Europa y la política de apaciguamiento para ganarse el favor de Trump en el caos geopolítico y comercial
Desde que Donald Trump llegara a la Casa Blanca el pasado mes de enero, los europeos han optado por una política de apaciguamiento para tratar de preservar las relaciones transatlánticas. Una política que pasa desde por aceptar un mal acuerdo comercial, hasta asumir un incremento sustancial del gasto en defensa, o renunciar a una silla en la mesa de negociaciones, para garantizar el apoyo a Ucrania y la seguridad de Europa.
Desde Bruselas, que Trump haya coordinado su posición con sus aliados europeos antes de reunirse con Putin, y les haya recibido después en la Casa Blanca junto al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, tras de meses de desplantes, se ve como una victoria. Como un cambio sustancial en la dinámica de las relaciones entre Europa y Estados Unidos, en un momento que podría ser determinante para el futuro del continente. Pero el precio a pagar ha sido altísimo.
La UE ha evitado responder a las provocaciones del dirigente, que llegó a decir que el bloque nació «para fastidiar» a EEUU o amenazar la integridad territorial de Dinamarca, un estado miembro. Apenas ha levantado la voz ante las constantes amenazas del republicano en lo comercial, y asume la derrota entendiendo que un incremento sustancial pero moderado de los aranceles era el menos malo de los resultados.
El ejemplo más extremo de la política de apaciguamiento es el del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, plegado a los deseos del republicano, y asumiendo su narrativa como propia. El principal objetivo de Rutte, reconoció una fuente aliada, es garantizar a toda costa que Estados Unidos se mantenga adherido al principio de defensa colectiva. Cueste lo que cueste.
En manos de Trump
Antes de reunirse con Putin, el presidente de Estados Unidos participó el pasado miércoles en una reunión con varios de sus homólogos europeos y el propio Zelenski. Tras esa reunión, los países miembros de la conocida como «coalición de voluntarios», dispuestos a enviar soldados a Ucrania para garantizar la paz, continuaron la discusión.
Esa misma dinámica se ha vuelto a repetir tras el encuentro, primero por videoconferencia y después en persona. El objetivo era compartir con ellos el contenido de las conversaciones y coordinar sus posiciones de cara a los siguientes. En un comunicado firmado por Alemania, Francia, Finlandia, Italia, Polonia, Reino Unido y los presidentes de la Comisión y el Consejo europeos, los líderes aplauden los esfuerzos del presidente de EEUU.
Coinciden en que el siguiente paso debe ser una reunión con Zelenski y se ofrecen a facilitar una cumbre a tres bandas. Pero ya no reclaman un sitio en la mesa, dejando «los intereses vitales de seguridad de Ucrania y Europa» en manos de Trump. A cambio, Estados Unidos ha abierto la puerta a participar en las garantías de seguridad de Ucrania, aunque sin entrar en detalles, más allá de rechazar enviar soldados al terreno.
Comercio y seguridad
El pasado 27 de julio, tras una reunión en Escocia, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el estadounidense Donald Trump cerraron un acuerdo que aspiraba a poner fin a la guerra comercial. Un acuerdo que ha desatado las críticas de buena parte de los gobiernos europeos que lo consideran desequilibrado e insostenible.
El pacto político –que se formalizó el pasado jueves– establece el arancel máximo a las exportaciones europeas a Estados Unidos en un 15%. Esto supone un aumento sustancial, sobre todo porque es unilateral. Bruselas lo vende como un recorte porque Trump amenazaba con un 30% si no cerraban el trato antes del 1 de agosto.
Además, la UE rebajará sustancialmente sus gravámenes para las importaciones procedentes de Estados Unidos y aumentará las cuotas para productos que entran libres de tasas. También se comprometió a facilitar inversiones por valor de 650.000 millones de dólares en EEUU, y compras de energía –gas, petróleo y tecnología nuclear– por valor de 700.000 millones, y aumentar su gasto en equipamiento militar americano.
Fuentes comunitarias reconocen que no es un buen acuerdo, sino el menos malo. Pero fue el comisario de Comercio y jefe negociador del bloque, Maros Sefcovic, quien desveló en una rueda de prensa posterior a la firma que ese trato era mucho más que un acuerdo comercial. Ese pacto «salva los flujos comerciales, salva empleos en Europa y abre un nuevo capítulo en las relaciones UE-EEUU», dijo el comisario. «No tiene que ver sólo con el comercio, sino con la seguridad, con Ucrania, con la volatilidad geopolítica actual», aseguró Sefcovic. «No puedo dar todos los detalles de lo que se habló pero puedo asegurarles que no fue solo comercio», insistió.
El 5% en defensa
Algo parecido ocurre con el 5%. Estados Unidos entiende que Rusia ya no es su problema, sino el de Europa. El foco de la Casa Blanca está ahora en la región Asia-Pacífico y así se lo hizo saber a sus aliados Trump nada más llegar al Despacho Oval. La presión de EEUU –y la creciente amenaza de Rusia— hicieron que los aliados se comprometieran a un aumento del 5% del PIB anual en defensa de aquí a 2035.
Se trata de un incremento sin precedentes, por el que el presidente estadounidense sacó pecho. Una fuente aliada alegaba que el cálculo no respondía necesariamente a las necesidades reales de la OTAN, sino a la voluntad de asegurar el apoyo de Estados Unidos a cualquier precio. Pero algunos países temen que esas condiciones vayan cambiando en el futuro y la alianza acabe plegándose, otra vez, a las necesidades de Estados Unidos por encima de las propias.
Incertidumbre
El acuerdo comercial con Estados Unidos establece una serie de excepciones para las exportaciones europeas. Entre otras cosas, Washington se comprometió a rebajar los aranceles a los coches, y a aplicar ese tope del 15% a futuros incrementos sectoriales de las casas. También a rebajar a cero el gravamen para ciertos productos. Pero esas rebajas dependen de que la UE haga los deberes.
El texto de la declaración conjunta que establece los términos del acuerdo no es legalmente vinculante, ni para unos ni para otros. Trump ya ha amenazado en el pasado con incrementar hasta el 35% el arancel a las exportaciones, si Bruselas no cumple con las promesas de compras e inversión que dependen en realidad de empresas privadas.
De la reunión con Putin, poco o nada ha trascendido. Pero el presidente ruso se lleva la foto que buscaba desde hace meses con Trump, dejar clara su postura sin oposición alguna de Occidente, y con Trump confirmando que, de momento, no habrá sanciones. Y así, desde la barrera, Europa espera que las condiciones para la paz que piden ellos y exige Ucrania se respeten: ninguna discusión sobre el futuro del país sin Zelenski a la mesa, ningún intercambio de territorios por la fuerza, y sobre todo, que cualquier acuerdo de paz sea justo y sostenible.
Pero sin un sitio en la mesa de negociaciones, Europa deja su futuro en manos del presidente de Estados Unidos. La UE se somete así a la misma política que ha rechazado de plano durante décadas: la de la ley del más fuerte por encima del respeto a las reglas internacionales.
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