El monolito de Danny
En la entrada de los cines del centro comercial Los Prados permanece desde hace años este cartel de la imagen, un anuncio promocional de Danny, cantante salmantino afincado en Gijón (no confundir con Danny Daniel). Hay que bucear un poco en internet y en la hemeroteca de este periódico para obtener algo más de información de este artista, que comenzó su carrera con imitaciones de Elvis Presley y Nino Bravo y al que cuesta seguirle la pista a partir de los comienzos de la década de los 2000. El último de los discos que figuran en el anuncio de los cines, «Only love songs», es de 2007. A partir de ahí, su trayectoria se pierde, dando lugar a la nebulosa de la que brotan las leyendas.
[–>[–>[–>El monolito del cantante Danny, que permanece inalterado en Los Prados. / Y. G.
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El cartel de Danny convive desde hace años con los de las películas que se van estrenando en Los Prados, lo cual incrementa su cualidad extraña y atemporal. Mientras la industria cinematográfica circula sin pausa, Danny aguanta inmutable el paso de las décadas. Los anuncios de las pelis son contingentes, pero él es necesario. De algún modo, su cartel es como el monolito de «2001: una odisea del espacio»: un misterioso objeto que atraviesa los siglos y comunica mensajes de trascendencia. Uno está picoteando palomitas mientras se dirige a ver la última de Tom Hanks cuando, de pronto, se topa con un trozo de Eternidad. El espectador se acerca al cartel entre el temor y la curiosidad, como los monos de la película de Kubrick.
[–> [–>[–>Merece la pena pararse dos minutos a observar la evolución estética de Danny, reflejada en las portadas de sus discos: pelos cardados a lo Rod Stewart, americanas blancas estilo Don Johnson, ojos intensos y seductores… En la imagen principal del anuncio, Danny junta las palmas en pose de sagrada solemnidad. El artista, con la cabeza ladeada tras sus manos orantes, nos dirige una mirada seria y profunda. «Poca broma conmigo, mis baladas van muy fuerte», parece decirnos.
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No podemos descartar incluso que el cartel, además de tótem noventero, sea un portal interdimensional. Quizá haya que pronunciar una contraseña secreta («esta canción la compuse en mis comienzos») y uno se transporta ipso facto a una gala de José Luis Moreno presentada por Jacqueline de la Vega.
[–>[–>[–>Una empresa acaba de comprar Los Prados, donde tiene ambiciosos proyectos de reforma, como una gran bolera. Confiemos en que los promotores mantengan intacto el monolito de Danny y que éste adquiera, con el transcurso de los siglos, el suficiente valor cultural como para ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Nuestro legendario cantante acabará midiéndose con el Prerrománico.
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