde los Reales Alcázares por la calle Padre Hortas Cáliz se llega al otro gran conjunto monumental de la ciudad: la catedral. Un gran templo cuya construcción duró casi un siglo, de 1695 a 1778, con estructura gótica, campanario independiente y una monumental fachada barroca que parece aún más grandiosa por el desnivel de la plaza del Arroyo, que se asoma.
Curiosamente, entre el Alcázar -símbolo del poder real- y la catedral -símbolo del poder divino- se encuentra la bodega más famosa de Jerez, la de González Byass o, lo que es lo mismo, la del guapo Tío Pepe -poder económico. Hoy, sus instalaciones incluyen un hotel de cinco estrellas y un restaurante de esta categoría, que ofrece una experiencia gastronómica completa. Pocas ciudades le deben tanto al vino como Jerez. Conocida en todo el mundo por sus famosos vinos blancos, ya sean finos, Oloroso o Amontillado; Jerez es la ciudad del buen vino por excelencia. Por ello, una visita con cata incluida a alguna de sus bodegas debería ser otra de las prioridades durante cualquier estancia en la ciudad. Éste del Tío Pepe los admite (sujeto a en línea), pero también podrás visitar otras bodegas centenarias y famosas como las de Fundador, Álvaro Domecq o Barbadillo.
Y hablando de gastronomía: volvamos a la Plaza del Arenal para tomar otra ruta. Está en la esquina noroeste, es decir, la cabeza del caballo, a la izquierda. Aquí comienza la calle Consistorio que, junto con su entorno y las plazas adyacentes de Yerba y Plateros, constituye la ruta del tapaslos bares, terrazas y ambiente de Jerez a cualquier hora. Una ruta por la que el visitante caminará una y otra vez, porque es el mejor rincón de la ciudad para almorzar o cenar. Aquí se encuentran La Cruz Blanca y Albores, dos de los restaurantes más recomendados, además de algunos de los tabancos más populares, como Plateros y Con-Bulli.
Tabanco es la mejor aportación de Jerez a la idiosincrasia gastronómica andaluza. Se trata de establecimientos que mezclaban el concepto de taberna y el de reparto de vino a granel. Tradicionalmente eran locales con barra de madera, abundantes toneles de finos, amontillados o palo cortado, se servían tapas típicas, se cantaba flamenco y se promocionaban nuevos cantaores. 100% patrimonio hecho en jerez. Otros tabancos tradicionales son El Pasaje (calle Santa María, 8), que es el más antiguo de la ciudad (data de 1925); y Las Banderillas (Calle Caballeros, 12), fundado en 1934 y regentado inicialmente por el padre de Lola Flores, otra famosa jerecina de la Frontera.
De regreso al Arenal, la propuesta es seguir recto hacia el norte, donde mira el caballo. Allí comienza una pequeña calle llamada Lancería que desemboca inmediatamente en una falsa plaza presidida por una fachada semicircular neomudéjar y con dos carteles luminosos, uno de Fundador y otro del Fino La Ina, que es el tercer emblema de Jerez. Se trata del edificio Gallo Azul, encargado por la poderosa familia Domecq al arquitecto Aníbal González, el mismo que construyó la Plaza de España de Sevilla, para decorar su ciudad con motivo de la Exposición Ibérica-Americana de 1929. El Gallo. Azul, además de Emblema de Jerez, es hoy un gastrobar con restaurante en las plantas superiores y una animada terraza ahora frecuentada principalmente por turistas.
Aquí comienza la Calle Larga, la vía peatonal y comercial por excelencia de la ciudad, por la que pasear para ver y ser visto. Antes existía un comercio tradicional y allí se realizaban procesiones, fiestas y todo tipo de actos culturales. Por increíble que hoy pueda parecer, el Nacional IV lo atravesó durante su paso por Jerez. Sólo fue peatonalizado en 1996.
La Calle Larga desemboca en la Alameda Cristina, donde se ubica el Convento de Santo Domingo, un gran conjunto religioso con un hermoso claustro. Y, un poco más lejos, el Palacio Domecq, perfecto ejemplo de palacio civil jerezano del siglo XVIII, perteneciente a una de las familias de viticultores más famosas de la ciudad. A unos 10 minutos andando desde allí, por la Avenida del Duque de Abrantes, se encuentra la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, otro icono lleno de símbolos y un lugar muy recomendable para visitar para entender el ambiente jerezano.
La yeguada andaluza fue fundada por Álvaro Domecq en 1973, aunque hoy en día está gestionada por un consejo de administración en el que participa la administración pública. Nace con el objetivo de mantener el patrimonio ecuestre, seleccionando caballos para promocionar, formando jinetes de secundaria, preservando el patrimonio de la doma clásica y vaquera y manteniendo el prestigio de los caballos de raza española. Su actividad más conocida por el público es el espectáculo. Cómo bailan los caballos andalucesuna coreografía sobre caballos de pura sangre española que se desarrolla tres días a la semana en un picadero cubierto con capacidad para 1.600 personas.
Como verás, ingredientes suficientes para afrontar las 48 horas más ocupadas de esta histórica localidad de la Bahía de Cádiz.
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