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Samaín, la fiesta celta que despierta a los espíritus del otoño

Samaín, la fiesta celta que despierta a los espíritus del otoño
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  • Publishednoviembre 1, 2025


Cuando los días se acortan, Galicia se prepara para una de sus noches más antiguas y poderosas. Es la noche cuando el velo entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos Se vuelve tan delgado que casi puedes tocarlo.

La palabra “Samhain» proviene del gaélico Samhain, que literalmente significa “fin del verano”. Para los antiguos celtas, esto marcaba el final de la cosecha y el comienzo de la estación oscura. No era sólo una fecha en el calendario, sino un umbral entre ciclos, un momento de tránsito donde la vida y la muerte, la luz y la oscuridad se encontraron por un momento.

Él calendario celta dividió el año en dos mitades: una clara, que comenzó en Beltane (30 de abril – 1 de mayo), y otra oscura, que comenzó en Samhainentre el 31 de octubre y el 1 de noviembre. En esta frontera simbólica murió el verano y nació el invierno. Los druidas, guardianes del conocimiento y los misterios de la naturaleza, encendían hogueras para guiar las almas de los difuntos y proteger a los vivos de los espíritus errantes.

Viejas leyendas dicen que cosechaban muérdago con hoces doradas bajo la luna, elaboraban pociones y predecían el futuro de las cosechas y de los hombres. La noche se llenó de hechizosde ofrendasde fuego purificador. En los alrededores de las lareiras gallegas, las familias mantuvieron encendido el fuego durante toda la noche para que sus antepasados ​​encontraran el calor de sus seres queridos.

Mucho antes del calabazas figuras esculpidas llenaban las calles de Estados Unidos, las ciudades celtas de Europa ya iluminaban calaveras o frutos ahuecados para guiar a los muertos. Cuando los emigrantes irlandeses introdujeron esta tradición en el continente americano en el siglo XIX, la adaptaron a lo que allí encontraban: la abundante calabaza. Así nació Jack O’Lantern, la linterna de Halloween.

pero en GaliciaSamaín nunca desapareció del todo. Aunque el cristianismo la declaró fiesta pagana y la sustituyó por el día de Todos los Santos, los gallegos conservaron su esencia, escondida entre rituales domésticos: dejar la mesa puesta por la noche, encender velas a los muertos o decir en voz baja el hechizo de la queimada para ahuyentar a los malos espíritus. En las aldeas del norte, la frontera entre lo pagano y lo sagrado se desdibujó, y lo que habían iniciado los druidas permaneció vivo en la memoria popular.

Ninguna leyenda resume mejor la atmósfera de Samhain como la de la Santa Compaña, esa procesión espectral que, según la tradición gallega, recorre los caminos la noche de difuntos. Guiada por un hombre vivo condenado a llevar una cruz, la Compañía anuncia la muerte a quienes la cruzan. Las ánimas llevan velas encendidas, y su paso deja olor a cera y silencio.

Samaín celebra esta misma delgada línea entre mundos. En cada chispa de una hoguera, en cada vela encendida dentro de una calabaza, recordamos que la muerte no es un final, sino una transición, una continuidad invisible que la cultura gallega siempre ha sabido mirar sin miedo.

Durante el siglo XX, Samaín cayó en el olvido, eclipsado por el auge del Halloween anglosajón. Pero en Galicia, la memoria de las piedras y del mar aún guarda secretos ancestrales. En los años 80, el profesor Rafael López Loureiro, de Cedeira, salvó del pasado esta celebración. Inspirado por los recuerdos de su infancia tallando calabazas con su abuelo y escuchando historias de ánima, en 1989 organizó el primer festival Samaín moderno en Galicia.

Desde entonces, Cedeira se convirtió en el epicentro de esta recuperación. No es una fiesta de disfraces, dicen, sino un encuentro con los antepasados. Los faroles guían el paso de las almas, y las castañas del magosto alimentan a vivos y muertos.

Hoy, decenas de municipios gallegos se suman a esta celebración ancestral. Ribadavia celebra la Noite Meiga, con su queimada comunitaria y “escape room” en la iglesia de A Magdalena. En Catoira, las calles se iluminan con la procesión de las Caveiras, un desfile de calabazas talladas que recuerda a los antiguos ritos druidas. Allariz revive el paseo de Santa Compaña por su villa medieval, mientras Pontevedra celebra A Noite dos Calacús, durante la cual niños y mayores tallan calabazas y reparten pan del alma. En Sabucedo, el MUSA reúne a muiñada, magosto y Samaín en una procesión con velas y versos dedicados a los difuntos.

Samaín no es el Víspera de Todos los Santos Gallego. Es una tradición propia, la memoria ardiente de un pueblo que habla con sus muertos y que sabe que la magia no es un truco.

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