Pardo de Vera y la corrupción, un revés para la igualdad
La sociedad está necesitada de referentes femeninos que puedan inspirar a las mujeres y a los hombres del futuro. Isabel Pardo de Vera llegó a ser una de ellas cuando, en 2018, se convirtió en la primera mujer en la historia en asumir la presidencia de Adif, la empresa pública responsable de las infraestructuras ferroviarias en España. Su perfil técnico -es ingeniera de Caminos, Canales y Puertos y MBA-, le llevó a liderar la compañía durante tres años, tras los que dejó Adif para ser secretaria de Estado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. A partir de ahí su carrera empezó a titubear, hasta que fue destituida por la entonces ministra de Transportes, Raquel Sánchez, por un fiasco en unos trenes que no cabían en los túneles por los que debían circular en Asturias y Cantabria y por acumular demasiado poder. Pardo de Vera volvió al sector privado tiempo después y asesoró a empresas como ACS, la constructora de Florentino Pérez, una vez acabó su periodo de incompatibilidad.
La estrella de la ejecutiva se ha apagado del todo ahora, después de que la Guardia Civil la haya incluido en la investigación de la presunta trama de corrupción de los exdirigentes socialistas Koldo García, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, como muy bien han explicado Cristina Gallardo, Tono Calleja, Ángeles Vázquez y Roberto Bécares.
La corrupción es un problema estructural de la obra pública y carece de género. Además, las presuntas malas prácticas de Pardo de Vera, que ha recurrido al abogado de Florentino Pérez para que le defienda, parecen ser un episodio aislado y, en todo caso, no representan al conjunto de mujeres que ocupan puestos de responsabilidad en la política o en la empresa. Aun así, su modus operandi no ayuda en nada a la igualdad ni al liderazgo femenino, porque da alas a la narrativa que refuerza los estereotipos negativos sobre las mujeres y sus pocas capacidades para estar en el poder.
En este contexto, cabe señalar las presuntas irregularidades que ha cometido, ser severa con ella -igual que con todos los hombres implicados en el caso- y hacer autocrítica. No toda mujer ha de ser un ejemplo per se, por mucho que ocupe un puesto de responsabilidad. La igualdad también va de reconocer errores y solo poner en valor aquellos otros perfiles que sí pueden ser referentes para la sociedad y que ayudan a paliar la infrarrepresentación de la mujer en los puestos de liderazgo.
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