Arias Navarro no escribió el «Españoles, Franco ha muerto»
La noche que murió Franco, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, pronunció una frase para la historia, llorada y celebrada a partes iguales en un país en tregua forzada: «Españoles, Franco ha muerto». Arias no fue, sin embargo, el autor de aquel discurso lacrimógeno, sino un periodista zamorano ya fallecido, Rufo Gamazo Rico, al que tuve la inmensa fortuna de conocer, disfrutar e incluso glosar en un volumen de la Facultad de Periodismo de la Universidad Pontificia de Salamanca publicado en 2009 y dedicado a las grandes figuras del periodismo de Castilla y León en el siglo XX. Entre nombres consagrados –Delibes, Altés, Cirilo Rodríguez, Cossío o Josefina Carabias– costaba encontrar un zamorano a la altura. Se acordaron de un octogenario aún entonces en activo, colaborador habitual de «La Opinión-El Correo de Zamora», del mismo grupo editorial que LA NUEVA ESPAÑA, dotado de vasta cultura y memoria prodigiosa, antiguo alto cargo de la Prensa del Movimiento y maestro indiscutible para varias generaciones de periodistas madrileños. Y me encargaron su biografía.
[–>[–>[–>Viene a cuento rememorar ahora a esta figura del periodismo de la última etapa del franquismo, amigo íntimo del asturiano Juan Ramón Pérez Las Clotas de la época de la Prensa del Movimiento, porque en cierta ocasión, en la sobremesa de una de las habituales comidas que manteníamos cuando cada verano regresaba a Zamora, me hizo esta confesión: «Esto que te cuento lo podrás contar cuando yo muera». Lo que me confesó es que el discurso de Arias Navarro la noche que murió Franco lo escribió él. No cabe ninguna duda de que fue así: con Arias mantuvo una relación profesional estrecha desde 1953, cuando dirigió «El Día de Tenerife», hasta acompañarlo después en la Dirección General de Seguridad, el Ayuntamiento de Madrid, el Ministerio de Gobernación y, finalmente, la presidencia del Gobierno.
[–> [–>[–>Gamazo firmó sus primeras crónicas en el viejo periódico de la levítica Zamora con el pseudónimo de «Don Puro» para no vulnerar la ordenanza militar de la época, ya que en ese momento oficiaba de recluta en el cuartel local. Había nacido en Villalonso, localidad de monumental castillo. Su primer artículo en prensa lo dedicó a los triperos de su pueblo. Cursó periodismo en Madrid, en la vieja Escuela, y se financió la carrera y la estancia vendiendo en tiendas de la capital apreciados quesos de su tierra. Su primer destino profesional estuvo en Canarias, donde dejó crónicas viajeras memorables y ejerció incluso como corresponsal en la «guerra ignorada» de Ifni (1957), donde relató el conflicto con pulso directo y ojo literario. Antes había publicado una novela, «El diablo en fuera de juego» (1953), que fue prohibida en Zamora por «circunstancias de ambiente» y de la que más tarde apareció, sin el propio Gamazo saberlo, una edición pirata en Venezuela. En el archipiélago entabló amistad con Arias Navarro, por entonces gobernador civil de las islas.
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En 1958 regresó a Madrid junto al que sería la última mano derecha de Franco, para ejercer como jefe de Diarios y Revistas y, más tarde, como redactor jefe de «Arriba». Fue también director técnico de la Prensa del Estado, coordinando 28 periódicos: el «director de directores», como lo bautizó Emilio Romero, a quien tuvo a su cargo, con no pocos enganchones. Su etapa más grata en la capital fue como responsable de prensa del Ayuntamiento, cuando Arias fue alcalde, y después como director de la revista «Villa de Madrid», cargo que mantuvo incluso con varios alcaldes sucesivos, hasta su salida tras un contencioso ganado, por despido improcedente, a Tierno Galván, con el que mantuvo encendidas pugnas dialécticas, en ocasiones monumentales.
[–>[–>[–>Periodista por vocación absoluta, lector voraz y escritor precoz, Rufo Gamazo se convirtió en la gran pluma costumbrista del periodismo zamorano, dueño de un estilo irónico, de un dominio excepcional del lenguaje y de una memoria enciclopédica como testigo de primera fila de medio siglo de la historia de este país. Lo de aquel histórico discurso, tal como él me lo contó, pasados cincuenta, yo se lo cuento a ustedes.
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