“El 80% de las personas salen ganando”
El debate sobre los impuestos en España es un clamor casi constante, una conversación en la que muchas veces prevalece un sentimiento de agravio. Muchos ciudadanos, especialmente aquellos con ingresos medios y bajos, perciben que el esfuerzo fiscal cae injustamente sobre sus hombros, alimentando un malestar social que parece dar por sentado que contribuir al erario público es, por definición, una operación perjudicial para la economía familiar.
Sin embargo, los datos objetivos pintan un panorama muy diferente y mucho más complejo. Cuando se amplía el foco y se compara la situación española con la de nuestros vecinos, la idea de una presión fiscal excesiva pierde fuerza. Con una recaudación que ronda el 37%, España se sitúa, de hecho, por debajo de la media de la eurozona, fijada en el 40,6%, lo que sugiere que el verdadero problema puede no estar en la cantidad aportada.
En este contexto, el análisis del economista Gonzalo Bernardos resulta revelador al darle completamente la vuelta al argumento. Sostiene que, lejos de ser una carga, el sistema tributario beneficia a una abrumadora mayoría de la población. Su conclusión, basada en el retorno que recibe la sociedad a través de los servicios públicos, es contundente: «el 80% de la gente gana». Esta afirmación se basa en que el valor de la salud, la educación o las pensiones que recibe un ciudadano medio supera con creces su aportación individual, perspectiva que desmiente la creencia popular.
La clave no es cuánto pagas, sino cómo lo gastas
De hecho, Bernardos desvía la atención del debate sobre la cuantía de los impuestos hacia un punto mucho más crítico: la gestión de los fondos públicos. El auténtico nudo gordiano del sistema no estaría en el nivel de recaudación, sino en el la baja productividad del sector público y en un mecanismo administrativo que no logra optimizar el dinero disponible para transformarlo en bienestar social tangible y perceptible para el contribuyente.
Por todo ello, la brecha que se genera entre la realidad económica y la percepción ciudadana encuentra su explicación. Aunque el balance matemático es positivo para la mayoría, persiste el sentimiento de injusticia, alimentado por mala optimización de los recursos. Es este desajuste entre lo que se paga y la calidad de los servicios recibidos lo que finalmente consolida el descontento, demostrando que la eficiencia en el gasto es tan importante como la equidad en la recaudación.
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