los tres requisitos que tienes que cumplir para que te la concedan
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La incapacidad permanente es una prestación económica que garantiza una pensión a aquellas personas que, debido a una enfermedad o accidente, no pueden continuar trabajando con normalidad. Esta ayuda se concede cuando la persona afectada ve reducida o anulada su capacidad laboral de forma permanente. Sin embargo, no todas las dolencias o limitaciones otorgan el derecho a esta prestación. Existen tres requisitos fundamentales que deben cumplirse para que se reconozca la incapacidad permanente.
Haber agotado todos los tratamientos médicos posibles
Antes de que se valore la concesión de una incapacidad permanente, es imprescindible haber agotado todas las opciones de tratamiento médico disponibles. Generalmente, el proceso comienza con una baja médica, durante la cual los profesionales sanitarios aplican los tratamientos necesarios para que el paciente se recupere y pueda reincorporarse a su actividad laboral. Estos tratamientos suelen administrarse de forma progresiva, empezando por los menos invasivos y, en caso de no ser efectivos, avanzando hacia otros más complejos.
Solo cuando se han probado todas las alternativas médicas y se confirma que no existe un tratamiento que permita la recuperación completa o significativa del trabajador, se puede valorar la opción de una incapacidad permanente. Es en este momento cuando los equipos de valoración médica determinan si la persona se encuentra en condiciones de ser candidata a recibir esta prestación. Este requisito garantiza que la incapacidad permanente solo se conceda cuando no haya posibilidad de curación o recuperación funcional mediante tratamientos médicos.
Enfermedades o lesiones permanentes, crónicas e irreversibles
El segundo requisito fundamental para obtener una incapacidad permanente es que las enfermedades o lesiones que afectan al trabajador sean permanentes, crónicas e irreversibles. Esto significa que no deben existir expectativas razonables de recuperación o mejora. Si la dolencia tiene cura o se prevé una mejoría significativa, lo más habitual es que se prolongue la baja médica hasta que el paciente se recupere. En algunos casos, se puede otorgar una incapacidad temporal por un periodo determinado, pero esta se revisará posteriormente y, si el trabajador ha mejorado, se retirará.
Este requisito busca evitar que se concedan pensiones por incapacidad permanente a personas que pueden reincorporarse al trabajo tras un periodo de recuperación. La incapacidad permanente, por tanto, se reserva para aquellos casos en los que las limitaciones son definitivas y no permiten una recuperación funcional. Además, las enfermedades deben estar debidamente documentadas y diagnosticadas para que el proceso de evaluación sea objetivo y ajustado a la normativa.
Limitación para trabajar: el requisito más determinante
El tercer y más importante requisito para la concesión de una incapacidad permanente es que la enfermedad o lesión limite la capacidad del trabajador para desempeñar su actividad laboral. Esta limitación puede afectar tanto a la profesión habitual como a cualquier otra, lo que determinará el grado de incapacidad concedido. Existen tres grados principales de incapacidad permanente, cada uno con diferentes implicaciones económicas y laborales:
- Incapacidad permanente total para la profesión habitual: impide al trabajador desempeñar su ocupación habitual, pero le permite ejercer otra profesión distinta. Esta incapacidad da derecho a una pensión del 55% de la base reguladora. Si el beneficiario tiene 55 años o más, esta pensión se incrementa en un 20%, alcanzando el 75% de la base reguladora.
- Incapacidad permanente absoluta: impide al trabajador realizar cualquier tipo de trabajo. En este caso, se concede una pensión equivalente al 100% de la base reguladora.
- Gran invalidez: se otorga a aquellas personas que, además de no poder desempeñar ninguna actividad laboral, necesitan la asistencia de otra persona para realizar las actividades básicas de la vida diaria. Este grado concede una pensión del 150% de la base reguladora, con el objetivo de cubrir los costes adicionales derivados de la necesidad de asistencia.
Requisitos de cotización para acceder a la pensión
Además de cumplir con los tres requisitos principales mencionados, es fundamental haber cotizado a la Seguridad Social durante un periodo mínimo, que varía en función de la edad del solicitante y del origen de la incapacidad (común o laboral). La cotización mínima suele ser mayor cuanto más joven es el trabajador, mientras que quienes sufren un accidente laboral o enfermedad profesional pueden acceder a la pensión sin necesidad de cumplir un tiempo mínimo de cotización.
Este requisito de cotización garantiza que las personas que acceden a la pensión por incapacidad permanente hayan contribuido al sistema de la Seguridad Social. En caso de no cumplir con este periodo mínimo, no se podrá obtener la pensión, aunque se cumplan los demás requisitos médicos y laborales.
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