6 claves de una decisión con más sombras que luces
El 31 de enero de 2020, el Reino Unido salió oficialmente de la Unión Europea. Una salida apoyada por un 52% de los británicos en el referéndum de 2016 y que se produjo tras más de tres años de duras negociaciones con Bruselas. Cinco años después, la mayoría de los británicos considera que el Brexit fue una mala decisión y lamenta las promesas incumplidas por parte de sus principales impulsores, entre ellas el crecimiento económico, la mejora de los servicios públicos y la reducción de la cifra de llegadas de inmigrantes. Repasamos en seis claves por qué el Brexit ha sido un fracaso hasta ahora y cuál puede ser el rumbo de las relaciones entre el Reino Unido y la UE bajo el nuevo Gobierno laborista.
La gran promesa incumplida del Brexit ha sido la reducción de la inmigración. En su manifiesto para las elecciones de 2019, el Partido Conservador prometió situar los datos de inmigración neta anual por debajo de las 226.000 personas, la última cifra registrada ese año. Cinco años después, este dato se sitúa en las 728.000 personas, según la Oficina Nacional de Estadística (ONS, en sus siglas en inglés).
Este aumento se debe a la relajación en la concesión de visados impulsada por el Gobierno de Boris Johnson tras la pandemia, algo que provocó una llegada importante de ciudadanos de países de fuera de la UE para ocupar vacantes en el sector sanitario y de los cuidados. “Para las personas que valoran vivir en una sociedad multicultural y multiétnica, el Brexit ha sido una ventaja enorme. Se ha pasado de una inmigración principalmente blanca caucásica a otra mucho más diversa”, ha asegurado esta semana el politólogo John Curtice, colaborador en un reciente informe publicado por el centro de pensamiento ‘UK in a Changing Europe’, en un encuentro con periodistas extranjeros en Londres.
La salida de la UE ha provocado una caída importante de las inversiones en el Reino Unido, país que dejó de contar con el apoyo del Banco Europeo de Inversiones (BEI) a partir de 2020. A pesar de los esfuerzos por reemplazar las funciones de este organismo, que hasta entonces había desempeñado un papel fundamental en la financiación de proyectos de infraestructuras en el Reino Unido, el nivel de inversiones se ha situado muy por debajo de las recibidas en los años previos al Brexit.
Según el informe de ‘UK in a Changing Europe’, las inversiones en el país son un 10% inferiores a lo previsto en caso de haber permanecido en la UE, algo que ha reducido la productividad y que ha tenido un impacto estimado de un 1% sobre el Producto Interior Bruto (PIB). A pesar de que es difícil atribuir la caída de las inversiones exclusivamente al Brexit, el Reino Unido ha obtenido peores resultados que el resto de países del G7 en esta materia, mientras que la inversión privada se ha estancado desde 2016 a pesar de haber registrado un rápido crecimiento en los años previos.
Otra de las grandes promesas del Brexit fue la de lograr autonomía para cerrar pactos comerciales con países externos a la UE. Pero por ahora el país ha sido incapaz de alcanzar acuerdos de libre comercio con potencias como Estados Unidos, la India o Canadá –las negociaciones con estos países están aparcadas, aunque el Gobierno laborista ha mostrado interés en retomarlas– y tan sólo ha logrado algunos pactos con Australia y Nueva Zelanda (además de su adhesión al Acuerdo Transpacífico), los cuales apenas tendrán un impacto cercano al 0,1% del PIB en 2035, según las previsiones de la Oficina de Responsabilidad Fiscal (OBR, en sus siglas en inglés).
La salida de la UE ha tenido un impacto en la exportación de bienes manufacturados, con una caída del volumen del comercio de mercancías del 9,4% desde 2019. Este impacto ha sido amortiguado por los buenos resultados en materia de exportación de servicios, los cuales han logrado adaptarse mejor que los bienes manufacturados al no sufrir los problemas de una frontera dura ni los controles físicos en la aduana. Este factor ha hecho que el Brexit tenga un impacto negativo menor de lo esperado en materia comercial.
Los partidarios del Brexit sostuvieron durante la campaña del referéndum de 2016 que la salida de la UE permitiría inyectar 350 millones de libras a la semana (cerca de 420 millones de euros) en el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés). Una afirmación que fue posteriormente desmentida.
A pesar de que la inversión en el NHS se ha incrementado sustancialmente desde el Brexit –en gran parte debido a los efectos de la pandemia–, el servicio sanitario británico sigue contando con importantes problemas de productividad y largas listas de espera para los tratamientos no urgentes. Los cambios en la fuerza de trabajo, marcados por la sustitución de sanitarios procedentes de países europeos por profesionales de fuera de la UE, ha ralentizado el proceso de adaptación y ha repercutido en la eficiencia del servicio.
Las promesas incumplidas en materia económica, migratoria y sanitaria han provocado un aumento del número de personas que se arrepienten de haber abandonado la UE cinco años después, algo que ha dado lugar a un nuevo término: el ‘Bregret’. Según una encuesta reciente, un 56% de los británicos votaría a favor de volver al club comunitario, frente a un 44% que votaría en contra. Otra encuesta, elaborada por el centro demoscópico YouGov, señala que un 55% de los votantes cree que fue un error abandonar la UE, frente a un 30% que lo considera acertado.
A pesar de que la balanza se inclina ahora a favor de reingresar en la UE, la proporción de votantes del Brexit que darían marcha atrás sigue siendo relativamente pequeña. “Este cambio no se debe tanto a que los que votaron a favor del Brexit hayan cambiado de opinión, sino más bien a que mucha gente que no votó en el referéndum –incluidos los que no tenían edad para votar– está a favor de reingresar”, asegura el politólogo John Curtice. La gran mayoría de los partidarios del Brexit responsabilizan al Partido Conservador del fracaso del Brexit y destacan su incapacidad para sacar el máximo provecho de la salida de la UE.
La llegada del Partido Laborista al Gobierno el pasado julio ha cambiado las relaciones entre Londres y Bruselas y ha abierto la puerta a una etapa de diálogo y cooperación. El primer ministro, Keir Starmer, ha insistido en su voluntad de cerrar acuerdos con la UE en materia migratoria, de seguridad y de defensa, así como de mejorar las relaciones comerciales tras el Brexit.
Pero a pesar de las buenas intenciones, el Ejecutivo británico está optando por avanzar despacio en este acercamiento y ha descartado tomar decisiones de calado, como una vuelta al mercado único o a la unión aduanera. También se ha mostrado reacio a cerrar acuerdos de movilidad juvenil con Bruselas –una de las principales prioridades de los países comunitarios– para evitar las críticas de los partidarios del Brexit, algunos de ellos votantes de su partido. El auge en las encuestas de Reform UK, liderado por el populista Nigel Farage, está generando inquietud entre los laboristas, que optarán por avanzar con pies de plomo, al menos por ahora, en esta nueva etapa.
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